Fotos: Rubén Romero
“Per Te”, de la compañía suiza Finzi Pasca, se presentó en 7 funciones dentro del Mérida Fest, siendo punta de lanza de una serie de espectáculos internacionales como parte de la Capital Americana de la Cultura. Del jueves 12 al lunes 16 el montaje multidisciplinario pudo verse en el Teatro José Peón Contreras, abarrotado por la gente que se quedó con el buen sabor de boca que dejó, hace dos años, “Ícaro”, la obra insignia dirigida y actuada por el propio Daniele Finzi Pasca, que lleva décadas representándola en todo el globo.
Más allá de ser un espectáculo “muy bonito”, no nos deja nada más. Todo su atractivo radica en la persecución de una estética propia, la cual se fundamenta en efectismos técnicos y en la creación de imágenes plásticas abstractas. Caballeros andantes, ángeles y demás criaturas fantásticas sirven de excusa para maravillarnos con telas y demás elementos escenográficos que flotan por los aires con formas sinuosas y caprichosas.
Pero cuando analizamos su discurso escénico y argumental pronto se notan las costuras y el hecho de que no tiene pies ni cabeza. Es un pastiche de escenas que se suceden una tras otra en una trama que se pretende surrealista sin serlo. Las bromas y demás gags físicos son condescendientes hacia el espectador; incluso, parecen dirigirse a un público infantil. Pero no necesariamente por ser una obra proveniente del clown o espectáculo circense tiene que ser así. Hay pocas acrobacias, poca danza, la novedad en la propuesta es nula. Todo el show es reiterativo y gira en torno -literalmente- al recurso de las máquinas de aire sobre el escenario.
Este recurso pronto se agota, se vuelve monótono una vez que el deslumbre inicial termina por ser un elemento manido dentro de la puesta en escena. La historia no ofrece respuestas, tampoco preguntas. Nos entrega un producto ya digerido para las masas, a lo cual no ayudan las diferencias lingüísticas en donde distintos tipos de acentos y el mal español conviven en un mismo guión, lo cual dificulta su entendimiento en lo general. Por momentos y gracias al uso de micrófonos inalámbricos, uno no sabe si los actores realmente están hablando o sólo hacen mímica por encima de una grabación de audio.
Tanta ostentación tecnológica enmascara en el fondo una obra prefabricada y hecha ex profeso para darle la vuelta al mundo sin importar el idioma del que se trate, lo cual se nota ante esa distancia técnica, donde la pretensión artística nos muestra todo, menos el auténtico espíritu del arte como herramienta comunicadora, acusando una falta de empatía con el espectador. En todo caso, las dos horas y media que dura el espectáculo resultan excesivas, en especial cuando no se va a ningún lado.
En ese sentido, “Per te” es fiel a la tendencia tan en boga en el arte contemporáneo en donde el barroquismo y el horror vacui, ese temor al vacío, constituyen el eje rector en el cual se elude la reflexión intelectual en pos de una mera experiencia estética brillante, fugaz y francamente olvidable, todo al mismo tiempo. No podemos soslayar que no todo lo que brilla es oro, podría ser oropel:
¿Qué nos quieren decir los artistas? ¿Qué nos deja una vez que salimos del teatro? ¿De qué trató la obra?
Humo, luces y espejos…