La debacle del cine mexicano: problemas y soluciones

La historia del cine mexicano es mucho más interesante que las coloridas anécdotas. Pero con números termina siendo algo siniestra. Esto es un poco de lo que podemos concluir a partir de los anuarios estadísticos del IMCINE. Aquí se pueden consultar todos los anuarios. A lo largo de la historia de la industria de cine en este país han habido numerosos intentos por replicar lo que sucedió entre mediados de los 30 y finales de los 50 (la famosa época de oro del cine mexicano).

¿Qué es lo que tiene de especial? Hablando en términos de industria (no se diga calidad de las cintas, que personalmente considero muy cuestionables), valga percatarse que en 1958 –hacia el final del período- se produjeron 135 películas mexicanas y se estrenaron 80 de ellas (el 59% de lo que se produjo). Son números muy similares a los actuales. Pero en 1950, se produjeron 123 y se estrenaron 105 (el 85%). ¿Qué sucedió para que los estrenos descendieran?

Le adelantaremos a la película, saltándonos los capítulos como “El sexenio de Luis Echeverría”, “El cine de ficheras”, “Los nuevos fondos estatales de producción”, “La creación de Conaculta”.

 

La diferencia entre hacer y ver

Llegamos así a 2012, el último año de la administración de Felipe Calderón. Haciendo un énfasis en estas grietas entre lo que se produce y lo que se exhibe, quedan los siguientes datos*:

 Año 2012 2013 2014 2015 2016
Películas producidas 112 126 130 140 162
Películas estrenadas 67 101 68 80 90
Estrenos/Producciones 59% 80% 52% 57% 55%
Ficciones producidas 78 96 85 90 96
Ficciones estrenadas 46 74 52 63 69
Documentales producidos 34 30 45 50 66
Documentales estrenados 21 27 16 17 21

Fuente: Anuarios Estadísticos del IMCINE 2012, 2013, 2014, 2015 y 2016.

*Algunos puntos importantes a considerar de esta tabla es que los cortometrajes tienen porcentajes muy similares de producción, y que he incluido la categoría de animación dentro de los números de ficción (los anuarios distinguen “Ficción”, “Documental” y “Animación”).

Revisemos a detalle esta tabla. Partamos de la distancia entre lo que se produce y lo que se estrena:

¿Qué vemos en esta gráfica? Que el año en que más próximo estuvo el número de películas estrenadas de las producidas en los últimos 5 años fue 2013 (101/126, el 80%). Es aquí donde se hace evidente el enorme problema de la exhibición de cine en el país: en las salas, apenas se estrena un poquito más que la mitad de todo lo que se produce.

¿Y cuál es el problema de esto? Primero, desde un punto de vista utilitario, hay un terrible porcentaje de películas (poco más del 40% de lo que se produce) que nunca llegará a exhibición en salas de cine, y en buena medida, esas películas están apoyadas por el estado, es decir, esas películas fueron en importante medida hechas con los impuestos que paga toda la población que vive en el país. Si bien el apoyo de cine por el estado ha ido disminuyendo con los años –lo cual es benéfico, pues abre muchas puertas a encontrar financiamiento que sólo competir por insuficientes fondos gubernamentales-, sigue siendo el caso que la mayoría de las cintas mexicanas requieren dinero del gobierno para hacerse, y esa inversión no se cumple en las salas.

Particularmente el caso del documental es preocupante, porque el promedio de estreno sobre producción se reduce aún más:

No sólo la tristeza de ver cuán poco de lo que se produce se estrena. Hay que sumar ahí la desigual infraestructura y cobertura de exhibición en todas las entidades del país o el aún gran bache de mujeres con puestos directivos y creativos en la producción de cine. Los festivales de cine aparentemente cubren parte de ese bache, pero habrá que preguntarse cuántos de ellos tienen un verdadero sentido más allá de fiestas en lugares exclusivos de las ciudades, edecanes de la cervecera patrocinadora y estatuillas a películas que vieron 15 personas y que, muy seguramente, serán las únicas.

