Del teatro y el Noa Noa nacional

Un niño, de unos 9 ó 10 años de edad, empuja con todas sus fuerzas un triciclo de esos que los panaderos usan en las calles de los pueblos y ciudades de Yucatán; el triciclo está vacío, pero de todos modos el pequeño necesita poner en juego todas sus fuerzas, ora para empujarlo, ora para evitar que se le vaya de las manos. Una mujer, grande de edad, vestida con un más que modesto pero limpísimo hipil, sueltos los largos y canosos cabellos y una igualmente larga toalla de color amarillo colgando del hombro cual gabardina de Cantinflas, camina en sentido contrario al niño y al verlo le dice: ¡It! ¡It! ¡Que eres machito! ¡Que eres hombrecito!
A una semana del homenaje nacional al señor Alberto Aguilera Valadez, mejor conocido como Juan Gabriel, en mi mente aún retumban las voces chillonas de las mujeres abonitadas por el maquillaje y el bisturí que por televisión se disputaban el dudoso honor de decir cosas insulsas con los chocantes timbres nasales de hombres a quienes la petulancia se les escurre por el fijador para cabello y las manos manicuradas. Eran las y los conductores del nefasto programa en boga permutado en la-profesional-cobertura-del-último- viaje-de-Juan-Gabriel (sic). Mientras tanto, en las redes sociales se filtraba ya la noticia del despido de Irving Berlín, quien despachaba en el 463 de la Calle 59 como Director de Cultura del Ayuntamiento de Mérida.
No es ése el único sabor-recuerdo-sensación que conservo en los sentidos sobre lo ocurrido estos últimos días. Tengo, también, los cuatro montajes escénicos con que cerró el Festival Internacional de Dramaturgia Contemporánea DramaFest 2016 en tierras del Mayab, los cuales fueron desfilando uno a uno por el foro del Teatro Libertad, del Centro Universitario Felipe Carrillo Puerto. Este año, la bienal organizada por Aurora Cano tuvo como país y estado invitados a Francia y Yucatán, respectivamente. Las funciones, a pesar del cambio de sede a última hora porque, al parecer, el gobierno del estado incumplió el acuerdo de tener listo el Teatro Daniel Ayala para recibirla, tuvieron un lleno casi total.
George-Kaplan
La excepción al casi fue de George Kaplan, de Frédéric Sonntag, dirigida por Raquel Araujo, cuyo lleno sí fue total. No así las lecturas dramatizadas llevadas al cabo en la Sala Mayamax del Gran Museo de la Cultura Maya, porque el trabajo de dramaturgia, dirección y actuación de las y los demás yucatecos que se presentaron en esta séptima edición del DramaFest pasó de noche gracias a la nula difusión por parte del equipo que, según los créditos del propio sitio web del festival, coordinó y curó (sic) en Mérida el director del Instituto de Historia y Museos de Yucatán; el mismo que en 2014 gastó más de 55 millones de pesos para intentar limpiar su imagen en la
prensa local.
En el programa de mano del DramaFest 2016 figuró el texto de presentación que Nicolás Alvarado, otrora director de TV UNAM, escribiera en su calidad de asesor literario. Sí, Nicolás Alvarado, el también otrora colaborador de Primero Noticias y conductor de Final de partida, en Televisa; famoso por su trabajo, también como conductor, en La dichosa palabra, en Canal 22, y que hace unos días le hiciera sombra a Irving Berlín Villafaña, el depuesto Director de Cultura del Ayuntamiento de Mérida, en su carrera por ver quién de los dos sería el más inoportuno en sus declaraciones sobre gustos musicales y el lugar que ocupa en ellos el así llamado Divo de Juárez.
A Alvarado Vela, su pluma, mucho más incisiva que la de Berlín, le costó la dirección del canal de televisión pública más joven del país: su artículo en Milenio, No me gusta Juanga (lo que le viene guango), hizo muestra de un humor tan políticamente incorrecto como cínicamente discriminatorio que poca cabida tiene en el proyecto televisivo de la Universidad Nacional Autónoma de México. A Berlín Villafaña, su asincerada frasecita feisbuquera, expresada no en un medio de información, sino en su cuenta personal dentro del feudo Zuckerberg, le significó ser depuesto de la jefatura de la política cultural en la que será la Capital Americana de la Cultura en 2017.
