Puedo leer la Biblia, Homero o Dylan Dog durante días y días sin aburrirme. Umberto Eco
El alba de los muertos vivientes
¿Qué sucede si juntamos a Sherlock Holmes, Groucho Marx y Edgar Allan Poe en una licuadora? Tenemos, sino al mejor cómic italiano, al menos a uno de los más populares y entretenidos. Dylan Dog es sin duda alguna la mayor referencia que tenemos acerca del misterioso y paranormal mundillo del spaghetti cómic. Corrían los gloriosos años 80 y para Tiziano Sclavi, un escritor fanático del giallo y las películas de explotación gore (tan abundantes en su país natal), la idea de contar historias en donde pudiera desatar todas sus anormales influencias no dejaba de atormentarlo por las noches. Afortunadamente, la editorial Sergio Bonelli Editore se encontraba a la búsqueda de un título para iniciar una línea de fumetti inclinada al horror y la fantasía.
Decidido a armarla en grande, Sclavi desarrolló la idea de narrar las aventuras de un detective venido a menos, cuya reputación sólo le permite trabajar en los casos más descabellados e improbables. Tomando el nombre del poeta Dylan Thomas (igualito que hiciera el cantante Bob Dylan), decide nombrar Dylan Dog al investigador, un exmiembro de Scotland Yard, exalcohólico, lleno de temores y fácilmente enamoradizo, quien tiene cierta facilidad para toparse con casos paranormales y sobrenaturales, de los que no siempre sale airoso o cuerdo.
A fin de encontrarle alguna referencia, Dylan Dog podría considerarse una versión de Scooby Doo para gente inteligente, pues a pesar de los elementos fantásticos y sobrenaturales que definen la obra, el cómic mantiene un discurso sobre la naturaleza humana, en donde lo monstruoso no es lo paranormal sino lo bajo que puede caer el alma de algunas personas. Dylan Dog representa la búsqueda interminable de belleza (entendida como lo bueno) en un universo lleno de una fealdad anímica muy superior a la fealdad física.
La belleza del demonio
Pero el punto fuerte del cómic es la calidad de los personajes de apoyo, quienes mantienen una personalidad tan sólida y completa que muchas veces eclipsan al personaje principal. Así tenemos que el ayudante de Dylan Dog es nada menos y nada más que el mismísimo Groucho Marx, o por lo menos su mejor imitador.
Los chistes ingeniosos y una retórica inesperada definen el tono de las historias que encontramos en este cómic y es gracias a estas características que se diferencia de otros cómics con temáticas similares. La presencia del más conocido de los hermanos Marx imprime una bocanada de surrealismo que equilibra la presencia de lo fantástico, haciendo del cómic un referente cultural y dotándolo de un valor artístico más completo.
Otro personaje es el inspector Bloch –obvia referencia a Robert Bloch, creador de Psicosis y miembro del círculo de Lovecraft-, quien representa a la figura paterna en el alocado mundo de Dylan Dog. Siendo el exjefe de Dylan, el inspector es el ancla que lo mantiene atado a la realidad, pues en un mundo lleno de vampiros, zombies y enanos sería fácil deschavetarse y perderse en la noche de los tiempos.
Las mujeres son un ingrediente abundante en la fabulosa vida de Dylan Dog. Curiosamente siempre termina enamorado de ellas y, paranormalmente, ellas se enamoran de él, aunque muchas veces es debido a que son súcubos sedientos de atraer a Dylan hacia la perdición de su alma o de su “inocencia”. El supuesto parecido físico de todas ellas con la madre de Dylan, convierten a la obra en un paciente digno de psicoanálisis, en donde el complejo de Edipo se acentúa al ser el padre de Dylan su peor enemigo.
El regreso del monstruo
Dylan Dog, aparte de ser un cómic con personalidad y méritos propios, es también un crisol de referencias culturales interminables. El cine y la televisión se encuentran representados ya sea en los títulos de cada historia o de plano en secuencias dentro de las páginas, como esa en donde Dylan juega ajedrez con la muerte (en clara alusión a la película sueca El Séptimo sello); vale la pena mencionar que Dylan Dog vive en el número 7 de la calle Craven, bautizada así en honor a Wes Craven, director de clásicos del cine de horror como Nightmare on Elm Street, Scream y The hills have eyes. La pintura juega un papel preponderante ya sea en menciones a Picasso o Dalí, o por adornar la escenografía dentro de las historias.
La literatura se encuentra representada en los nombres de los personajes o por reinterpretar pasajes clásicos de los géneros de terror y suspenso, además de ser el esqueleto que mantiene de pie a la serie en sus centenas de números publicados. Siendo Dylan Dog un personaje tan seductor y una obra tan completa, no es de extrañar que se convirtiese en influencia para otros creadores. Es notorio el parecido con Hellboy de Mike Mignola, al grado que fue el artista elegido para realizar las portadas en la efímera publicación de las aventuras de Dog en Estados Unidos. Clásicos contemporáneos como Planetary también recorren el camino arado por Dylan Dog. “Es un mundo extraño, mantengámoslo así” fue una frase que Sclavi no escribió pero que Dylan Dog vive en cada una de sus aventuras, en las que a pesar de combatir todo tipo de criaturas imposibles nunca hace nada por indagar su origen o por acabar con ellas de una vez por todas.
La zona del crepúsculo
A pesar de todo lo anterior, Dylan Dog no es un cómic que haya podido traspasar fronteras, teniendo que conformarse con ser una obra de culto fuera de su natal Italia, porque dentro de ella es una de las publicaciones con mayor tiraje y uno de los personajes más populares, lo que acentúa la rareza del hecho de que no haya dado el brinco a otros medios de comunicación como cine o televisión.
En Estados Unidos muchos le achacan el fracaso a que no se respetó la obra: debido a problemas legales, el personaje de Groucho Marx fue depilado y reducido a un desconocido “Felix” que mataba la intención multicultural del cómic y eliminaba el contexto artístico que hacen de Dylan Dog una obra única.
La película que se hizo en 2011, Dylan Dog: Dead of night, estelarizada por Brandon “Superman” Routh, no ayudó tampoco al personaje, pues es somnífera y nunca aparece un personaje que verdaderamente recuerde a Dylan Dog. Es una lástima, pues fue una oportunidad desaprovechada para tener una buena cinta de detectives paranormales.
México goza de una oportunidad con la publicación de las aventuras del detective en un formato idéntico al original. Lo que es bueno para los coleccionistas empedernidos, se convertirá en su lápida si las ventas no lo favorecen, pues iniciar una colección desde el número 1, para un título tan longevo, realmente pone a prueba la capacidad de seguimiento del lector promedio. Sin embargo, sea larga o corta su vida en nuestro país, su publicación es ya un hito para el cómic de licencia, una oportunidad para conocer otro tipo de cómic.