La duplicidad protagónica en la gran pantalla

Óscar Muñoz aborda la presencia de los personajes dobles en el cine, los cuales llegan a ser el mismo o casi el mismo; otras veces son dos protagonistas en uno o uno de ellos está representado por dos, como en el caso de filmes de Kieslowski, Buñuel y José Luis Ibáñez, entre otros.

A lo largo de los años, algunos creadores del arte cinematográfico han incluido la idea de la duplicidad en los protagonistas. En efecto, varios directores y guionistas han creado historias en las que participan dos protagonistas, los cuales llegan a ser el mismo o casi el mismo; aunque otras veces son dos protagonistas en uno o uno de ellos está representado por dos. Para verificarlo, sólo habría que recurrir a algunas películas donde ocurre esta situación.

Por ejemplo, la película de Roberto Gavaldón de 1946 titulada La otra, en la que participa Dolores del Río y está basada en un relato de Rian James. En este filme es presentada la historia de María y Magdalena, hermanas gemelas, una millonaria y otra pobre, protagonizadas por la misma Dolores del Río. Una de ellas, María, la humilde, asesina a su hermana Magdalena para suplantarla en su vida de privilegios. Sin embargo, María no sabía que su hermana había asesinado a su cuñado. Así que no sólo usó la fortuna de su hermana, sino que fue sentenciada por el asesinato del marido, y sin poder aclarar que ella era La otra.

Vale la pena destacar que esta historia cinematográfica fue relacionada con un filme llamado A Stolen Life (Una vida robada), protagonizada por Bette Davis, pero no tenía tal relación. Lo que sí ocurrió es que, en 1964, fue utilizado el mismo guión para la película Dead Ringer (Doble), con la participación de la misma Bette Davis. Este señalamiento sirva para hacer notar que la idea de la duplicidad ya rondaba en varios directores de cine.

Filme completo La otra, de Roberto Gavaldón, restaurado por la UNAM

Esta misma idea de la duplicidad, aunque de otro modo, fue utilizada por Krzysztof Kieslowski en su película La doble vida de Verónica, de 1991. En ella se relata la historia de Veronika, quien vive en Polonia y es una brillante cantante, aunque padece una afectación cardiaca. Y también cuenta la historia de Véronique, quien vive en Francia y es idéntica y hasta guarda otras similitudes vitales con la polaca, como algunas dolencias y su pasión por la música.

Lo relevante de la situación está en el hecho de que, a pesar de la distancia y no conocerse, ambas sienten que no están solas, que hay alguien afuera dentro de sí. Aunque desconocidas la una de la otra, ambas Verónicas comparten una enigmática conexión. La doble vida de Verónica, una de las películas más apreciadas de Kieslowski, representa una misteriosa reflexión sobre la identidad, el amor y la intuición. Con la fotografía de Sławomir Idziak y la actuación de Irène Jacob como las dos Verónicas, el cineasta creó una obra metafísica que implica una comunión de sentimientos.

En este caso, vale señalar que no son hermanas gemelas como en La otra, ni siquiera se conocen, aunque hay una cercanía que ninguna sabe realmente por qué, ni en sospecha. El director, para realizar la película tuvo que filmar en Polonia y Francia, ya que requirió ubicar a una y a otra en su respectivo país y a una distancia de mil kilómetros. La película recibió una quincena de premios y nominaciones.

Tráiler del filme La doble vida de Verónica, de K. Kieslowski

Por su parte, Luis Buñuel utiliza la duplicidad protagónica no sólo de manera distinta sino inversa. En 1977 filma la película Ese oscuro objeto del deseo, la cual está basada en la novela La femme et le pantin (La mujer y el pelele), de Pierre Louÿs. La historia discurre durante un viaje en el tren París-Madrid, en el que el protagonista representado por Fernando Rey da cuenta a sus compañeros de viaje de su historia sentimental con una mujer seductora que a la que ha intentado conquistar.

El punto clave de la duplicidad de Buñuel está en el hecho de que esta mujer, llamada Conchita, está representada por dos actrices diferentes: la española Ángela Molina y la francesa Carole Bouquet, ya que el trayecto del tren es entre París y Madrid. La diferencia de los estilos de una y otra actriz permite distinguir los hechos ocurridos en París y en Madrid o distinguir los estados de humor de la protagonista, quien elude los intentos de conquista del protagonista Mathieu Faber a pesar de ofrecerle esperanzas.

