Fotos: Eduardo Cervantes/Ricardo E. Tatto
“Hay tantas realidades como puntos de vista. El punto de vista crea el panorama”. José Ortega y Gasset
La presente exposición integrada por una selección de pinturas y dibujos permite apreciar el trabajo de este artista que a lo largo de más de cuatro décadas ha conservado un lenguaje basado en la vivencia, haciendo de su obra una pieza cargada de emociones para provocar en el espectador una evocación profundamente subjetiva y en el los cuales se puede apreciar el reflejo de su mundo interior; por lo cual podríamos decir que es un trabajo emocional, en los cuales el espectador puede establecer una conexión que trasciende el tiempo y el espacio en temáticas que buscan el relato del amor, la soledad y la nostalgia.
Los sucesos que le rodean son llevados acabo mediante trazos violentos y rápidos, que bien pueden ser mirados dentro de un neoexpresionismo, en los cuales su autor ilustra la vivencia humana como eje del relato dramatizado y en los que destaca una visión subjetiva de los personajes acentuada por una deformación emocional de la realidad a través del carácter expresivo que en ellos se aprecia; cada escena cobra una significación metafísica y abre los sentidos del mundo interior de su autor, para devolver al espectador mediante imágenes genuinas, la expresión del alma, en las que encontramos una particular forma de confrontar lo gracioso con la visión trágica del ser, o sea, una concepción existencial y liberada del mundo y espíritu.
Su obra que bien podríamos considerar que cada pieza artística expuesta caracteriza la complejidad de sus imágenes, en las que enfocan la idea, de no solo su propia identidad, sino también la de todo el mundo que lo rodea, donde la ironía toca con lo hilarante y lo agudo, lo gracioso con la crítica y lo mordaz destacan su capacidad de contar historias; la distorsión figurativa y la simultaneidad de escenas cuestionan la temporalidad y permiten una lectura compleja de varios planos y acciones en la construcción de situaciones dramáticas o teatralizadas; no obstante esa confusión de identidades y circunstancias, logra magistralmente vincular todos elementos distintos en una relación significativa dentro de la imagen.
Si bien, en ocasiones la escala humana nos parece antinatural dado que no pretende copiar al modelo académico con una fidelidad realista, éstas encierran en lo psicológico de los personajes la crudeza, mediante proporciones que le permiten la narración en distintos planos para crear la sensación de profundidad; la acción y la progresión cromática de colores, en una paleta en la cual abundan los amarillos y los ocres nos propone un elemento simbólico que viene a generar iconografías nostálgicas de un mundo visto y reinventado. El dolor y la fealdad, así como la pobreza (representada mediante la desnudez) en la cual los personajes, que no solo representan a lo popular en estricto sentido, sino también al pensamiento mítico para recuperar el valor simbólico y estético, como un claro referente a una sociedad que estigmatiza y se refiere a lo popular con repulsión para decantar del propio concepto de belleza.
Parte del conjunto que hoy se presenta se trata de una serie a manera de retratos anónimos por la que nos remite que nos permite vincularlos a lo referido por sociólogo Erving Goffman (Canadá 1922 – Estados Unidos 1982) que define al estigma como una condición, atributo, rasgo o comportamiento, que hace que una persona sea incluida en una categoría social inaceptable o inferior, lo que las hace frente a la sociedad devaluadas, rechazadas y vilipendiadas.
Estos perfiles sociales perfectamente señalados en la obra de Daniel Rosel mediante sus protagonistas, con rasgos eminentemente grotescos que dominan la obra, y que se nos manifiestan a manera de alegorías de la condenación, y por las que realiza un retrato de las diferencias de clase, con un patetismo despiadado y un mamarracho al antojo de la desolación y la transgresión.
En cada pieza Daniel Rosel expresa sus opiniones sobre su entorno, capturando el espíritu y yendo más allá de lo obvio, ya que sus imágenes son de un realismo psíquico y de una fuerza expresiva, para tocar temas bajo una estética del arte que cuestiona lo llamado “de buen gusto”, en una clara decadencia de los individuos en un declive de los valores humanos, consecuencia de una falta de sensibilidad, amenazando la cohesión social y la justicia.
*El presente texto de Rafael Pérez y Pérez forma parte de la hoja de sala de la exposición “Fragmentos terrenales”, del artista Daniel Rosel, la cual puede ser visitada en el Centro Cultural Olimpo.