La obra de Murmurante Teatro se presentó en la MNT 2019 en Colima.
Fotos: José Jorge Carreón
En representación de Yucatán, el sábado 30 de noviembre participó en la 40 Muestra Nacional de Teatro en Colima la puesta en escena El silencio que abrasa, de Murmurante Teatro, que tiene en su trayectoria las obras, Manual de cacería, Sidra Pino y Las constelaciones del deseo, entre otras, con textos no convencionales en su formato y orientados a generar procesos de investigación sobre injusticias sociales y los estereotipos que causan ciertas formas de discriminación. El silencio que abrasa parte de una narrativa autorreferencial que tiene como eje el duelo de la codirectora de Murmurante Teatro, Ariadna Medina, por la muerte de su madre a causa de un cáncer cerebral. Luego de que su progenitora padeciera esa larga y difícil efermedad, la protagonista recibió la dolorosa noticia cuando cuidaba a sus hijos pequeños. La pregunta que se quiere responder es: ¿dónde se coloca el dolor de una pérdida?
Al inicio de la función escuchamos el sonido del mar mientras al fondo se proyecta sobre una pantalla grande el universo exterior. Ariadna sentada frente a su atril se levanta e inicia la narración de su historia. Con ayuda de una mesa y una cámara go-pro que transmite las imágenes a la pantalla mencionada, Medina va compartiendo piezas de su archivo personal: fotografías de su madre y otras de la familia. En un momento dado vierte arena contenida en dos jarrones pequeños. Sobre la arena escribe palabras y dibuja figuras con sus dedos que nos remiten a su autobiografía.
Medina nos cuenta cómo se conocieron su madre, originaria de Sinaloa, y su padre yucateco. Habla de cómo se casaron, vivieron un tiempo en el norte y luego se mudaron a Yucatán donde su madre vivió con la pena de estar lejos de su tierra y de los suyos. Comparte una temporada en la que ella y su familia residieron en Sinaloa, su primer acercamiento a la muerte cuando presenció el accidente de un niño en la playa. A esto suma referencias a la migración forzada de los yaquis a Yucatán, donde fueron vendidos a los hacendados, brutalmente maltratados y esclavizados durante el Porfiriato. También incluye poemas de Gonzalo Rojas, referencias al mito de Orfeo y canciones populares, como Cucurrucucú paloma que entona a capella.
Los datos sobre el traslado de los yaquis a Yucatán que se nos informan desde la escena, fueron tomados del libro de John K. Turner, México Bárbaro. Resulta confusa la intención de relacionar el dolor de esa comunidad ante un abuso de poder en extremo atroz, y la realidad de Ariadna Medina y su madre, quien migra voluntariamente al sur para formar una familia con su esposo. No hay correlación entre ambas historias. Las transiciones entre las escenas y relatos se tornan demasiado largas y con frecuencia resultan inconexas.
La voz y la corporalidad de Medina tienen un tono que se acerca a lo cotidiano, pero sin lograr esa condición de manera natural. La “pieza escénica”, como ellos mismos denominan a El silencio que abrasa, es desarrollada de forma convencional y se antoja más afín a un tratamiento de performance debido a la autoreferencialidad y a la ausencia de un auténtico tratamiento ficcional. El conjunto multimedia bajo dirección de Adriana Medina y Juan de Dios Rath en colaboración con Murmurante Teatro, da como resultado un trabajo íntimo de tono confesional que no encuentra un soporte propicio en el gigantesco escenario en el que fue presentado en Colima.
La potencia del discurso depende de la selección de elementos que componen la escena. Aquí las imágenes y recursos arman un conjunto azaroso que no acaba de conjugar un todo de trascendente potencia significativa. La muerte de los seres queridos es ciertamente un hecho inevitable, mientras más queridos y más prematura su perdida, por obviedad es más doloroso. El drama personal de Ariadna, la dificultad de resignarse a la muerte de su madre, su dolor y el duelo que atraviesa, es el contenido principal de El silencio que abrasa, aunque dicho contenido no termine de cohesionarse del todo.