1968: El año que conmocionó al mundo

Una reseña del libro de Mark Kurlansky en el 50 aniversario del ´68.

Mil novecientos sesenta y ocho fue el año más sangriento en la historia de la Guerra de Vietnam; es el año de los asesinatos de Bobby Kennedy y Martin Luther King; de los movimientos estudiantiles en Estados Unidos, México, Francia, Alemania y Polonia; de las Olimpiadas de la Ciudad de México y la matanza de Tlatelolco; de los disturbios raciales en ciudades estadounidenses; de la Primavera de Praga y de la invasión soviética a Checoslovaquia; de la misión Apolo 8 y del primer vuelo tripulado alrededor de la luna.

Para celebrar el aniversario número 50 de aquel año en el que “mayo duró 12 meses”, les recomiendo esta obra del historiador Mark Kurlansky, quien recorre cada una de las estaciones del 68, relatando los acontecimientos importantes que sacudieron el mundo. Pero no es sólo eso, sino que para comprender cada suceso y fenómeno, nos cuenta los antecedentes que llevaron al fatídico año, así como las consecuencias que tendría a corto y mediano plazo.

La portada del libro.

“Cuatro factores históricos confluyeron para crear 1968: el ejemplo del movimiento por los derechos civiles, que en su momento era tan nuevo y original; una generación que se sentía tan diferente y alienada que rechazaba toda forma de autoridad; una guerra tan universalmente odiada alrededor del mundo que dio una causa a los rebeldes que buscaban alguna; y todo esto sucediendo al tiempo que la televisión llegaba a la mayoría de edad, pero era todavía lo demasiado nueva como para ser controlada, destilada y empaquetada como lo es ahora.”

La historia, cultura y contracultura de los 60 son de mis temas favoritos, y algo ya sabía al respecto. Aún así, el libro fue una gran fuente de información sobre muchos asuntos de los que no sabía casi nada. Por ejemplo, ignoraba que el movimiento estudiantil polaco había sido tan grande e importante, y desconocía los detalles de lo ocurrido en lugares como Alemania, Inglaterra, Italia o Canadá. Como era de esperarse, el autor dedica el foco principal de su obra a lo acontecido en Estados Unidos. De hecho, el libro está estructurado más o menos así: un capítulo para EUA y otro para algún otro país, intercalados.

El libro da perfiles muy completos de algunos de los protagonistas de aquel año, como Martin Luther King, Betty Friedan, Abbie Hoffman, Lyndon B. Johnson, Charles De Gaulle, Alexander Dubček, Daniel Cohn-Bendit, Richard Nixon y otros tantos que no conocía ni de nombre. Aunque, debe recordarse, que el 68 no fue creación de individuos particulares, sino de grandes movimientos colectivos, que se negaban a tener líderes sino voceros.

Richard Milhous Nixon

Muchos de los movimientos que llegaron a convertirse en manifestaciones y plantones que paralizaron ciudades empezaron con sucesos anecdóticos. Fue la represión gubernamental, la falta de comprensión por parte del poder hacia el fenómeno social que estaban enfrentando, lo que los llevó a una escalada que no se detuvo hasta que uno de los dos lados golpeó tan fuerte que el otro no pudo golpear de vuelta.

Por supuesto, yo esperaba con ansias llegar al capítulo sobre México. Éste inicia de forma algo torpe, con un innecesario recuento de la Revolución Mexicana (relevante para entender al PRI, supongo), que además contenía un par de errores factuales, referentes a las muertes de Madero y Villa. Sin embargo, fue muy interesante leer sobre lo que pasó en la capital de nuestro país desde la perspectiva de un estadounidense. Me llamó la atención que a él le llamara la atención que en los círculos educados de México la tradición intelectual francesa tuviera tanta relevancia e influencia. Es cierto: en los libros y memorias que he leído sobre el 68 mexicano siempre se menciona el mayo francés y a intelectuales galos como las principales influencias externas del movimiento estudiantil nacional.

