El mundo femenino en dos novelas de Elena Ferrante

Anahí García Jáquez aborda el universo femenino de la enigmática autora Elena Ferrante, específicamente en dos de sus novelas: "Los días del abandono" y "La hija oscura", en las cuales la escritora desmitifica tópicos de las mujeres como la maternidad y las relaciones de pareja... ¡A leer se ha dicho!

El universo femenino ha sido ampliamente abordado en la literatura desde tiempos inmemoriales. A través de las épocas, tanto autores como autoras continúan tocando temas relacionados con el ser mujer tanto en la familia como en la sociedad. Es así como llegamos hasta la escritora de la cual hablaremos en esta columna, y que se ha hecho muy popular en los últimos años, pues sus trabajos han sido llevados a la pantalla chica y también a la grande.

Su nombre, o mejor dicho su seudónimo, es Elena Ferrante, quien ha sabido mantenerse en el anonimato y es poco lo que se sabe de ella. En realidad es poco importante, puesto que goza de éxito tanto literario como comercial a nivel internacional. Esto probablemente se deba a que Elena Ferrante ha sabido retratar la situación de las mujeres en esta época, y lo hace de manera tal que es inevitable que muchas se sientan identificadas con los personajes y las vivencias que ahí se hacen presentes. Para muestra, van estos dos ejemplos cuya temática es verdaderamente universal:

Los días del abandono

Éste es el segundo trabajo de esta escritora, el cual comienza con una revelación. La protagonista de este texto, Olga, recibe en la noche después de la cena una de las peores noticias que puede haber: su esposo Mario la va a dejar por una mujer más joven. En ese momento es que su mundo se le cae encima, pues él se irá y ella se quedará sola con sus dos hijos menores. A partir de ese instante Olga tiene que replantearse cómo seguir adelante.

La autora aprovecha esta anécdota para hablarnos de una realidad por demás común: la de las mujeres cuya vida gira en torno a cualquiera -menos a ellas mismas-, y que acaban dejándose de lado, poniendo como prioridad la casa, el marido y el cuidado de los hijos.

Una vez que el hombre se va, la mujer se enfrenta a una nueva realidad en la que, para empezar, tiene que llorar la muerte de su proyecto de vida, que es el envejecer junto a su compañero y permanecer a su lado hasta el final de sus días. Cuando esto se trunca, es tiempo de lidiar con las responsabilidades intransferibles, como lo son los hijos, pero también consigo misma.

La narradora de este texto es la misma Olga, por lo que el lector experimentará su sufrimiento como si fuese propio, ya que la forma en que el texto está escrito permite que su sentir y su pensar se transmitan de manera por demás real, por lo que podría calificarse de fuerte y demuestra que la autora no deja nada por mostrar, pues hay diálogos tremendamente demoledores cargados de angustia y desesperación.

La montaña rusa de emociones por las que transita Olga es descrita a la perfección y eso contribuye a que el involucramiento con la trama sea completo y se dé rápidamente. Los cuestionamientos que Olga se hace en cuanto a si ella fue la culpable del rompimiento de su unión impactan y a la vez revelan la falta de amor propio, por lo que la autora hace énfasis en el rescate de la dignidad, como valor por demás importante para levantarse tras semejante descalabro.

Pero no todo es oscuridad, pues también el lector será testigo del proceso de recuperación de Olga, por lo que se nos hace saber que hay esperanza. Elena Ferrante ha creado a una protagonista con muchos matices, dotando así su novela del suficiente realismo, además del lenguaje claro y del resto de los personajes que, sin duda alguna, abonan mucho a la trama.

Otros títulos de la escritora Elena Ferrante.

 

La hija oscura

Leda es una profesora que está disfrutando de unas vacaciones en la costa italiana. Lo hace sola, puesto que sus hijas están viviendo con su padre. Una tarde, mientras toma el sol, le toca presenciar un incidente en el que se ve envuelta Nina, una joven madre que forma parte de una familia numerosa. Una vez que la conoce, Leda no puede evitar sentirse identificada con esta chica al tener esas dos cosas en común y, a partir de ese momento, su pasado se le hará más presente que nunca, pues le recordará mucho de su vida y las decisiones que tomó en tiempos pasados, las cuales siguen teniendo consecuencias hasta ahora.

En este libro, la autora nos presenta el opuesto a Olga, pues Leda, yendo en busca de su realización personal, abandonó a sus hijas quedándose éstas con su padre. La labor de maternar la sobrepasaba, por la que aprovechó la oportunidad de huir de ello, aunque eventualmente regresó al lado de ellas, aunque sobre decir que ya nada fue igual. Es Leda, con su voz, la que nos cuenta su historia viajando al pasado a través de sus recuerdos y regresando al presente para contarnos su vida. Este personaje no causa tanta empatía con el lector, ya que es difícil entender que alguien sea capaz de hacer algo así, pero la autora aprovecha esta anécdota para hablarnos de la maternidad y su lado oscuro, por llamarlo de alguna manera.

Todo comienza con las expectativas que se tienen hacia las mujeres en términos de empujarlas a ser madres y, una vez que sucede, la presión se ejerce de manera tal que jamás logran alcanzar el ideal de la mamá perfecta y el amor que ellas experimentan por sus hijos abre paso a la obligación, convirtiéndose en una carga más que un placer, lo que ocasiona que se vean atrapadas sin una salida y, al mismo tiempo, se genera un tremendo sentimiento de culpa por sentirse de esa manera.

También se aborda el papel que juegan las parejas, en este caso el padre, quien a veces no se involucra tanto como se requiere de él, por lo que la labor recae casi siempre en una sola persona, en este caso la madre. La autora muestra dos claros ejemplos, que son los esposos de Leda y Nina, quienes no cumplen con su parte a la hora de paternar.

Al ser Leda la narradora, el lector descubrirá a una mujer que no se juzga a sí misma, sino que justifica sus hechos y los motivos de cada uno de ellos, además de que no deja nada en el tintero y es muy abierta al contar su verdad y, más en específico, la soledad que le embarga, quizá como consecuencia de sus actos. En medio de todo ello, se comienza a gestar una obsesión por Nina y por la hija de ésta, Elena, por lo que la lectura se irá poniendo más interesante al avanzar la trama, beneficiándose también de las pocas páginas con las que cuenta el libro. Contrario a Olga, es muy difícil predecir si sentiremos empatía alguna por Leda, pero al menos no nos inspirará indiferencia.

Son pues, este par de obras, una muestra del talento de Elena Ferrante así como de su capacidad de retratarnos a las mujeres con diferentes características pero que, en el fondo, viven y sienten como la mayoría, generándose con esto una conexión inevitable con el lector. Sus personajes, por sobre todas las cosas, son muy humanos y llenos de matices, haciéndonos saber que la vida no es blanco y negro, sino que está compuesta por varios tonos de gris.

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