Los juegos de la felicidad VII

“Hay momentos para recitar poesía y hay momentos para boxear”. Roberto Bolaño.

El boxeo es un deporte íntimamente ligado con la pobreza, la desigualdad y la falta de oportunidades. Los mejores boxeadores de todos los tiempos vienen de los estratos más bajos de sus respectivas sociedades. Los pugilistas ven en el deporte una manera de salir de sus complicados contextos sociales. Para ellos el cuadrilátero es el único sitio de trabajo que les permitirá aspirar a una existencia mejor para si mismos y para los suyos, a pesar de las grandes consecuencias que una vida entre puñetazos trae para la salud de quienes practican por años el arte de los golpes. Boxear es sobrevivir.

En México las condiciones económicas y sociales han sido un extraordinario caldo de cultivo para forjar boxeadores. Pero el camino no es sencillo. El cuerpo de un boxeador tiene que recibir muchos golpes antes de poder acceder a las bolsas económicas con las que se empieza a labrar un futuro. Por eso muchos prospectos apresuran su paso al profesionalismo pues el hambre genera la necesidad de irse directamente a ganar dinero. Cada vez son más escasos los boxeadores que se quedan en el ámbito de lo amateur con el objetivo de representar al país en competencias organizadas por la Federación Internacional del Boxeo como lo son los Juegos Olímpicos. Aquellos que se aventuran a hacerlo dependen del apoyo brindado por las autoridades deportivas mexicanas no solamente para su crecimiento como deportistas sino para subsistir. En resumen: en el boxeo amateur de las instituciones públicas es vital.

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Misael Rodríguez peleó contra la adversidad

Por ello la medalla de bronce asegurada por Misael Rodríguez posee un gran valor. Es una medalla ganada a pulso por un chico que tuvo que sortear condiciones muy difíciles para instalarse en las semifinales del torneo olímpico de boxeo. En meses pasados su imagen y la de sus compañeros de equipo ocuparon las primeras planas de las secciones deportivas de los principales periódicos del mundo.  A los atletas de alto rendimiento se les vio realizando campañas de boteo en el transporte público para poder conseguir recursos que les permitieran ir al torneo clasificatorio para Río 2016.

En otro país esa imagen hubiera sido suficiente para generar un escándalo de proporciones mayúsculas que llevara a la renuncia de los altos funcionarios responsables de la implementación de la política deportiva en el país. En México los hombres de pantalón largo se culparon los unos a los otros por la situación y fueron incapaces de resolver las diferencias que habían desatado la crisis en el equipo de boxeo nacional. Los atletas lograron conseguir el apoyo y finalmente su ímpetu, sus ganas por competir por México los llevaron a Río. De seis boxeadores uno ha logrado cristalizar el sueño de colgarse una medalla, pero me parece que habría que reconocer el trabajo de todo el equipo.

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Alfredo Castillo, director de la CONADE

Misael Rodríguez tendrá la oportunidad de ir por el Oro si derrota en su siguiente pelea al complicado uzbeko Bektemir Melikuziev. No será una empresa fácil, pero si algo ha demostrado el chihuahuense es que tiene los arrestos para imponerse cuando no es considerado el favorito. Puedo imaginar que gane o pierda vendrán las felicitaciones por parte de la clase política mexicana. Alfredo Castillo, el lamentable director de la CONADE, sufrió un ataque de amnesia y fue el primero en felicitar vía Twitter al peleador mexicano luego de que fuera él quien decidiera cortar el apoyo económico a la Federación Mexicana de Boxeo y por ende al equipo nacional de la especialidad.

La medalla conseguida por Misael Rodríguez nos deja dos grandes lecciones: por un lado es innegable que hay que sentirse orgullosos de estos deportistas que con su propio esfuerzo, sin millonarios patrocinios y con un paupérrimo apoyo gubernamental logran alcanzar altísimos niveles competitivos. La segunda lección es que cuando pensábamos que las autoridades deportivas mexicanas no podían ser más cínicas, siempre encuentran la manera de alcanzar nuevos niveles de ese cinismo que tiene hundido al deporte en México en un hoyanco del que difícilmente saldrá en un largo plazo. Misael Rodríguez aún tiene tres rounds más para definir el metal de su medalla. Existe la esperanza de que ésta pueda ser de oro o plata, pero independientemente de eso el pugilista merece todo el reconocimiento por lo logrado.  Su medalla nos regaló un momento de poesía en tiempos en los que los mexicanos tenemos que boxear de manera cotidiana en contra de la oscuridad producida por el avasallante túnel de realidad por el  que atraviesa nuestro país.

Suerte Misael…

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