Concierto de flauta entre mexicanos, puertorriqueños y norteamericanos

Concierto 6, Temporada XXVI

Fotos: OSY

La noche del viernes 11 y el mediodía del domingo 13 de noviembre de 2016, nuestra Orquesta Sinfónica de Yucatán experimentó una modificación temporal en su batuta: fue cedida de la mano de su titular, el maestro Juan Carlos Lomónaco, a la de un director huésped, el maestro Jesús Medina. La expectativa para ver los resultados de esta variación anunciada se disipó al instante de sonar el primer acorde. La destreza con que el maestro Medina condujo a la orquesta fue tan precisa, tan principal, que parecía llevar años al frente de ella.

El repertorio elegido fue una delicia sonora de acentos mexicanos y norteamericanos, buscando reflejar lo más intrínseco de cada cultura, logrado con total naturalidad en cada una de las obras seleccionadas. El sentido de mexicanidad –por ejemplo– se expresó perfecto, con toda su paleta de matices, a través de una creación de José Pablo Moncayo -su ya famosa Sinfonietta (1945)-, uno de nuestros compositores sagrados.15037066_1193237580722273_5456818405239024493_n

La siguiente sorpresa fue la gama colorida de una flauta, magistral en las manos del maestro concertista Miguel Ángel Villanueva, invitado también para estas ocasiones especiales. La composición del poblano Eduardo Angulo, “Concierto para flauta No. 2 – Voces de la Naturaleza” logró, en toda su duración, una mixtura de transiciones donde el brillo de la orquesta acompañaba con su dulce cobijo la sucesión de melodías de aquella flauta, cuyos tres movimientos alcanzaron una prolongada ovación, de esas que hacen desear la repetición de la experiencia. Sin embargo, Villanueva, a pesar de los aplausos, no nos regaló ni una pieza más, tal y como algunos solistas acostumbran agradecer la entrega del público.15055886_1193237707388927_6950786601569989600_n

Tras el breve intermedio, llegó el tiempo para el estilo norteamericano. El primero en acudir a escena fue Leonard Bernstein, que hizo gala de su sinfonismo con su voluptuosa “Suite de West Side Story”, entre delicados rumores compartidos de violines, violas y toda la sección de cuerdas, así como la festiva aparición de percusiones y metales, que con toda intención, movieron la energía a otro nivel. La exigencia de la interpretación era muy alta, pero era evidente el dominio y el conocimiento del maestro invitado, ya que cada instrucción o hasta una pequeña insinuación de su batuta era fielmente seguida por una sinfónica concentrada en interpretar tan felices ritmos.

Después de dichas danzas sinfónicas, llegó el turno final con la obertura “The Cowboys” de John Williams (que fungió como banda sonora del filme homónimo), con ese suyo y tan particular estilo cinematográfico, reflejando el heroísmo habitual de sus creaciones, mostrándonos el horizonte, como él lo veía, de aquella tierra suya, lejana en el tiempo, lejana en el recuerdo, pero presente para nosotros en tan afortunado encuentro. ¡Bravo!

Si te perdiste del concierto, ¡aquí puedes ver la grabación en vivo! 

 

 

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