Los seis episodios de esta maravilla están disponibles en Netflix.
Dice la escritora Rosa Montero en un artículo publicado en El País: “Qué difícil nos es la travesía de la muerte. Y sin embargo no es posible vivir con serenidad y con plenitud si no se alcanza antes de cierto acuerdo con la muerte, con la propia y con la ajena”. Tanta razón en un solo párrafo. Estar en paz con la muerte significa llegar a acuerdos con ella, a aceptarla como parte intrínseca de la vida, como algo inevitable con lo que habrá que lidiar en algún momento. Pero su llegada siempre trae consigo una carga importante de trastornos, sobre todo cuando al marcharse se lleva para acompañarla en el camino a una persona que ha sido importante, determinante en nuestra vida. La serenidad de la que habla Montero viene después de lo que puede ser un largo proceso de duelo, de tristeza, de aprender a vivir en la nueva realidad sin que esa persona que ocupaba nuestra cotidianidad esté alrededor.
De lo anterior va After Life…
After Life es una mini serie que cuenta la historia de Tony, un hombre común que ha perdido toda esperanza con la muerte de Lisa, su mujer, su mundo. Desde el primer capítulo uno entiende que a ambos personajes los unía una relación de complicidad, profunda, significativa, que fue interrumpida por una enfermedad mortal. La pérdida sume a Tony en una honda depresión que viene acompañada de un desprecio por la vida, pues para él seguir existiendo en un mundo sin Lisa es un sinsentido con el que debe lidiar todos los días. Para hacerlo decide convertirse en un personaje odioso, amargado, que abre la boca para provocar a cualquiera que se le atraviese en el camino; al mismo tiempo, lucha contra un demonio interno que le susurra constamente al oído la idea del suicidio. Consciente de lo que podría atrevesar su marido, Lisa deja una serie de videos en los que le habla para acompañarle en el duelo. En un principio, estas grabaciones parecen ser la única ventana que Tony tendrá para pasar de la tristeza a la resignación y poder continuar a pesar de lo que ha perdido.
Pero para tal proceso también influirá el contexto muy particular en el que se desenvuelve Tony y los personajes que le rodean. Habitante de un pequeño poblado inglés, su labor diaria consiste en escribir historias para el periódico local el cual dirige su cuñado. Historias inverosímiles, propias de una localidad pequeña, serán un antídoto para el dolor pues comienzan a adquirir un nuevo significado en el reportero que comienza a mirarlas como historias de vida, de gente que se aferra a ellas, por más fantasiosas que sean, para darle un sentido y un significado a su propia existencia.
A ello hay que añadir a las personas que se cruzarán por su andar diario: un terapeuta que no parece estar interesado en ayudarle para salir de su tristeza, una viuda que se encuentra con él en el cementerio y quien entiende perfectamente que el dolor es algo con lo que hay que saber vivir, una joven reportera a la que tiene que enseñar el oficio de contar historias aparentemente insignificantes, una secretaria que representa todo lo que él dice odiar, un fotógrafo que le acompaña en el trabajo diario y cuyo silencio se convierte en un apoyo importante, una prostituta que se termina convirtiendo en una amiga, un drogadicto que le muestra que se pueden alcanzar fondos aún más profundos del que él ha tocado, un cuñado que por alguna razón le quiere y aprecia, un cartero perezoso, su adorable sobrino, su padre que padece Alzheimer y su enfermera, un perro que le muestra que también existe el amor sencillo, incondicional y capaz de acompañarle hasta el final a pesar de cualquier circunstancia.
Ricky Gervais escribe y dirige una serie en la que vierte una auténtica concepción del mundo, de la vida y de la muerte. No extraña que Tony, como lo es Gervais, sea ateo y que tal noción de las cosas impregne todo el guión de After Life y la convierta en un producto sumamente diferente en relación a otros que han girado alrededor de la muerte, pues aquí no hay una visión del más allá o de la esperanza de una vida eterna más allá de la tumba. El cementerio representa un final para los que se van, pero también para los que se quedan sin el falso anhelo de un reencuentro posterior. Tony mira constantemente a su esposa muerta a través de la pantalla de su computadora porque sabe perfectamente que es la única forma de perpetrarla en su memoria mientras él esté en el planeta. “Prefiero estar en la nada con ella que en algún lugar sin ella”, recita un Gervais cuyo personaje proyecta un dolor inaguantable y una tristeza que esconde atrás de un sentido del humor irónico, ácido y oscuro.
Porque aunado a todo lo anterior la serie está contada en un tono de comedia, llena de situaciones hilarantes que permiten que cada episodio desborde humanidad y en los que la falsa corrección política está ausente. Uno como espectador agradece la posibilidad de mirar y seguir a personajes que no se callan lo que piensan y exponen argumentos a través de diálogos perfectamente escritos y en los que Gervais vierte toneladas de inteligencia, humor y sobre todo honestidad. Episodios en los que la gente aprende a saber llevar su vida, a estar en la cima y luego en los agujeros que el tiempo nos presenta de manera constante e impredecible.
After Life explora el dolor, la pérdida y las formas de sobrevivir a ellos. Amos Oz decía: “Cuando se te muere alguien, un padre, un hermano, alguien cercano a tu corazón, tú recoges ese muerto y lo metes dentro de ti, lo introduces en tus entrañas y te quedas embarazado de ese muerto para siempre jamás”. La serie plantea precisamente esa dolorosa preñez con la que se vive por el resto de la existencia y la forma de hacerla parte de uno para poder continuar, añadiendo que algún día quizá nuestro recuerdo también embarazará a alguien más y que, tal vez, nuestra única responsabilidad cuando se quiere a alguien consiste en que esa memoria esté cargada de momentos que hagan sentir a quien nos lleve dentro que valió la pena el haber coincidido por un segundo de tiempo en el espacio infinito por el que trascurre toda la vida.