Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca. Jorge Luis Borges
Resulta lamentable que en la actualidad las bibliotecas públicas hayan caído en desuso, ya que con el auge de los libros digitales, las búsquedas por internet y las compras en línea, estos depósitos que resguardan el conocimiento humano cada vez son menos visitados, siendo intercambiados por una rápida consulta desde los ordenadores que todos tenemos en casa. Sin embargo, aunque la información disponible de manera virtual ha rebasado por mucho la velocidad con que las publicaciones impresas se actualizan, existen otros motivos para visitar o mantener una biblioteca en el hogar.
Y es que, más allá del uso pragmático destinado a la investigación en una biblioteca pública, cuando se trata de la sección literaria el asunto cambia, pues el entretenimiento, la imaginación y el pensamiento no pasan de moda, y ni siquiera los libros digitales pueden estar a la par de toda la literatura de ficción y no ficción que se ha publicado desde el nacimiento de la imprenta. Justo aquí es donde entra otra modalidad de biblioteca: la biblioteca personal.
Mientras que en siglos anteriores, como el XVIII y el XIX eran comunes las enormes bibliotecas y las colecciones privadas, aquellas con voluminosos tomos empastados y encuadernados en piel que engalanaban las residencias al abrigo de una chimenea, hoy en día y en el contexto mexicano estamos muy lejos de conceptualizar algo así, tanto por los bajísimos niveles de lectura como por el complicado poder adquisitivo del lector común, aquel que vislumbra los libros como un lujo muchas veces innecesario.
Pero en un país como el nuestro ningún lector es común; tristemente las personas asiduas a la lectura somos vistos como personas fuera de serie, máxime si uno se dedica a menesteres literarios, académicos o intelectuales. Es en esos casos cuando es más probable encontrar bibliotecas privadas al interior del hogar, incluso como parte de un estudio u oficina que forma parte de la normalidad cotidiana, donde resulta indispensable tener tal o cual libro a la mano como referencia bibliográfica.
Más allá de lo precedente, resulta valioso cualquier lector que ejerza el habito de consumir literatura sin ningún interés profesional, por el simple hecho del gusto y la pasión de solazarse en el ocio de la abstracción literaria. En estos casos, un librero o una biblioteca en el hogar también es indispensable para los lectores de ocasión o consuetudinarios, aunque la mayoría de la gente no comprenda el afán de acumular o coleccionar libros, muchos de los cuales tal vez nunca serán leídos.
En ese sentido, una biblioteca personal cumple la misma función que una lista de música o de películas en las plataformas digitales, el cual es tener una variada selección disponible en el momento en que uno así lo desee. Y es que a veces uno tiene el antojo de leer algo en específico; para esos momentos que nos caen como un rayo, los libros siempre deben estar a la mano, puesto que se corre el riesgo de perder ese impulso estético. Esa espontaneidad de querer releer o conocer determinado libro es invaluable, casi tan invaluable como tener una biblioteca propia.