A lo largo de la película, Buñuel muestra la frustración causada por un amor no compartido, lo cual está representado por la lencería que usa Conchita, el cual representa un objeto erótico, aunque en el filme es transformado en una especie de cinturón de castidad. Por otra parte, si bien cada actriz representa una faceta distinta de la personalidad de Conchita: una angelical y otra demoniaca, muchos han cuestionado sobre la participación de dos actrices, lo que ha dado lugar a la formulación de diversas teorías que pretenden explicar esta duplicidad. ​Y por ello y por otros aspectos, la película recibió una decena de premios y nominaciones.

Tráiler del filme Ese oscuro objeto del deseo, de Luis Buñuel

Por otra parte, existe una obra literaria que aborda la duplicidad protagónica de una manera única, especial. Se trata de Aura, escrita por Carlos Fuentes, que algunos la consideran una novela y otros, un cuento largo. Esta obra fue llevada al cine por el italiano Damiano Damiani en 1966. Aunque más que una adaptación decorosa resultó una deformación horrorosa. La película llevó el título de La strega en amore (La bruja en amor), protagonizada por Rossana Schiaffino como Aura y Sarah Ferrati como doña Consuelo. Esta película hace destacar una metamorfosis caprichosa de una mujer que vive en una casona de Roma, quien enloquece a los hombres a través de una especie de obsesión narcótica.

Si bien participan dos mujeres (Aura y Consuelo), éstas son la misma protagonista, como ocurre en el relato de Fuentes, el cual es una historia surrealista muy poderosa, algo que se perdió en la adaptación del cineasta italiano. Aura/Consuelo vive(n) en una casona, efectivamente, pero de la calle Donceles, en la Ciudad de México, donde las sombras y los murmullos configuran un espacio mortuorio. Y Felipe Montero, contratado por doña Consuelo para ordenar documentos y libros, invade el mundo de estas mujeres (mejor dicho, de la única mujer), hasta que después de un tiempo descubre la hechicería del renacimiento de Consuelo como Aura. Lamentable que hasta hoy no haya alguna buena adaptación cinematográfica del relato de Fuentes.

Tráiler del filme La bruja en amor, de Damiano Damiani

Acerca de la obra narrativa de Carlos Fuentes, vale la pena destacar el relato Las dos Elenas, el cual fue llevado al cine por José Luis Ibáñez. El filme, de 1965, incluyó la participación de Julissa, quien representa a Elena hija; Beatriz Baz, quien fue Elena madre, y Enrique Álvarez Félix como Víctor, el marido de Elena hija. Todos ellos protagonizan un drama familiar que confronta el matrimonio de Elena y Víctor con Elena madre.

La duplicidad implicada en este filme radica en una relación de contarios: mientras Elena hija es liberal e inquieta, Elena madre es conservadora y reservada. Esta circunstancia envuelve a los tres protagonistas en una situación confrontativa. La película, que en realidad es un cortometraje de alrededor de 20 minutos y que forma parte de la película Amor, amor, amor, muestra los estereotipos de los años sesenta en la Ciudad de México. En la escena central, la pareja interpretada por Julissa y Enrique Álvarez Félix llegan a coquetear con la idea de un triángulo amoroso.

La película Amor, amor, amor incluye Las dos Elenas. Cortometraje Las dos Elenas, de José Luis Ibáñez

Si bien Las dos Elenas no incluye exactamente una duplicidad protagónica, es posible considerar una duplicidad virtual o, mejor dicho, una duplicidad filosófica si se considera que ésta implica una lucha de contrarios, una dialéctica, digamos, familiar. Elena hija, representante de cierta liberación familiar y social, y Elena madre, portavoz de la burguesía conservadora, configuran esta duplicidad dialéctica. Sin embargo, a pesar de que en apariencia hay una dicotomía entre las dos Elenas, finalmente ambas comparten a Víctor, una de ellas a la luz y la otra en la oscuridad.

 

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