Latin GRAMMY Awards - Show
Estamos, sin duda, ante un par de actos de torpeza de dos personajes que hasta hace poco encabezaban proyectos con dineros públicos con la tarea de, entre muchas otras, invitarnos a pensar; está visto que, quizás porque para empezar ellos mismos no lo hicieron, no lo consiguieron y que, como a Charlton Heston en Soylent Green de Richard Fleischer (E.U., 1973), el destino les alcanzó. El México hirsuto, cansado de los abusos de poder que caracterizan a esa lucha de clases que posmodernos y neoliberales, valga la redundancia, dicen que ya no existe, les enjuició en un episodio más de la serie yutubera de ladies y gentlemans nacionales, versión masificada del orwelliano Enemigo del Pueblo, para descargar en ellos la frustración por seguir siendo una ciudadanía impotente para poner fin a la clase política que le malgobierna. Su pecado, acaso despreciar las canciones de Juangapor nacas (no por jotas) o, simplemente, tener hueva de hablar de él.
Puesto en marcha el macartismo populista, tocó el turno al duelo de colmillos en el oficio.
Primero, el rector de la UNAM aceptó la renuncia de Alvarado Vela, quien no desmintió el eufemismo diciendo que quería defender la libre expresión de sus ideas como ciudadano, léase: sus expresiones discriminatorias (quedaba claro que como funcionario público no podría hacerlo). Por su parte, el alcalde de Mérida, en una declaración más torpe aún que la de su ex colaborador, dijo que el despido de Berlín Villafaña no era porque hubiera publicado que le daba hueva Juanga (muy probablemente porque el gesto acaso clasista, aunque ya aclaró Berlín Villafaña que la hueva era academicista no clasista, también fuera compartido por él): “El profesor (sic) Irving es una persona muy valiosa para el Ayuntamiento de Mérida, es una persona que ha dejado huella con sus proyectos culturales (…) Va a ser muy complicado buscar un sustituto de ese nivel (pero) es normal que después de un año de gobierno se realicen enroques en el gabinete municipal y el Ayuntamiento tiene un plan muy específico y (un) proyecto de gobierno que en este segundo año va a tomar muchísima intensidad.” (El Universal, 03/09/2016).
vila y berlin 2
A río revuelto ganancia de pescadores, y, así, mientras el edil meridano confiesa que no importa cuán importante sea el desempeño de uno de sus colaboradores o una de sus colaboradoras, el gobierno municipal es un ente vivo que se manda solo y sin que nadie lo controle expulsa inclusive a sus mejores piezas, o que aquello que en su plan y proyecto de gobierno ha sido más que lamentable precisa de despedir a sus mejores colaboradoras y colaboradores para que pueda tomar muchísima intensidad en el tiempo que le resta de administración (gulp); así, decía, el priísmo al que le cantó Juanga como le cantó a México (porque en su mente fueron siempre lo mismo) se soba las manos de gusto como las moscas las patas ante la mierda: entre sus disfuncionales funcionarios de cultura (se equivocan quienes ven algo de democrático en ellos: puro clientelismo puro) no se encontrará a ningún Gentleman Lentejuelas, como Nicolás Alvarado, ni a ningún Lord Hueva, como Irving Berlín, listos para ser quemados en la leña verde de las redes sociales virtuales; no, apenas a personajes corruptos que seguirán parasitando del erario público en materia de cultura, pero que, parafraseando a Ángel Fuentes Balam, no hablan mal del cantante famoso que en privado protagonizó los chistes homofóbicos de toda su vida.
Ha pasado más de una semana de la destitución de Berlín Villafaña. El señor Vila Dosal ha perdido la oportunidad de mostrarse sabio y reconocer que se equivocó con su destitución y, peor, aún no da señales de quién ocupará su lugar. Mientras tanto, Valerie Amador, subdirectora de Innovación Cultural, quedó al frente de la oficina vacante; Valerie no es una improvisada en materia cultural, pero lo suyo es la comunicación social y todo indica que allí radica la verdadera razón de que Vila Dosal la mantenga como su Directora de Cultura: después de un director cuyas opiniones muchas veces sólo le echaron leña al fuego de los dimes y diretes, el primer edil necesita alguien que sepa cómo conducirse mediáticamente en una de sus direcciones con más visibilidad el próximo año.
A lo lejos, aunque no tanto como para que no se alcance a escuchar, la voz de Juan Gabriel se escurre de entre los adobes y los techos de lámina de las casas, colándose por entre el polvo hasta anidar por enésima vez en los oídos que poco o nada saben si esas letras son o no nacas o dan o no hueva. Vestidas de blanco, unas 500 ó 600 personas marchan por las calles de Mérida a favor de la discriminación y el odio, el mismo que acaso (ellos dicen que no) se filtró en los mensajes de Berlín Villafaña y Alvarado Vela. En el Monumento a la Patria, otro tanto de personas empapan de colores la mirada y la piel en un beso que es muchos besos a la vez: “El problema no eres tú –dice uno de sus carteles–, es tu homofobia.” ¡It! ¡It!, repite la anciana en un tono a medio camino entre el regaño severo y la porra que da ánimo, ¡Que eres machito, hombrecito!
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