La serie se encuentra disponible en Netflix.
Recientemente se estrenó en streaming la serie Tijuana como un homenaje al quehacer periodístico, sobre todo a partir del asesinato del candidato del PRI Luis Donaldo Colosio en Lomas Taurinas en 1994. La serie cuenta la historia de un grupo de periodistas de investigación que tratan de descubrir la verdad detrás del homicidio de un candidato y las consecuencias que traerá consigo la cobertura de esa historia.
La serie abre con una marcha silenciosa sobre la avenida principal de la ciudad, en protesta por el asesinato del fundador del semanario Frente Tijuana: Iván Rosas; una vez que llegan a la sede del poder ejecutivo, hacen un pase de lista de los periodistas (estos de la vida real) que cayeron abatidos por el narcotráfico o por sicarios de los partidos políticos y empresariales. Acto seguido, vemos el asesinato del candidato a la gubernatura del Estado, cuya cobertura desenmascara una serie de conexiones entre el narcotráfico, las prebendas empresariales y el ajedrez político.
El candidato asesinado será el detonante para descubrir cómo su plataforma de campaña, emanada de un gremio de obreros de las maquiladoras, afecta los cientos de casinos, tráfico de personas, consumo de drogas y una intrincada red de complicidades institucionales para convertir a la ciudad en el paraíso de la delincuencia organizada. El camino que recorren los periodistas estará plagado de amenazas, secuestros y advertencias de las fuerzas policiales y criminales para que detengan las investigaciones en torno al caso.
Frente Tijuana se mantiene con el pago de suscripciones y una escasa publicidad empresarial, ya que la línea editorial que manejan y el compromiso con la verdad los deja fuera de los presupuestos de publicidad gubernamental y municipal (como ocurre en muchos estados donde el silencio y la ausencia de investigación periodística se debe a la necesidad de permanecer en el presupuesto de Comunicación Social).
Esos recursos destinados a mantener en silencio a los medios de comunicación, estrategia tan efectiva que va desde la asignación de dinero mensual hasta la entrega de sobres manila a reporteros en las jefaturas de prensa, han convertido muchos medios en reproductores de boletines y nada más. Una frase que enmarca esto en la serie la pronuncia la contadora del semanario: “vale más un puesto de quesadillas en la calle que nuestro negocio”.
Pese a estas adversidades, en los once capítulos que componen esta temporada vemos cómo avanzan en la cobertura de la información: sus relaciones con los presidentes de partidos políticos, empresarios corruptos, polleros taimados, jefes de prensa de las dependencias de seguridad, conexiones donde menos creen y que irán revelando fragmentos del panorama completo sobre el asesinato de un candidato que podría cambiar el rumbo de una ciudad tan golpeada por la violencia desde principios del siglo XX.
Para quienes están interesados en conocer más sobre cómo funcionan los medios de información, la serie nos permite asomarnos a esas interminables reuniones para decidir el enfoque de una nota, las jornadas de sus reporteros que al salir de la redacción no terminan si aparecen nuevas pistas a seguir y la violencia que envuelve al oficio en el norte del país.
A quienes crean que esto es una ficción, pueden consultar en internet la historia del semanario Zeta y de muchos otros medios que cerraron ante la inseguridad que los rodeó, la negativa del gobierno a protegerlos y cómo se siguen valiendo de estrategias como bloquear el acceso al papel, a las imprentas, exigir auditorías, etcétera. Y todo para impedir que un periódico circule al no convenir a sus oscuros intereses. Hoy, más que nunca, alcanzar el ideal de verdad es el negocio más peligroso para ejercer.