Roldán Canta*

*Fragmento tomado del poemario publicado por el Ayuntamiento de Mérida, 2015.

 

*

De mi jardín he mandado a entregarte

la suave agua de lluvia de mi infancia,

las torpes fotografías de un muchacho

ciego al amor de la tierra,

los mejores caballos nacidos en los perales

que brotaron a la sombra de tus besos.

De mi jardín, Alda, te he enviado

el cariño que guardan mis cejas para el invierno,

las ojeras de un gato triste.

*

Como quien observa las nubes,

me interno en tus ojos.

*

Voy a cambiar, Alda,

mi escudo por un racimo de uvas

porque dicen que no hay mejor defensa

contra el desaliento que el vino.

*

En tu herida, las uvas retoñan

al ritmo de las orugas.

Los racimos se despellejan,

se desgranan en luz y bebida.

*

Quisiera, Alda, que bordases un pañuelo

con el perfume cálido de tu nombre.

Dame, Alda, una taza con la historia de tus rodillas

para escuchar en los racimos de la noche

el vaivén de tus pestañas.

Quisiera, Alda, las trenzas de tu alma.

*

mario-carrillo-roldan
Portada del poemario “Roldán”

Te he visto en el mercado,

eligiendo frutas afelpadas y yerbas de vidrio.

Los vendedores te cantan versos soeces, pero tiernos,

mientras te enseñan aretes de mandarina,

collares de naranja, pulseras de lima.

Guardas tu sonrisa bajo un nimbo

y aceptas los regalos.

Acepta, Alda, mi canción

en los pliegues de tu almohada.

*

Bailas sobre el fulgor de las ortigas,

haciendo caso omiso a las vibraciones de la muerte.

No miras, no degüellas, mis ansias de perro negro,

mis ansias de aceite con el agua.

Bailas con los hombros ofrecidos a la savia del viento

y en tu axila amanece un colibrí.

Junto a ti, una parvada de proyectiles

cruza la plaza, incendia alas de mariposas

como telas árabes.

Vas, Alda, bailando en un desfile de brasas,

en los codos de la carroña.

*

He llegado, Alda, al iris de la guerra.

He querido salvar tu honor

manchando el colmillo de mi consciencia,

porque he decido matar con bilis,

porque yo mismo he mandado

a realizar este alegato,

esta sentencia sibarita del horror.

*

Habría sido preciso traer a este viaje:

Un ramillete de guitarras para el desierto.

Un guante licencioso.

Un vaso roto para mi nostalgia.

*

Estoy cultivando estas ojeras para regalártelas en un tazón de almíbar.

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