Las Olimpiadas de México ´68

A Kurlanksy le extraña que lo ocurrido en Berkeley, Columbia y Chicago, mucho más cerca en la geografía, no estuviese más presente en el imaginario mexicano. Lo ocurrido en México sobresale también por la violencia. Kurlanksy opina que el error de todos los gobiernos del mundo ante los movimientos estudiantiles fue el reaccionar con violencia represiva, pues ello sólo enardeció más a los rebeldes. Pero en Estados Unidos los hippies y manifestantes anti-guerra eran “sólo” apaleados y encarcelados (a los afroamericanos sí los mataban); en Francia hubo sólo tres muertos a pesar de la brutalidad policiaca; y hasta los soviéticos que invadieron Checoslovaquia mataron a menos personas que el gobierno mexicano durante el 68.

Pero no se crea que el libro trata solamente de hippies pachecotes y manifestaciones estudiantiles. Otros aspectos importantes de la geopolítica de los 60 son abordados, como la situación de Israel, la guerra en Biafra, el gobierno de Pierre Trudeau en Canadá y la consolidación del régimen castrista en Cuba. Tampoco podría dejar de lado la parte cultural, con la música, los libros y el cine que hicieron historia, la forma en la que la TV estaba cambiando la manera en que la gente se informaba, o cómo las drogas recreativas constituían el corazón de un auténtico movimiento cultural. El arte, la música y la literatura fueron fundamentales para expresar y construir el espíritu de la época. Las canciones de protesta eran popularizadas por estrellas de rock; se representaban obras de teatro que cuestionaban el statu quo; los jóvenes encontraban inspiración en las obras de generaciones pasadas; 1968 fue quizá el último año en el que la poesía dio best-sellers

La segunda ola del feminismo, nos cuenta Kurlansky, irrumpió en el imaginario estadounidense en 1968 con la manifestación de feministas radicales a las afueras del certamen Miss América. Antes de eso, el movimiento era poco conocido para el gran público, que consideraba que el feminismo había logrado sus objetivos a principios de siglo, con el derecho al voto. La incomprensión general de la población hacia el feminismo es muy similar a la de hoy en día, en que muchas personas piensan que ulteriores luchas por los derechos de las mujeres son innecesarias. La mayoría de los movimientos sociales de protesta de aquellos años eran bastantes sexistas para estándares actuales. Los voceros eran siempre hombres y dejaban a las compañeras de lucha en lugares secundarios, casi como secretarias y asistentes de los luchadores sociales. El mismo Martin Luther King, famoso por sus infidelidades, opinaba que era mejor para las mujeres estar en casa y dejar la lucha a los hombres.

En Europa, la obra de Simone de Beauvoir inició la segunda ola con más de una década antes de que en Estados Unidos hiciera lo propio Betty Friedan. Estas pensadoras, y otras tantas, dieron a las mujeres de los 60 el vocabulario y los conceptos que les permitieron comprender las relaciones de poder entre géneros y cómo afectaban sus vidas. Y ya desde aquellos años se perfilaba una diferencia entre los movimientos liberales y los radicales dentro del feminismo.

Protesta en París, Francia.

El libro cierra con reflexiones sobre lo que ha significado el 68 para la posteridad. No cambió el mundo como muchas personas, en ingenuo optimismo, esperaban. El ejército estadounidense no volvió a imponer levas obligatorias, pero no dejó de invadir otros países; sólo aprendió cómo vender mejor sus guerras a la opinión pública. Más de una década del movimiento por los derechos civiles, además de las recientes manifestaciones masivas y los disturbios en las ciudades estadounidenses, provocaron una reacción conservadora de la sociedad estadounidense, que llevó a la victoria a Richard Nixon y a la reconfiguración del Partido Republicano como una organización eminentemente de derechas que todavía capitaliza el voto de los blancos racistas.

