¡El Verano del Amor vive!

A 50 años del movimiento contracultural de 1967

En este verano del 2017 se cumplieron 50 años del denominado “Verano del amor”, que aconteciera durante esta misma estación pero del año 1967, específicamente en el área de San Francisco y Monterey, en el estado de California, E.U.A. El “Verano del amor” aglutinó masivamente a millares de personas en torno a una idea, a un concepto, que a la postre se convertiría en epítome del movimiento hippie de los sesentas, una contracultura que habría de influenciar no sólo los aspectos sociales predominantes de la época, sino que inclusive marcó una corriente en la cultura pop que se extendió a todas las disciplinas y que tiene repercusiones aún en nuestros días.

Sus antecedentes comienzan a principios de enero de 1967, cuando en el Golden Gate Park se realizó el festival Human Be-In, celebración con música, lecturas de poesía, convivencia pacífica, protesta contra la guerra de Vietnam y, por supuesto, experimentación con drogas.
El evento fue inaugurado por Allen Ginsberg y Gary Snyder, escritores miembros de la Generación Beat, quienes soplando a través de una caracola hicieron un simbólico llamado a los jóvenes de todo el mundo, para encontrar el camino de una nueva espiritualidad, cambiar los paradigmas del pensamiento y encontrar una nueva filosofía de vida.

Dicha filosofía encontró su forma definitiva en el mes de junio; Los Beatles habían lanzado el Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band, álbum mítico y parteaguas musical en todos los sentidos, desatando la psicodelia en todo el mundo. Ese mismo mes, se realizó la primera transmisión en vivo vía satélite, donde figurarían varias personalidades de la música de distintos países. Sin embargo, lo más recordado es la participación del cuarteto de Liverpool interpretando la canción que más tarde se convertiría en himno de toda una generación y que proporcionaría el lema que engloba el sentimiento de toda una época: All you need is love (Todo lo que necesitas es amor).

Al mismo tiempo, durante el ´67 en el espectro musical del mundo se encontraban álbumes tan significativos como el Surrealistic Pillow de Jefferson Airplane, el primer disco homónimo de The Doors, el Are you experienced? de Jimi Hendrix, Younger than yesterday de The Birds (que contenía el single Renassaince fair, himno del flower power); por el lado de los británicos, Disraeli Gears de Cream, His satanic majesties request de Los Rolling Stones, y nada más y nada menos que The Piper at the gates of dawn, de Pink Floyd. ¡El verano del amor había comenzado!

Con todas esas influencias musicales, y la experimentación con drogas en pleno apogeo, la psicodelia en todas sus formas constituyó una identidad para los hippies, que tenían su propia manera de vestir, de hablar, de convivir –era el tiempo de las comunas y el amor libre-, la revolución sexual estaba destruyendo tabúes y la nueva manera de pensar rompía barreras políticas e ideológicas. De pronto, hacer el amor y no la guerra fue lo más sensato que se había escuchado en el mundo después de muchos años, ya que aparte del sexo, las drogas y el rock and roll, el movimiento hippie adoptó la espiritualidad como una manera de ver hacia el interior de uno mismo y explorar las relaciones interpersonales y con la madre tierra también –apenas nacía la ecología-, es decir, gran cantidad de esos preceptos habían sido retomados de diversas religiones orientales, en especial del budismo.

Era la época en que muchos se convirtieron en seguidores del Maharishi Yogi, como Los Beatles, que viajaron a la India para empaparse de sabiduría –más tarde todo resultó un fraude-, la juventud escuchaba la cítara de Ravi Shankar y algunos jóvenes estudiantes universitarios vieron en Timothy Leary al gurú del autodescubrimiento y exploración de otras puertas de la percepción (como diría Huxley), por medio del LSD.

Esto y más habría de confluir en un solo espacio, que a la postre constituiría todo un hito del verano del amor: el Monterrey Internacional Pop Festival. A mediados de junio de 1967, en la localidad campirana de Monterey, California, un grupo de músicos organizó un festival de música, el Monterey International Pop Festival, en cual la premisa era que todas las ganancias serían donadas con fines caritativos. Todas las bandas tocarían gratis y la entrada costaría un dólar. Ese concierto es el símbolo más poderoso e identificable del “Verano del amor”, ya que durante el fin de semana del 16 al 18 de junio, 200,000 personas peregrinaron hacia el sitio del festival, en total comunión y armonía para con sus semejantes.

