Compositores polacos deslumbran en la OSY

Nowowiejski, Korngold y Beethoven: Siglos de añejamiento clásico

Gocha Skhirtladze, concertino oficial de la Sinfónica de Yucatán, salió al escenario y recibió una entusiasta ovación. Dio las gracias con una suave caravana y examinó la afinación de sus colegas hasta dejarla perfecta. Confiadamente ocupó su lugar. Seguidamente, estaba allí la figura espigada de Piotr Sulkowski, director huésped para esta ocasión –el cuarto repertorio de la temporada veintisiete de conciertos– que recibió una amplia bienvenida. De súbito, se hallaba frente a la mirada expectante de los músicos sinfónicos. Dio la señal y la música surgió como magia.

Fueron los compases exultantes, épicos de la obertura “Leyenda Báltica”, refinada infusión polaca, con que Feliks Nowowiejski fue presentado al público de esta ciudad. Una sucesión de acordes, como corno de cazador, fueron el augurio de una obra excelsa, potente, con una cantidad asombrosa de matices que describían las estampas de una cultura lejana a la nuestra, basándose en mitologías germánicas o escandinavas, priorizándose en una narrativa anterior a los horrores bélicos, como una añoranza de aquellas historias aldeanas que nutrieron las costumbres sencillas de esos entornos.

Si se considera la modernidad de su composición, por momentos acusaba las nuevas búsquedas sonoras, muy del siglo XX. Comparte inspiraciones cercanas a Mussorgski, por momentos a Prokofiev y, tangencialmente, a Tchaikovski. Sin embargo, en su propio estilo, la obra de Nowowiejski fue enriquecedora pero más allá de esto, escucharla fue una bella experiencia. La OSY se aseguró de seguir las instrucciones del maestro Sulkowski, dando una interpretación superior en todo aspecto. Los aplausos coronaron la costumbre de enfrentarse a retos sin mirar la dificultad.

Llegó el “Concierto Para Violín, opus 35” de Eric Wolfgang Korngold, también compositor del siglo XX, mediante el concertista invitado Sebastian Kwapisz, mexicano de origen también polaco, quien con una mirada reguló el inicio de una obra peculiar en varios aspectos. En principio, la vasta experiencia del maestro Kwapisz como concertino de la OFUNAM, agregó un detalle que suele no ser común: la integración perfecta a la sonoridad de la orquesta siendo, a cada momento, parte de un todo, sin comprometer su discurso de solista. La depuración de su técnica, dio lugar a una de las mejores interpretaciones porque en dicho concierto el compositor exigió el dominio del registro sobreagudo del instrumento y, no conforme con ello, lo siguió exigiendo a lo largo de toda la obra en dosis diferentes, exitoso siempre.

En un contexto general, este concierto para violín o quizá la interpretación del maestro Kwapisz, abre la interrogante de si la intención ha sido el lucimiento de un solista –como procuran a menudo otros compositores– o si se trata de presentar una expresión más densa que incluya a la gama íntegra de todos los instrumentos. El tránsito por los movimientos siguientes, una Romanza y un Allegro muy vivo, cristaliza la noción de que el siglo pasado ha ofrecido una calidad nueva, encantadora y desapegada de los rasgos hereditarios de corrientes artísticas previas.

El breve intermedio fue una analgesia para identificarse con lo conocido. Cedió el paso a Ludwig van Beethoven, el de la gigantesca inspiración, permitiendo a la orquesta obsequiar su Sinfonía No. 5 en Do menor Opus 67, la cual, descartando ser una celebridad, mostró de nuevo la nobleza de su espíritu. Con grandiosidad, basándose en su precioso contenido emocional, esos cuatro movimientos –Allegro con brío, Andante con moto, Scherzo allegro y Allegro– mostraron la naturalidad de una belleza tradicional.

Curiosamente y gracias a la veracidad de la interpretación, fue un momento de redescubrimiento, de volverse a asombrar con revelaciones de armonías surgidas de un ensueño supremo y de disfrutar, en medio de tanta vehemencia, hasta los golpes de arco más intensos sobre las dóciles cuerdas, mientras continuaba resonando lo dicho por el clarinete, tan sólo interrumpido por un oboe celestial, replicado por la elegancia del fagot.

En resumen, cada sección instrumental dispuesta a realizar un encantamiento que debería escucharse más a menudo. Surtieron efecto los ademanes atléticos tanto como los más discretos del director invitado, a quien se agradece de pie, junto a orquesta y solista, la vibrante presentación de un repertorio rico en su mixtura. ¡Bravo!

https://www.facebook.com/OrquestaSinfonicadeYucatan/videos/1279187425460621/

 

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