Quejas, dinero y censura. Lee aquí la trilogía de artículos críticos:
I
Ahora que se han destapado los malos tratos, deficiencias técnicas y demás irregularidades del Festival Internacional de Cine de Mérida y Yucatán, resulta pertinente analizar qué tanto ha aportado al panorama del cine en nuestra entidad, en especial después de tres ediciones, periodo más que justo para realizar un balance crítico y asertivo, lejos del oropel, los reflectores y la alfombra roja que tanto obnubilan la vista a propios y extraños.
Hace unos días, Valentina Álvarez, que fue parte del jurado joven del certamen, comentó en un periódico local la mala organización y la discriminación que sufrieron como participantes, a lo que el día de ayer, Karla Paola Medina, directora del festival, intentó minimizar ejerciendo su derecho de réplica. Sin embargo, al contactar a Katia Rejón que también formó parte de dicho jurado esto es lo que declaró:
“Creo que como organizadora y representante del festival no puede negar la cantidad de críticas que han surgido después del evento, y no sólo de Valentina, ya que en su declaración la minimiza y de una forma muy soberbia declara que su festival nos dio una oportunidad que nadie más nos ha dado. En lo personal, creo que un error lo puede cometer cualquiera, pero tener varios errores y no aceptarlo, a lo mejor es un indicador de que no está capacitada para llevar un festival de esta magnitud”.
Para poner un poco en contexto al lector, hasta el momento se han ventilado situaciones vergonzantes para el FICMY, como los fallos técnicos que originaron se reagendaran las muestras de Cinespace de la Nasa, cuyo delegado viajó a Mérida para llevarse un chasco. Lo mismo ocurrió en la exhibición de cortos Polos Audiovisuales, donde de nuevo, sin disculpas de por medio, se tuvo que cambiar de fecha.
Lo peor de todo no es que hayan ocurrido fallos que son entendibles. Lo peor es que su directora cacarea ante quien la quiera escuchar, que fue un éxito y que el festival está posicionando a Yucatán como un lugar donde invertir y realizar producciones cinematográficas. De ser así, resulta inexplicable porqué la también directora de esa estafa llamada Festival del Globo, no pudo conseguir este año el apoyo de Saúl Ancona, quien la patrocinó en años pasados a través de la Secretaría de Turismo a su cargo. La falta de liderazgo está hundiendo al FICMY, pero cabe preguntarse ¿qué pasará con el talento de los cineastas locales?
*La primera parte de este artículo apareció en Milenio Novedades el sábado 2 de septiembre y en el portal www.sipse.com, de donde fue eliminado sin explicación alguna al día siguiente.
II
Dos días después de la entrega anterior, el lunes 4 de septiembre, se publicó en medios locales una carta del Jurado Joven que formó parte del FICMY, firmada por Gerardo Novelo, Katia Rejón, José Bart Gamboa y Valentina Álvarez. En dicha misiva, se evidenciaron los malos tratos y la mala organización del festival, en específico, la total carencia de liderazgo de su directora, Karla Paola Medina, que ejerciendo su derecho de réplica minimizó la situación haciendo esta desafortunada declaración: “A lo mejor esta persona finalmente quiso usar este foco para desahogarse de situaciones que tiene personales…” (sic).
Una vez desmentida su declaración, otras voces fueron buscadas para expresar su opinión sobre el tema. Tal fue el caso de Kevin Manrique, organizador del Festival Mórbido en Yucatán y que participó en la muestra Polos Audiovisuales, misma que por fallos técnicos fue cancelada y reagendada al día siguiente: “En Mórbido hemos querido proyectar en el Daniel (Ayala) y se nos dijo que no contaba con audio. Por lo que se sabe desde hace años que el lugar no es idóneo para proyectar cine. El gran problema del festival es que es producido no por Karla Paola, sino por un equipo de personas externas que intentan que el festival sea similar a los demás festivales del país. Por supuesto, es entendible que desconozcan la situación de infraestructura, industria local y generación de público.
Este año el Shortfilm Race no tuvo a casi nadie con experiencia, no estuvo Jairo Mukul (director de Memorabilia, casa productora), no estuvo Isaac (Zambra), pues prácticamente todos los directores de este año fueron debutantes, ya que nadie de los años pasados quiso entrar debido a que Karla Paola se adjudica los cortos, ella aparece como productora ejecutiva y posteriormente ostenta los derechos de exhibición”.
Pero más allá de las evidentes quejas de los participantes, lo cierto es que en una evaluación general el festival dista mucho de ser un evento importante dentro la geografía cinematográfica de nuestro país. No es un referente a nivel nacional e internacional como tanto se presume. Al contrario, con tantos fallos organizativos y técnicos, no ha faltado quien lo llame “un festival de cine digno de una república bananera”. Tan mal se ha quedado con propios y extraños como para que se le llame así. Y es que la programación y los invitados dan pena ajena.