Quizá un modo de salvar la reputación de los festivales de cine sea con fijarse en la importancia de los géneros específicos: la mitad de los festivales de cine del país (133 contabilizados según el anuario de 2016) son de alguna temática específica. Precisamente el cortometraje y el documental, a quienes se les ve feo por parte de los exhibidores, es de los temas más recurrentes en festivales del país:

 

La diferencia entre saber y saber hacer

¿Cómo se llegó a esta terrible situación? Pretendo informar de dos graves deficiencias en la producción de cine de país (había hablado de ellas brevemente aquí), es lo que propongo como el paradigma de las 5 etapas. Usualmente, en todas las escuelas de comunicación, diseño y producción audiovisual en el país se enseña el famoso paradigma de las 3 etapas de toda producción: 1) pre-producción, en la que se prepara el guión, se juntan los insumos y equipo humano necesario, se planifica el rodaje, etc.; 2) producción, en la que filma, se hacen numerosos ajustes durante el proceso, etc.; y 3) post-producción, en la que se edita, se hacen modificaciones digitales, se integran pistas de sonido e imagen, etc.

El problema del paradigma de las 3 etapas es que hace creer que un guión de cine cae de los árboles y que cuando una película finaliza su último corte se está exhibiendo en cines ya. Se carece terriblemente de una etapa previa y una posterior, en lo que denomino el paradigma de las 5 etapas de una producción audiovisual: 1) aprendizaje, que incluye todos los reforzamientos teóricos del lenguaje audiovisual y del cine, televisión, video musical, etc. en particular, además de análisis de la imagen, del sonido y los elementos del lenguaje audiovisual, historia de estos medios y los tratamientos teóricos y metodológicos que otras disciplinas le han dado (filosofía, estética, historia del arte, teoría de comunicación, antropología, sociología, economía, etc.); 2) pre-producción; 3) producción; 4) post-producción; y 5) gestión y exhibición, que incluye una sólida formación en gestión cultural, economías creativas y aspectos legales, contables, formación de públicos, marketing cultural, etc., que hacen posible que un producto artístico tenga una interesante, realista y fructífera vida en pantallas.

Es por esta propuesta de las 5 etapas que se vuelve necesario hacer una revisión de la formación de quien se dedica al cine en México. Para ello, pueden revisarse los planes de estudios de 3 reconocidas escuelas de producción del país: el CUEC, el CCC y Centro de Diseño, Cine y Televisión.

 

La diferencia entre ir a la escuela y saber de cine

El Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) es la escuela de cine de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Inició operaciones en 1965, pero apenas en 2013 se convirtió en licenciatura. Oferta hoy, también, la Maestría en Documental en la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM. El plan de estudios completo de la Licenciatura en Cinematografía se puede consultar aquí. Es hasta los últimos semestres, en cada campo de conocimiento, que se entra en contacto con un aprendizaje teórico y de análisis sólido. Apenas en el campo de “Producción” se ve, en el último año, una asignatura llamada “Economía Cinematográfica”. Es lamentable que haya muchos investigadores reconocidos de cine en el Posgrado de la UNAM, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales o en la Facultad de Filosofía y Letras, y ellos no sean profesores de planta del propio CUEC.

En el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), escuela dependiente de Conaculta y ahora de la Secretaría de Cultura federal, tiene las mismas deficiencias. Su Licenciatura en Cinematografía (aquí el temario académico)  tiene pocas opciones como optativas para cubrir esas carencias de las dos nuevas etapas. Es curioso que su Curso de Producción Cinematográfica y Audiovisual (aquí el plan de estudios) con una menor validez como grado académico que la licenciatura, sea más interesante y abierto a diversos campos del trabajo en cine, al tener clases de distribución, marketing y aspectos legales.

