Sin lugar a dudas, la OSY está rompiendo esquemas, y lo dejó muy claro con los números que integraron el octavo programa de esta temporada. Un programa muy interesante y, al mismo tiempo, muy intenso, la tónica que marcó su rumbo fue el contraste violento, pues abrió con una obra contemporánea y muy revolucionaria, musicalmente hablando, y a ello contrapuso a dos profundos y apasionados románticos, nacionalistas y de una sensibilidad estrujante. La decisión fue muy acertada, y llegó al alma del multicéfalo con gran profundidad, que se tradujo en sonoras ovaciones.
Era indispensable, y se hizo, mencionar el infausto suceso que enlutó a la música nacional esa semana, la desaparición física del gran compositor Javier Álvarez, quien, en los casi veinte últimos años, realizó una labor pedagógica y didáctica de la misma o mayor calidad que su obra creadora. En una memorable entrevista que le hice al gran maestro Carlos Prieto, el 8 de septiembre de 2018, se refirió a él con elogio: “Ya he mencionado a Javier Álvarez, es un gran compositor actual, yucateco”, y un ser humano de calidad superior, agregamos de nuestra cuenta.
Javier había forjado en Inglaterra una brillante carrera profesional de más de veinte años, y al fundar Domingo Rodríguez Semerena la ESAY, lo convoca, y sin dudarlo deja Inglaterra y se reintegra a su terruño para dedicarse a la enseñanza. Necesitamos más seres humanos cómo Javier Álvarez Fuentes. Por este acontecimiento, el programa pasó de tres a cuatro números, se añadió “Nimrod”, una de las variaciones Enigma de Edward Elgar.
Del programa original: “Postludio”, de Joaquín Gutiérrez Heras, “Serenata para alientos, violonchelo y contrabajo”, de Antonin Dvorak y “Serenata para Cuerdas”, Op. 48, de Piotr Ilich Tchaikovski. Como señalamos, un programa de fuertes contrastes. “Nimrod” de Elgar es una obra de gran delicadeza, su dulzura se deja sentir de principio a fin. Esta obra resultó una grata sorpresa; previamente, el director de la orquesta, José Areán, solicitó a la memoria de Javier un respetuoso minuto de silencio. Conociendo el alegre temperamento de Javier, consideramos que hubiera sido más apropiado un sonoro minuto de aplausos.
“Postludio”, de Joaquín Gutiérrez Heras, nos da noticia desde su simbólico título, de lo vanguardista de su naturaleza, su autor, es un importantísimo compositor mexicano, poco difundido, Gutiérrez Heras, es un distinguido discípulo de personajes tan importantes como Rodolfo Halfftner o Blas Galindo. Fue un gran virtuoso del violonchelo. Postludio, es una obra orquestal de gran fuerza, el autor aprovecha la fuerza del grupo con gran acierto, el uso de los metales es decisivo en sus efectos sonoros.
En su estructura juega con recursos armónicos tomados de muy antiguo, como el uso del canon, que tiene sus raíces en el barroco, pero las disonancias campean a lo largo de toda la partitura. Los chelos tienen intensos pasajes en stacatto. El violín concertino, así como la viola principal y también el chelo principal, tienen importantes y lucidos pasajes como solistas. El tutti lleva las partes de gran sonoridad, al final, las cuerdas abordan un pasaje de gran delicadeza y dulzura que nos lleva a un sereno final de la obra. Esto, sorprende al respetable, que tarda en reaccionar, pero la ovación se deja venir fuerte y larga.
“La Serenata para alientos, violonchelo y contrabajo”, de Antonin Dvorak, es una obra delicada y llena de sentimiento, muy acorde con el espíritu romántico del compositor. Para la ejecución de esta obra, la orquesta modifica su estructura y se integra en dúos de instrumentos: dos oboes, dos clarinetes, dos cornos, dos fagotes, el chelo y el bajo. Consta de cuatro movimientos: Moderatto quasi marcia, Menuetto-Trío: presto, Andante con moto y Finale: Allegro molto.
La obra es profundamente melódica en su totalidad, es cálida y muy emotiva. El autor juega con los duetos de los instrumentos, les va dando alternativamente el protagónico; un oboe lleva la voz y luego la lleva el otro, y esto se replica con los clarinetes y también con los cornos y fagotes. El chelo tiene hermosos pasajes como solista, apoyado siempre en el bajo, que sostiene al grupo completo. Se aborda un pasaje que es una alegre galopa que va subiendo con fuerza y nos lleva a un alegre y brillante final. La ovación estalla larga y sonora, acompañada con gritos de ¡Bravo!.
Finalizó el programa con la “Serenata para Cuerdas”, Op. 48, de Piotr Ilich Tchaikovski, obra en la que el autor vuelca su alma completa; él mismo lo dice en una carta a la Baronesa von Melk, su protectora: “Todos los sentimientos de mi vida y mi alma, están en esta obra”, y así es; la serenata es un torrente de pasiones de cabo a rabo, cada uno de sus cuatro movimientos es un sentimiento desbordado, las cuatro partes son sumamente conocidas, gustadas y muy apasionadas.
Los movimientos son: Pezzo in forma de Sonatina, Vals, Elegía y Finale. Cada uno de ellos tiene un tema de gran profundidad emotiva, y la obra en su conjunto es un desborde de emociones. En esta obra fue muy notoria la capacidad de transmisión de las manos del Mtro. Areán, que hizo desparramar emotividad por toda la sala, y que tocó con fuerza el corazón del respetable, que estalló en tremenda ovación de pie al finalizar la interpretación y que se prolongó largamente. Salimos del Palacio de la Música vibrando con la emoción del concierto.