Año con año se ha traído a personajes en franco declive, y esto lo digo sin menoscabo de su trayectoria. Tal es el caso de Gabriel Retes, Blanca Guerra, Ofelia Medina, etc. Muchos sólo aceptan venir a Yucatán porque se les promete una presea y por eso edición tras edición se les entrega el Jaguar de Oro, como se llama el “codiciado” premio que otorga el FICMY. De hecho, por uno u otro motivo, siempre se ha encontrado la manera de entregarle premios a nuestra encumbrada paisana con tal de que haga acto de presencia.
Por otro lado, me pregunto, ¿en qué clase de festival se cacarea una alfombra roja con estrellas tales como Lalo España, Cassandra Ciangherotti y Cecilia Suárez? Fuera de los mencionados en el párrafo anterior y de Arcelia Ramírez no hubo ninguna auténtica luminaria en el FICMY. Ni Michael Rowe, Michel Franco, Carlos Bolado, Jorge Michel Grau, David Pablos, Amat Escalante, Gerardo Naranjo o Carlos Reygadas estuvieron presentes, tan sólo por mencionar a algunos de los realizadores contemporáneos que pudieron darle realce con su presencia. Pero lo más seguro es que su directora ni los conozca al no ser “talentos de televisión”.
III
A todas luces el FICMY parece ser el festival de la simulación. Ni una reseña o crítica cinematográfica fue publicada en medios locales, como si su programación fuera inexistente. Por supuesto, cuando se le da primacía a las alfombras rojas, cocteles y a las estrellitas región 4, el séptimo arte queda de lado. Sabemos que Roma no se construyó en un día, pero al paso que va, este festival se encuentra lejos de consolidarse como un encuentro cinematográfico respetable, en especial cuando existen alternativas independientes que prácticamente sin recursos han sacado adelante proyectos interesantes, como el Mórbido Film Fest, Cine Con, Libre Cinema Festival, etc.
Entonces, ¿por qué el FICMY recibe tantos recursos federales y estatales? Es un secreto a voces que Karla Paola Medina se encuentra “apadrinada” por el diputado Jorge Carlos Ramírez Marín desde su primera edición. Con semejante aval, fue fácil convencer al gobierno estatal y municipal de que la apoyara. Sin embargo, este año la Sedeculta fue la única institución de gobierno que hizo acto de presencia en sus eventos. Lejos quedaron los días en los que la Secretaría de Turismo y la Dirección de Cultura del Ayuntamiento de Mérida le daban el espaldarazo. En tan sólo tres años sus bonos se fueron a pique.
Lo anterior no es casualidad, pues si bien Karla Paola Medina es excelente como productora y gestora de recursos, una vez que tiene el dinero no sabe qué hacer con él. Sus deficiencias como líder y directora han sido exhibidas en numerosas ocasiones. Basta con ver o leer sus numerosas entrevistas para darse cuenta que no conoce ni la terminología más elemental sobre el cine. Para ella, el séptimo arte es espectáculo, glamour y sofisticación: una excusa más para estrenar vestidos y zapatos de tacón alto.
Si bien el FICMY pertenece a la iniciativa privada y recibe patrocinios de empresas, sólo en lo nominal es un festival de cine de Yucatán. En la práctica, teniendo investigadores, académicos, programadores y cineastas premiados residentes en el estado, estos han sido notoriamente excluidos durante los 3 años que lleva realizándose. Por ello, es un festival sin identidad, no se siente como nuestro, como lo ha demostrado la baja asistencia de la ciudadanía. Considero que si bien es un esfuerzo loable que debe continuar haciéndose, debe dejar de recibir financiamiento público. No hay nada que justifique que millones de nuestros impuestos se destinen a un festival elitista y cuya derrama cultural y artística es nula.
Su directora debe dimitir y quedar como productora ejecutiva, pues es hora de que alguien verdaderamente capaz tome las riendas del festival; de lo contrario, sería mejor que desaparezca así como el absurdo fiasco del Festival Internacional del Globo de Yucatán, que en su momento no contó con los permisos necesarios para un evento aeronáutico de su tipo, razón por la cual tuvo que devolver el costo de las entradas. No obstante, a pesar de estos rampantes fracasos, a Karla Paola Medina ahora se le ha metido a la cabeza realizar el YIMUF (Yucatan International Music Festival). Sólo cabe preguntarse, ¿debemos los yucatecos continuar pagando cada idea faraónica que se le ocurra a esta persona?