Guerra en la Cancha (dir. Shady Srour, 2016)
Un equipo de documentalistas se dan a la tarea de seguir los arreglos, obstáculos y situaciones absurdas que se presentan en los preparativos del juego de futbol más importante del siglo: uno entre Israel y Palestina que no se jugará el pase a ningún torneo o busca algún trofeo. Han llegado a la conclusión que quien pierda el partido cederá su tierra al vencedor. Claro, simple, y por ello, sumamente complejo.
La cinta está narrada con el formato falso documental, que podemos definir con pocas palabras como aquella película que usa un lenguaje documental pero narra ficción (aquí se puede profundizar en el tema http://miradasmultiples.com.mx/2017/12/03/la-frontera-la-verdad-falso-documental/). El formato falso documental suele usarse con intenciones críticas del documental, de engaño al público o satíricas de lo absurdo de la situación. Es en este último campo donde se inscribe Guerra en la Cancha.
Entre las situaciones ridículas están los pormenores del control de pasaportes cuando el equipo palestino de futbol intenta cruzar Gaza, las críticas de la prensa israelí cuando sube un nuevo director técnico al equipo (“un alemán tendrá en la mano el destino de Israel”), el motivo de las pastillas contra las agruras que van rolándose entre los organizadores de la federación internacional de futbol y los directivos de ambos países.
Directivos, entrenadores, jugadores, prensa, empleados de gobierno y gente común que trabaja en el estadio dan todas y todos su punto de vista sobre la situación, cómo les afecta y si creen o no que esto sea una buena idea. La confusión que se provoca aquí es entre reírse de los hechos o condenar que a esto se reduzca el problema tan grave que hay en esa frontera.
Es importante tener en cuenta que ver el falso documental simplemente como una “combinación” entre ficción y no ficción es quedarse corto a sus alcances. Más bien, el falso documental abre un tercer, nuevo, otro, diferente espacio donde convive su propia realidad. Eso no quiere decir que somos “engañados” y realmente creemos que ese partido tiene lugar, sino que asumimos que esta burla a la situación como un señalamiento a la burla del propio conflicto. Así como casi nunca es mencionado el problema de la religión en los desacuerdos, así nos queda claro que el problema de la religión y “tierra santa” dejó de serlo hace mucho tiempo.
Tan poco importa el partido de futbol que ni siquiera necesitamos verlo, ni conocer el resultado. ¿Qué importa el resultado cuando las condiciones de juego son tan terribles que hacen que necesitemos ese resultado en primer lugar? ¿Acaso podemos imaginar otro espacio, donde los problemas sí se quieran solucionar ?