El evento fue histórico por esto y más, debido a que también grandes leyendas del rock se dieron a conocer ahí, y otras se consolidaron aún más. El programa musical incluyó músicos de la talla de The Mamas and the Papas, Otis Redding, Booker T and the MG´s, The Who, Jimi Hendrix Experience, Janis Joplin con Big Brother and the holding company, Jefferson Airplane, The Grateful Dead, The Byrds, Canned Heat, Ravi Shankar, The Steve Miller Band, Lou Rawls, Buffalo Springfield, Country Joe and the fish, Simon & Garfunkel, Crosby, Stills & Nash, Eric Burdon and The Animals, el trompetista sudafricano Hugh Masekela, Scott McKenzie, etc.

No solamente fue el primer festival musical de su tipo (sin intenciones lucrativas), sino que mezcló todo tipo de géneros, desde folk, blues, jazz, rhythm and blues, soul, pop, rock psicodélico y música hindú. Todo esto además fue filmado por el cineasta D.A. Pennebaker, quien realizó el famoso documental Monterey Pop, que salió a la luz al siguiente año, 1968. Este festival sirvió como modelo a lo que más tarde sería Woodstock, en 1969. Durante esos maravillosos y gloriosos tres días, la policía reportó que no hubo ningún muerto, ni heridos, cero arrestos, nada de violencia y ninguna sobredosis. El penúltimo artista en presentarse en el festival, antes de The Mamas & the Papas, fue Scott Mckenzie, quien cantó un tema de John Phillips (líder de la banda antes mencionada) que se convertiría en símbolo de esa época: “Si vas a San Francisco / Asegúrate de usar flores en tu cabello / Si vas a San Francisco / Vas a encontrar allí gente amable”, comenzaba la canción, que prometía un verano lleno de amor.

Unos 100.000 jóvenes de todas partes del mundo le hicieron caso y se reunieron en esa ciudad californiana hasta principios de octubre del 67. Lo que en Monterey adquirió un carácter público y popular, ya se había gestado en otro lugar a nivel cotidiano, en San Francisco, en la confluencia de las calles Haight y Ashbury, cuna y hogar del movimiento hippie. La meca de revolución espiritual y de la mente.
En ese hervidero de la bahía californiana nació el movimiento por la libertad de expresión, en la Universidad de Berkeley, dirigido por estudiantes cada vez más conscientes de su entorno. Además, la librería City Lights de Lawrence Ferlinghetti –que publicó a la Generación Beat y a Charles Bukowski- estaba en esas mismas calles.

Ahí, un grupo de teatro experimental llamado The Diggers (Los excavadores), en 1967 abrió tiendas de ropa sin precios, donde la gente entraba y se llevaba lo que quería sin más. Este nombre lo tomaron a su vez de otro movimiento de Inglaterra en el siglo XVII que reclamaba la tierra para los campesinos, y que buscaba abolir toda forma de compra-venta. Los Diggers del ´67 incluso escenificaron “La Muerte del Dinero”, organizando una procesión con la marcha funeraria de Chopin de fondo, mientras quemaban dinero por las calles.

De la comuna y grupo teatral de Los Diggers emergió el famoso actor Peter Coyote, y más tarde ese mismo año, ante la comercialización y represión policíaca ordenada por el entonces gobernador de California, Ronald Reagan, decidieron representar otro cortejo fúnebre llamado “La muerte del Hippie”, el 6 de octubre de ese mismo año. Vaticinaron de alguna forma la debacle que vendría algunos años después. El sueño estaba terminando, el verano del amor llegaba a su fin, las utopías que por un momento fueron posibles terminaron por sucumbir ante el embate de la sociedad conservadora. No fue el LSD ni la marihuana lo que provocó su fracaso, sino las mentes estrechas incapaces de crear un mundo mejor –como hasta ahora-.

La experiencia no tardó en disolverse, pero antes dejó marcadas para siempre muchas esferas de la vida cultural y social del mundo. Los objetivos políticos fallaron (la guerra de Vietnam no terminó sino hasta los setentas), pero no así los culturales, desde la música hasta el arte y la moda, las relaciones humanas, la sexualidad, la diversidad racial y étnica o la actitud hacia las drogas. Una estética reprimida y olvidada como fue la psicodelia, marginada como antiacadémica por el purismo estético y conceptual del minimalismo, el Pop Art y el conceptualismo de entonces, aún encuentra eco en la juventud actual, que desempolvó esos viejos valores e incorporó parte de ese espíritu dentro de sí mismos. No todo está perdido, aunque sean –seamos- una minoría.

Las pruebas están ahí: las ganancias del Monterey Pop Festival desde hace 50 años se vienen destinando para causas benéficas a través de la fundación del mismo nombre; es decir, a pesar del capitalismo devorador que lucra con la nostalgia lo hecho en ese entonces aún repercute hasta nuestros días. ¡El verano del amor vive!

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