Brasil se lleva el gran premio del 5to Concurso nacional e internacional de piano “José Jacinto Cuevas”
Fotos: Ricardo E. Tatto
El teatro Peón Contreras mostraba de sí mismo una elegancia quizá diferente, con una expresión ajena de la cotidiana. Era la noche en que presentaría tres obras colosales de tres selectos genios consentidos. Había otra aura, con flores al borde del escenario y allí, en el centro del proscenio, el piano de cola, en pocos minutos lanzaría su mensaje de tanto virtuosismo acumulado. Y no era para menos, pues el 5to Concurso nacional e internacional de piano “José Jacinto Cuevas” – Yamaha así lo exigía.
Harían su aparición Beethoven, Rachmaninoff y Saint-Saëns mediante sus creaciones en manos de tres jóvenes de nacionalidades diferentes, pero iguales en su consagración pianística. El público encantado, dio la bienvenida con una ovación a Víctor Díaz Hurtado, de la República de Cuba, ganador de premios y conquistador de un amplio repertorio académico en el que han sobresalido más de una decena de compositores como el padre de la música –J. S. Bach–, Mozart, Haydn, Debussy y, por supuesto, Ludwig van Beethoven, de quien presentó el Concierto para piano No. 4 opus 58 en Sol mayor.
Las primeras notas, únicamente emitidas por el piano, presagiaron la gracia con la que siempre se comportaron las partituras del genio de Bönn. En cuestión de segundos, la Orquesta Sinfónica de Yucatán, como una brisa, fue allegando sigilosa hasta alcanzar las frases suntuosas que se propuso intercambiar entre sus secciones de cuerdas y alientos; desde luego, con el piano bajo el dominio de Díaz Hurtado. La secuencia de movimientos – del Allegro moderato al Andante con moto – como suele pasar en momentos de regocijo, fue un suspiro para llegar al concluyente Rondo Vivace, el tercer movimiento con el que se había demostrado cualquier cantidad de emociones.
La Rapsodia sobre un tema de Paganini, opus 43, de Sergei Rachmaninoff, llegó por nuestro compatriota Rolando Valdés Pinal, quien desde el gesto inicial demostraba su profunda concentración, en una obra que versionaba genialmente uno de los caprichos inherentes a aquel violín inmortal. Los compositores únicamente se concentran en recrear lo que vive en sus mentes, pudiendo llevarles años cristalizar una obra sin detenerse en los aspectos técnicos; es decir, si algo exige una alta capacidad técnica, así será y Rachmaninoff no es la excepción.
Puede llegar a ser la meta de toda una vida llegar a su correcta interpretación, según digan sus anotaciones. El maestro Valdés Pinal, pleno de recursos, mostró el amplio abanico de aquellos matices, de lo muy sutil y prístino hasta lo más enérgico y enrevesado, para regresar a la minúscula potestad de alguna frase. La ovación que recibió al aparecer en escena no fue nada comparada con los bravos exclamados y gente aplaudiendo de pie por la exquisitez de su interpretación.
Finalmente, un carismático Leonardo Hilsdorf, también muy joven (28 años), originario de Brasil, cerró la noche con una impecable demostración de la bella obra de Camile Saint-Saëns, el Concierto para piano número 2, opus 22 en Sol menor, romántico tradicionalmente pero atemporal por momentos, ingenuo, jovial, intenso en la delicadeza de sus frases. La obra, compuesta por tres movimientos de rigor –Andante sostenuto, Allegro scherzando y Presto– logró una reacción emotiva, de aplausos compartidos con una sinfónica que bien se supo expresar en el lenguaje particular de cada compositor con natural maestría, dados los trazos sobresalientes del director huésped Marc Moncusí, que demostró un conocimiento insondable de cada partitura.
El detalle que se nos escapaba por momentos era que, después de todo, se trataba de un concurso, de una presentación para elegir a un virtuoso mejor que a otro. Cuestión harto difícil, pero tanto público como jurado fueron unánimes al conceder que el maestro Hilsdorf se adjudicara el primer sitio, quedando el segundo para Rolando Valdés Pinal y, en consecuencia, el tercero para Víctor Díaz Hurtado, con una serie de beneficios un tanto mayor para el “vencedor”. Cabe destacar que el jurado otorgó el Gran Premio al brasileño, pero curiosamente, el público también le dio su voto (Premio del púbico), resultando en que Leonardo ganó con total contundencia.
En lo personal, me inclinaba más por el mexicano. Lo pequeño, no obstante, no pudo opacar lo celestial de haber disfrutado a una orquesta entremezclando un piano tras otro. ¡Bravo!