Carrie Fisher (1956-2016): un sentido homenaje a la Princesa Leia, nuestra princesa…
Un corno inglés acompañado de unos violines daba la introducción a la melodía del tema de la Princesa Leia en la partitura original que John Williams escribió para lo que ahora es el Episodio IV de Star Wars. Es uno de los motivos musicales más hermosos que tiene la extraordinaria y ya legendaria música incidental de la serie de películas. Trato de imaginar a Williams sentado frente a la pantalla mientras buscaba la inspiración para escribir el tema. Le veo mirando la bella figura de Leia Organa, la valerosa princesa que se atrevió a desafiar al poderoso imperio galáctico y escribiendo sobre el pentagrama vacío las primeras notas de una emocionante pieza musical.
El tema es sublime porque retrata musicalmente a una mujer en apariencia delicada pero poseedora de un carácter y una decisión inquebrantable; quizá por eso Williams va aumentando la intensidad de la melodía conforme la composición avanza: porque sabe que ese personaje tiene el potencial de convertirse en un referente, en un ícono para todos aquellos que vieran la el filme. Y así fue. Leia Organa era un personaje atípico en el universo cinematográfico hollywoodense. No era la princesa que esperaba pacientemente por el rescate de un príncipe azul; por el contrario, era capaz de soportar las torturas de Darth Vader y no revelar la locación de la base rebelde desde donde se había gestado la primera victoria en contra del Imperio (esa victoria que nos cuentan en Rogue One), y luego ponerse al frente de la improvisada operación para llevarla de vuelta con las tropas rebeldes.
Leia era inteligente, audaz y hermosa. Alguien que se escondía perfectamente tras una aparente y engañosa vulnerabilidad. Y eso hizo que muchos niños y adolescentes nos enamoráramos de ella, que quisiéramos ser Han Solo y no Luke Skywalker, porque ella terminaría enamorada del legendario piloto del Halcón Milenario. Ella fue nuestro primer amor cinematográfico, nuestro primer objeto del deseo cuando apareció como esclava en el palacio de Jabba The Hutt.
Me encontraba en la oficina cuando me enteré que Leia había muerto. Ahogué un grito mientras tragaba un par de lágrimas y el corazón se me arrugaba un poco. Supongo que no fui el único que pasó por lo mismo. Y sí, digo Leia porque Carrie Fisher era Leia, Leia era Carrie Fisher. Como Leia, Fisher fue una mujer que tuvo que enfrentar muchas adversidades, alguien que batalló contra sus propios demonios durante toda su vida y que encontró en las letras y los libros la fuerza necesaria para no caer derrotada por las tentaciones del lado oscuro. Su lucha fuera de la pantalla terminó por ser tan admirable como la que libró al interior de la misma.
A Leia el corazón se le detuvo mientras volaba por los aires; hay algo de poético en ello. Luchó unos días pero al final perdió la batalla. Ni siquiera los Jedis ganan siempre, aunque la Fuerza esté con ellos. Mientras tanto, nosotros, aquellos niños que con la boca abierta la miramos hace ya muchos años en una galaxia que hoy parece más lejana, nos quedará siempre el recuerdo de esa fantástica heroína que era capaz de plantarle cara al villano más temible del cine y que prefería besar a un Wookie antes que al amor de su vida. Sin embargo, y gracias a la tecnología, también siempre nos quedará la posibilidad de reencontrarnos con ese amor idílico, infantil e inalcanzable cada vez que volvamos a ver alguno de los Episodios de Star Wars con Carrie Fisher como protagonista.
Si de Carl Sagan a Lawrence Krauss se afirma que cada átomo de nuestro cuerpo proviene de una estrella que estalló, que somos polvo de estrellas y que estamos vivos gracias a estrellas que alguna vez se desintegraron, entonces me gustaría pensar que cuando morimos esos mismos átomos regresan al espacio para integrarse de nueva cuenta a los cuerpos celestes que orbitan sobre nosotros. Algo grandioso será mirarlos en el futuro mientras en los auriculares o en la mente suena el Tema de Leia escrito por John Williams, porque en ese especial momento podremos levantar los ojos hacia el firmamento y murmurar: “que la fuerza te acompañe… siempre” y lo haremos como una promesa, como un homenaje a Carrie Fisher, a la princesa Leia, a Nuestra Princesa.
Hasta pronto…