Un comentario cinematográfico lacrimógeno e irreverente
Así como “El cantante de Jazz” (“The Jazz Singer” 1927) inauguró la nueva era del cine sonoro, “Coco” (2017) inaugura una era de la identidad del “ser mexicano en el cine”. Los valores de “Coco”, son propios del pueblo latinoamericano: la importancia de la unidad de la familia tradicional; el apego al pasado; el culto de los difuntos. Son algunos de los comunes denominadores que nos identifican a un grado subconsciente, que aún en estos días de supremo individualismo, nos hacen llorar. Esto es parte del ser latinoamericano, y del nuevo mexicano en el cine. Un mexicano apegado a sus tradiciones, honesto, entregado a sus sueños y acompañado de un perro que cuesta más de 10 mil pesos, sin riesgo de que lo asalten.
Eduardo Galeano estaría orgulloso del genio judío que inventó esta “chingonería” (hablando en términos antaño coloquiales de la época de Octavio Paz). ¿Cómo se llama este cabrón? ¡Sí! Ahora es muy importante quiénes dirigen las películas de animación. Lee Unkrich, acompañado de su guía norteamericano de raíces mexicanas, Adrián Molina, realizaron en el guión de “Coco” una fusión tan increíble, que los propagadores de “Bambi” se las compraron.
Regresando a la historia de Pixar y a la de Al Jolson (“The Jazz Singer” 1927). Es casi similar, el hijo del cantor que es sorprendido cantando jazz (ese ritmo sucio) en la cantina por uno de los amigos del cantor de la sinagoga. El chico persigue sus sueños, llevando también las decepciones que trae consigo la fama y al final cuando el padre cae enfermo (en el caso del niño de Coco, ¿cómo se llamaba?, es cuando su abuelo comienza a desaparecer). Claro, al igual que en 1927, lloramos. Pero también el chico regresa a sus raíces, el niño regresa con su familia luego de la decepción que sufre juntándose con esa mala influencia que era Ernesto de la Cruz. Igual Jolson se ve comprometido a cantar en la sinagoga.
En cuanto a las aportaciones de Molina, el perrito y la Frida estuvieron increíbles. Igual como buen gringo de raíces mexicanas, a mi parecer, usó muy bien esa alma de fan o dibujante del cómic pocho de Marvel con eso de los alebrijes y el puente de flores;por un momento pensé que había entrado de nuevo a ver “Thor: Ragnarok”.
Quiero confesar que lloré muchísimo, en la parte de la abuelita “Coco” y un par de ocasiones anteriores. No, menos, como cinco. Y así muchos de nosotros y no sé si se lloran en el idioma sueco, pero seguramente sí. Lo que sí me sorprendió un poco más que mis lágrimas es el dato de que “Coco” lleva 1,018.65 millones de pesos y ha vendido 21.6 millones de boletos en cinco semanas de exhibición, según cifras de El Economista. Ahora bien, el cine mexicano reporta que lleva 20.9 millones de boletos vendidos y 938.7 millones de pesos. y se espera que con el estreno de dos películas mexicanas, sume lo necesario para rebasar los 1,000 millones de pesos. Pero bueno, eso es otra historia, pues de “nuestro cine” no me sorprende ni su recaudación, ni de que siempre lloren…