Una cantata de Carl Off a la Fortuna.
Pocas obras son tan recurrentes en el repertorio musical como esta cantata escénica de Carl Orff, estrenada el 8 de junio de 1937 en Frankfurt, Alemania. Escrito así su nombre, debe pronunciarse, sin embargo, como “Cármina Burana” para hacer justicia al original que se ha traducido al español como Canciones de Beuern.
Las Carmina Burana son una colección de canciones escritas en el Siglo XIII cuyos manuscritos fueron encontrados en el monasterio benedictino de Beuern, en Baviera, y que son atribuidos a los Goliardos, célebre grupo de poetas profanos que, distrayéndose de su profesión monacal, se daban a la buena vida y cantaban al amor, a la naturaleza, a la comida y al sexo.
De la obra original que contiene aproximadamente 250 poemas, Orff tomó 25 textos que organizó en tres secciones: La Primavera, En la Taberna y El amor, que son antecedidas por el célebre canto a la Fortuna que sirve también de epílogo a la cantata.
La popularidad de Carmina Burana no es casual, pues en ella se usa deliberadamente una técnica primitiva basada fundamentalmente en el ritmo, de tal forma simplificado en armonías que agradan de inmediato al público asombrado por la profusa orquestación rica en percusiones.
El coro es además un elemento de fascinación que hace aun más accesible la obra. Aunque no es necesario conocer el texto de las canciones para disfrutarla, mucho aumentaría su goce el tener a la mano un libreto con la letra de los poemas, ya que son canciones que van de lo profano a lo sublime, de lo humorístico y casi grotesco a la más dulce expresión del amor.
Carmina Burana es excelsa, ya sea del canto a la Fortuna que con un dejo de reproche es acusada de ser variable e inconstante como la luna que crece y decrece, cambiando arbitrariamente la suerte de los hombres, a la simple frase de la mujer que expresa su entrega total al amado dulcísimo, en un solo de soprano que alcanza las fibras más sensibles del espíritu.