Sin embargo, muchas cosas cambiaron. Los sesentayocheros no “se calmaron”; algunos se radicalizaron y se volvieron guerrilleros, otros continuaron siendo activistas y muchos más se convirtieron en escritores, periodistas y profesores universitarios, y siguieron trabajando, a su manera, para cambiar al mundo. Estados Unidos y la Unión Soviética tenían autoridad moral en sus respectivos bloques; después del 68, con las atrocidades en Vietnam y la brutal represión de la pacífica Checoslovaquia, la perdieron. El mayo parisiense revolucionó la sociedad francesa. En México, la matanza de Tlatelolco fue el principio del fin para el PRI.

La portada del libro en inglés.

El libro fue publicado en 2004, así que el autor no tenía ni idea de que 2011 sería otro annus mirabilis, en el que miles de personas en decenas de ciudades en todo el mundo participaron en diversos movimientos de protesta contra el statu quo. Aquél fue el año de la Primavera Árabe, el movimiento de los Indignados en España y el Occupy Wall Street, por mencionar a los más importantes (el año siguiente, México tendría su Yo Soy 132).

Hay varias similitudes entre estos movimientos juveniles y los de los 60. Por ejemplo: el nuevo medio de comunicación del siglo XX, la televisión, fue uno de los factores más importantes que permitieron que los movimientos juveniles, a pesar de sus especificidades locales, tuvieran muchos rasgos comunes a nivel global. Internet jugó un papel análogo en 2011. Si los sesenta tuvieron el Movimiento por los Derechos Civiles, los dosmildieces han tenido Black Lives Matter; ambos surgieron bajo gobiernos de corte liberal y enfrentaron la reacción ultraconservadora encarnada en la figura de un nuevo presidente de derechas. Aunque, claro, la estatura intelectual y política de Nixon está muy por encima de la de Trump.

En Polonia y Checoslovaquia se acusó a los jóvenes del 68 de ser burgueses contrarrevolucionarios; en Occidente se les acusó de estar manipulados por el comunismo internacional; en México se hablaba ora de complots orquestados por Estados Unidos, ora de manipulaciones de la Unión Soviética. La realidad, como en 2011, es que ninguna mano movía los hilos. Se trataba de un fenómeno generacional, espontáneo, sin jerarquías y de alcance global.

Protesta en Alemania.

Tanto en 1968 como en 2011 los jóvenes se alzaban contra el autoritarismo y los abusos del poder, y buscaban una transformación total de la vida social. Por eso fallaron; querían abarcar mucho y apretaron muy poco. El lema del mayo francés “Seamos realistas y pidamos lo imposible” refleja el sentir de la época. La teoría marxista, que guiaba movimientos de más larga trayectoria y con raíces más profundas, dictaba que primero había que construir bases y desarrollar bien una ideología. Por eso los movimientos obreros nunca pudieron entenderse bien con el de los chicos universitarios de clase media.

Así, el libro contiene lecciones valiosas para las generaciones que quieran hacer el intento de cambiar el mundo. Qué estrategias resultaron efectivas, qué errores se cometieron, qué abusos por parte del poder no se pueden permitir otra vez, en qué promesas ya no se puede confiar más, pero, sobre todo, cómo la fuerza de la juventud, impulsada por ideales, es capaz de poner de cabeza el orden social y sembrar las semillas de cambios venideros.

Como Camus escribió en El rebelde, aquellos que anhelan tiempos pacíficos en realidad anhelan ‘no el alivio, sino el silencio de la miseria’. Lo emocionante del año 1968 fue que se trató de un tiempo en el que segmentos significativos de la población de todo el globo se rehusaron a permanecer en silencio respecto a lo mucho que estaba mal en el mundo. No pudieron ser silenciados. Había demasiados de ellos y, si no se les daba otra oportunidad, se pararían en las calles y gritarían al respecto. Esto dio al mundo un sentimiento de esperanza que rara vez ha tenido, un sentimiento de que, donde haya injusticia, siempre habrá gente que la expondrá y tratará de cambiarla.”

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