La obra se presentará el domingo 7 de agosto a las 12pm en el Teatro Daniel Ayala. Entrada libre.
“Cada cosa que amas, es muy probable que la pierdas, pero al final, el amor volverá de una forma diferente”. Franz Kafka
Un año antes de morir Franz Kafka vivió una experiencia que renovaría sus ánimos vitales, ante la tuberculosis que lo aquejaba de manera crónica e ineludible. Paseando por el parque Steglitz, en Berlín, encontró a una niña llorando porque había perdido a su querida muñeca. Para consolarla, el escritor le dijo que la muñeca no se había perdido, sino que se había ido de viaje, y él, cartero del rey, tenía una carta que le llevaría al día siguiente: “Por favor no me llores, he salido de viaje para ver el mundo. Te voy a escribir sobre mis aventuras”.
Sobre esta anécdota Salvador Lemis realizó la dramaturgia de “Kafka y la niña de la muñeca perdida”, dirigida por Nelson Cepeda de Borba Teatro, a presentarse en el marco de la Muestra Estatal de Teatro Wilberto Cantón 2016 . ¡Cartero, cartero…!, grita Nelson cuando entra al recinto, repartiendo cartas por entre las butacas llenas de niños sorprendidos ante la experiencia del teatro infantil. Así inicia la obra, que cuenta con las actuaciones de Luis Yamá (Kafka), Glendy Cuevas (niña) y Gabriel Moreno que funge de comodín (titiritero/mamá/la muerte).
La escenografía, de estilo minimalista, se compone de dos arcos con motivos orgánicos que recuerdan al estilo Art Noveau cultivado por Alfons Mucha, quien casualmente también era checo al igual que Kafka. Sobre estas estructuras del escultor Rosendo López se hizo una proyección de videomapping, gráficos a cargo de Luis Ramírez, que constituyeron un interesante recurso multimedia para hacer más ágil y atractiva la estética visual del montaje, en especial para un público tan exigente, acostumbrado a efectos de última generación.
La obra, aunque es de corte infantil, no lo resulta tanto dada la temática, que deviene en una crónica fantástica y agridulce de los últimos días del autor de “La metamorfosis”. En ese sentido, resulta un acierto que el texto tenga dos lecturas: la de la niña y la muñeca, que apela a los niños; y la de Kafka y su pareja Dora, que atraviesan una crisis afectiva dada la mala salud del llamado “artista del hambre” nacido en Praga.
Todos estos elementos actorales y escénicos conforman una emotiva pieza que, aderezada con música de fondo como “L´amour”, de Carmen y canciones propias como “Arriba el corazón”, que cantan al final para que el público se vaya con una nota alegre, aunque se puede intuir que la metáfora escénica del desenlace alude únicamente a la desaparición física de Franz. Con todo, la duración de una hora, es ideal para que los pequeños no pierdan la atención de lo que sucede; si acaso el único reproche serían ciertos nombres complicados y algunas frases cuya información resulta excesiva para los niños, que sólo desean inmiscuirse en la historia sin tantas acotaciones de corte histórico y realista. Más allá de lo anterior, la obra es de una belleza sin edad ni tiempo, ya que logra conmover.