Como casi cualquier niño que creció en los ochenta, le tengo un cariño especial a Karate Kid, o al menos a las dos primeras películas de la saga. Así que la idea tras Cobra Kai, de explorar lo sucedido con sus personajes al paso de las décadas, me pareció intrigante. Creada por Jon Hurwitz, Hayden Schlossberg y Josh Heald, las primeras dos temporadas de esta serie se emitieron a través de YouTube Red, y cuando la cancelaron Netflix adquirió los derechos para seguir adelante con ella. Cuando aparecieron en la plataforma las dos temporadas previas, escribí un poco sobre ellas, e hice lo mismo hace un año al estrenarse la tercera temporada. Cada una consta de diez episodios, y la cuarta se estrenó el 31 de diciembre de 2021.
Los protagonistas de la primera película, Ralph Macchio, William Zabka y Martin Kove, son acompañados por jóvenes actores, como Xolo Maridueña, Tanner Buchanan, Mary Mouser, Peyton List y Jacob Bertrand, además de Courtney Henggeler, y para esta nueva temporada se integró Thomas Ian Griffith, quien diera vida a Terry Silver, villano de The Karate Kid III.
Aunque trato de evitar cualquier clase de spoilers en mis reseñas, mis comentarios en el presente texto pueden revelar detalles de la trama o conclusión de las temporadas previas, así que si no han visto esos treinta episodios, tal vez sería mejor que antes de seguir leyendo le echen un vistazo a mi primer texto sobre la serie y decidan entonces si desean verla o no.
La historia retoma la trama central de la serie un par de meses después del desenlace de la tercera temporada. Luego de la escalada de violencia que llevó a la pelea entre los alumnos de Cobra Kai y los de Miyagi-Do en la escuela, Daniel Larusso (Macchio) y Johnny Lawrence (Zabka) llegaron a la conclusión de que la única forma de detener el crecimiento de Cobra Kai y la expansión de las tóxicas ideas de John Kreese (Kove) es unir fuerzas, así que deciden entrenar juntos a los chicos bajo su cuidado.
Tras confrontar a Kreese, llegan a un acuerdo para prohibir más enfrentamientos entre sus estudiantes hasta la realización de la siguiente edición del torneo regional de karate, y que el dojo que resulte vencedor será el único que siga enseñando. El problema es que, pese a lo mucho que ha mejorado su relación, las diferencias entre Johnny y Daniel son demasiadas como para que la alianza pueda resultar. Además, Kreese recluta la ayuda de su viejo amigo Terry Silver para preparar mejor a sus discípulos.
Esto da un cierto aire de sátira a la historia, pues plantea situaciones tan ridículas que la única forma de tomarlas es con humor. El personaje de Johnny es usado para explorar la idea de una madurez no alcanzada, de una vida con tantos pendientes de juventud que genera un permanente estado de desconexión con su entorno, pues pese a sus buenas intenciones es incapaz de asumir de lleno todas las responsabilidades de un adulto, pero la brecha generacional suele ponerlo en evidencia ante sus jóvenes estudiantes.
Algo que es importante aclarar es que, en términos generales y basándonos en la realización del torneo de karate, las cuatro temporadas que lleva la serie cubren poco más de un año en las vidas de sus protagonistas. Si las ven de corrido, el evidente crecimiento físico de algunos de los actores más jóvenes, como Maridueña y Bertrand, hace un poco difícil de aceptar ese hecho, aunque se trata de un problema menor en una serie que, antes que otra cosa es muy entretenida, y que tiene el mérito de enfocarse en el desarrollo de personajes.
En ese sentido, aplaudo que por fin le hayan dado un arco de personaje a Amanda, la esposa de Daniel, interpretada por Courtney Henggeler, a quien sólo usaban cuando necesitaban una voz razonable para oponerse a algunos de los planes de su marido. Ahora se involucrada más con su rol de madre, y sirve como contrapunto para al crecimiento como personaje de Tory (Peyton List), que tuvo un esbozo de desarrollo la temporada anterior y ahora se vislumbra como alguien central en historias futuras.
Además de Tory, otro personaje que recibió la atención que merecía fue el de Eli, alias Hawk, que hasta ahora el desenlace de la temporada anterior parecía más un plot device que un personaje, y por fin se trabajó para darle algo de crecimiento. A pesar de ello, el mayor peso dramático de la serie se mantiene repartido entre el triángulo convertido en cuadrado amoroso formado por Miguel (Maridueña), Samantha (Mouser), Robby (Buchanan) y Tory, y los continuos esfuerzos de Daniel y Johnny por resolver su rivalidad.
Recuperar como villano a Terry Silver parecía una apuesta arriesgada, porque su personaje en Karate III parecía una mala parodia, pero los guionistas lo saben y lo atienden desde el primer momento cuando el mismo personaje afirma que en aquel entonces sólo pensaba en cocaína y venganza, y que lo que hizo para aterrorizar a un adolescente sólo por un torneo de karate para chicos de preparatoria suena como algo ridículo. La serie siempre ha sido consciente de su pasado, y el candor con que lo aborda es parte de su encanto.
La introducción en esta nueva temporada de actores aún más jóvenes, de entre quienes destaco a Dallas Dupree Young, que da vida a Kenny, un chico de secundaria que tras ser víctima de bullying recurre a Cobra Kai en busca de aprender a defenderse, y la mayor atención que se da al personaje de Anthony, el hijo menor de Daniel, quien en temporadas anteriores había tenido un rol menor y ahora se vuelve parte importante del ciclo de violencia y bullying que sigue llevando a los chicos del valle a recurrir al karate.
Cobra Kai es una serie con muchos defectos, pero es evidente que se trata de una labor de amor, y como tal, tiene suficiente corazón como para superar la mayoría de sus carencias. La sólida exploración de valores y temas de crecimiento personal, envuelta en una historia ligera y divertida, presentada en digeribles entregas de media hora resulta en una opción más que recomendable que ha logrado trascender a la nostalgia que le dio origen. Sin duda una serie bastante recomendable siempre que no busquen demasiada profundidad.