Por último, quizá el plan de estudios más completo e interesante no sea el de las dos escuelas más famosas de cine del país, sino el de Centro, que oferta la Licenciatura en Cine y Televisión (aquí el plan de estudios), y que tiene una muy sólida formación al inicio de la carrera (cuestiones de Estética, Análisis audiovisual, Historia) y también al final (Financiamiento, Venta, Distribución y Exhibición).

El plan del Centro es similar a lo que sucede en las escuelas de arte en EUA, Canadá o Europa, donde los primeros semestres los alumnos que entran a cursar un BFA (Bachelor in Fine Arts, una licenciatura en producción artística) o un MFA (Master in Fine Arts, una maestría en producción artística) sobre cine, llevan asignaturas dedicadas a los estudios teóricos de cine. Es hasta la mitad de la carrera donde comienzan las asignaturas de ejercicios con cámara. Precisamente sus compañeros son alumnos que entran a hacer un BA o MA (licenciaturas y maestrías de investigación, no de producción artística) en cine, quienes más adelante comienzan a realizar tesis y trabajos de investigación en cine. Es decir, tanto si uno se dedicará a la teoría/análisis/historia como si se dedicará a hacer películas, se considera igual de importante tener el mismo bagaje teórico-cultural.

Esto se cumple, por ejemplo, en la University of California at Los Angeles (UCLA), donde los posgrados teóricos de cine están en el mismo departamento de las carreras de producción, en la Escuela de Teatro, Cine y Televisión o en el Instituto de Estudios de Cine en la University of Toronto, de donde es egresado Atom Egoyan, reconocido cineasta, quien da una beca para alumnos con destacada carrera en investigación.

 

La diferencia entre percatarse e indignarse

Para finalizar, es importante considerar esto: la formación de grandes cineastas no va fuera de la formación de grandes públicos. No se trata de reclamar la basura que produce Televisa o las terribles cadenas que imponen los grandes exhibidores a las películas mexicanas, que competirán este verano, y el siguiente, y el siguiente, con otro churro de superhéroes o la novena parte de alguna saga de autos o animación infantil. Es evidente que el cambio en los medios no partirá de los medios mismos: Emilio Azcárraga no se despertará a media noche en su cama triste por todos esos mensajes de jóvenes entusiastas que en las escuelas de comunicación y cine dicen que lo que hace Televisa es una basura dañina -que lo es-.

Centro de Diseño, Cine y Televisión

Como dice Carl Plantinga (2010), quien es precisamente un teórico de cine documental, no se trata de castigar productos malos censurándolos o productos medianamente buenos exagerando sus virtudes, sino de elevar la discusión del debate público, de promover una más crítica educación hacia los medios. Si las grandes industrias mediáticas dejan de producir la basura que producen eso no significará una mejora sustancial en las audiencias. Será cuando sea mayor la educación hacia los medios, la educación del público, cuando los contenidos comiencen a cambiar.

Propongo entonces, que junto con los esfuerzos que hacen los cineastas para producir un cine de calidad, inteligente, interesante y que cubre el amplio espectro de identidades de este país, venga también un esfuerzo por parte de las universidades y los centros de enseñanza de cine para ser más críticos hacia sus propios planes de estudios y hagan mayores esfuerzos por elevar ese debate de la discusión con educación para los medios. Como universidades públicas o institutos del gobierno, deben eso con el modo en que son mantenidas.

Deben deberse a la población de este país, tanto y más que a los festivales de cine donde van a cantar con mariachis, que si bien es divertido de ver, es una pena recordar que esos tres directores (Iñárritu, Cuarón y del Toro) son lo que son gracias a que no siguieron trabajando en este país. Y eso es una verdad, le pese a quien le pese. Si no queremos que se siga cumpliendo, si queremos ver una verdadera industria de cine en México, hay que ser más críticos con lo que se hace, y no aplaudirlo sólo porque se hace. Ésa será la solución al grave problema del cine mexicano.

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