El actor interpretó a Van Helsing en “Drácula”.
La imagen de Eduardo Arozamena, joven, maduro y ya anciano, está totalmente ligada al Cine Mexicano en muy diversas etapas. En la llamada Época de Oro del Cine Mexicano, la presencia de Eduardo Arozamena es casi obligada en una gran cantidad de películas, puede decirse que, Arozamena, fue una presencia permanente en el cine nacional. Siempre desempeñó papeles coestelares, desde los cuales marcó época en nuestro cine. Su arribo al séptimo arte, lo hace a una edad, si bien no madura -tampoco era precisamente un adolescente-, puede decirse que llega al cine mexicano siendo un joven maduro, pero su carrera ya tenía una brillante participación en el teatro, ahí sí, de muy antiguo.
Arozamena, aparece en el cine mexicano prácticamente desde que este arte aparece en el panorama cultural de México. Sus antecedentes en el teatro nacional dejaron brillante memoria en su carrera artística, género en el que las operetas y zarzuelas formaron parte de sus cartas credenciales que le dieron todas las facilidades para incorporarse al cine, desde sus inicios hasta su muerte en 1951. Junto con Fraustita o el Gordo Vera, su imagen es un referente del cine mexicano.
Eduardo Arozamena nace en la ciudad de México el 17 de octubre de 1877. Su vida está ligada al arte desde niño, pues cantaba en un conocido coro infantil de una iglesia; esta formación musical puso lo necesario para que se incorporara a la conocida Compañía de Operetas y Zarzuelas de las hermanas Moriones, en esta agrupación logra éxitos significativos en gustadas obras como “La Dolores” y “La Viuda Alegre”, estos triunfos lo hicieron ser un actor y barítono muy cotizado en esa época en el género lírico. Los sucesos violentos de la Revolución Social Mexicana, lo llevan a un exilio a Cuba, en especial a causa del régimen usurpador de Victoriano Huerta. En su estancia en Cuba, obtiene un gran éxito en el teatro lírico e incluso empieza a dirigir obras.
A su regreso a México se incorpora inmediatamente al naciente cine mexicano, filmando la cinta del cine mudo “La Soñadora”, la cual fue un rotundo fracaso comercial; en esta producción, Arozamena no sólo había participado como actor, sino también como director y guionista. El fracaso de la película lo aleja del cine por un tiempo en el que se dedica totalmente al teatro, y llega a ser director de la prestigiada compañía de la gran actriz María Teresa Montoya. Su fama en el teatro trasciende las fronteras nacionales y en Guatemala se le otorgan Las “Palmas de Oro” por su trayectoria como actor. También fue un escritor reconocido, pues en el semanario cultural “Mefistófeles” publica una importante serie de cuentos suyos. En el periódico El Universal Ilustrado, mantiene una columna de semanal dedicada a la cultura, con el título de “Parece que fue ayer”.
Al dar inicio la década de los 30’s, Arozamena decide regresar al cine y lo hace con buen tino en el filme “Drácula”, en el cual personifica a Van Helsing, el destructor de monstruos, cuya filmación fue parte de una producción norteamericana. En el siguiente lustro participa en varias películas que tienen una buena acogida por el público; “Martín Garatuza” en 1935; “Almas Rebeldes”, en 1937; y “Los de Abajo”, en 1940. La década de los 40’s, marca importantísimas participaciones en su carrera, ya que toma parte en películas torales en la historia de nuestro cine nacional.
Lo encontramos en filmes como: “El Gendarme Desconocido”, “Así se Quiere en Jalisco”, “Flor Silvestre”, “Doña Bárbara”, “La Vida Inútil de Pito Pérez”, “Enamorada”, “Río Escondido”, “El Muchacho Alegre”, “Maclovia”, “La Malquerida”, “La Mujer que Yo Perdí” y “El Suavecito”. En estas filmaciones alterna con figuras de la talla de Cantinflas, Gloria Marín, Jorge Negrete, Pedro Armendáriz, María Félix, Dolores del Río, Columba Domínguez, Blanca Estela Pavón, Manuel Medel, Luis Aguilar, Pedro Infante o Víctor Parra. En sus papeles de coprotagonista se va haciendo una figura indispensable del cine mexicano que dejará una presencia siempre constante, de esas que poco se destacan, pero que dejan una huella muy profunda en imagen y actuación.
Hemos de señalar también el popular apodo con el que fue conocido “El Nanche”. En 1946, ejecuta una de sus más entrañables actuaciones, en la película “Rancho de mis Recuerdos”, de Miguel Contreras Torres. La cinta originalmente debía ser protagonizada por Jorge Negrete, pero circunstancias en los compromisos de Negrete le impiden cumplir con este proyecto y es el propio director y guionista, Miguel Contreras, quien tiene que asumir el papel principal, junto a Medel y Meche Barba. Es de llamar la atención que Miguel Contreras no figura en los créditos del reparto, siendo él el protagonista de la historia. Se ha especulado que el material de promoción de la cinta ya estaba listo al romper Negrete el compromiso, pero esto nunca ha sido aclarado totalmente.
La cinta cuenta la historia de un joven campesino que, por circunstancias se ve envuelto en la lucha armada de la Revolución Social Mexicana y llega a ser general. Eduardo Arozamena, hace del papel del padre del protagonista, un humilde campesino del rancho, una pieza dramática de la más alta calidad. Su sensible muerte deja constancia de la calidad histriónica superior del gran actor que era Arozamena. Este papel es una pieza magistral de su actuación. En 1949, es nominado al Ariel por su destacada actuación en “Río Escondido”, al lado de María Félix y Carlos López Moctezuma. No recibe la estatuilla de la Academia, pero su actuación recibió todos los reconocimientos de la prensa especializada.
La tiple Clemencia Sánchez, fue la compañera de su vida, y con ella procreó seis hijos: Eduardo, Juan, Lupe, Luisa, Carmen y Amparo. Esta última, la menor, llegó a brillar también en el cine mexicano. Amparito Arozamena, inicia su participación en el cine mexicano en los últimos tiempos de la Época de Oro, y todavía alcanza a participar en importantes filmes; pero definitivamente, sus intervenciones que la consolidaron en este campo se dieron durante el llamado Período de Transición. Eduardo Arozamena continuó activo hasta casi el final de su vida; su última aparición en los escenarios se da en 1950, en la puesta de la obra “El Rancho de los Gavilanes”.
La muerte le sorprende el 21 de mayo de 1951, y sus restos descansan en el Panteón Jardín. Con él se iba una gran parte del Cine de la Época de Oro y una amplia página de la historia del Cine Nacional. Como muy pocos actores tuvo una trayectoria que abarcó desde el cine mudo, prevaleciendo durante el cine sonoro, participando activamente en la Época de Oro y aún alcanzó el inicio del Cine de Transición. La Asociación Nacional de Actores le rindió un justo homenaje al imponer su nombre a la presea que otorga a los actores de gran trayectoria. Su figura lo mismo le identifica con el padre, el abuelo, el viejo profesor rural, el venerable cura del pueblo, el juez, el alcalde. Esta amplísima participación en nuestro cine, le presenta como una figura fundacional y esencial del Cine Mexicano de todos los tiempos.