La OSY regresa bajo la batuta de Alejandro Basulto

La Orquesta Sinfónica de Yucatán regresó del primer receso de este 2025 con una peculiar selección de obras. Interpretadas el 11 de mayo, el conjunto dirigido por el maestro Alejandro Basulto tuvo como solista a la flautista yucateca Andrea Herrera, de nuestros mejores talentos locales. ¡Bravo, OSY...!

La Orquesta Sinfónica de Yucatán regresó del primer receso de este 2025 con una peculiar selección de obras. Interpretadas el 11 de mayo, el conjunto dirigido por el maestro Alejandro Basulto –maestro en dos sentidos, uno: como docente de la extraordinaria Universidad de las Artes de Yucatán (UNAY); y dos: como maestro en la batuta. Acompañados de la también extraordinaria, Andrea Herrera en la flauta, quien interpretó la segunda obra; el conjunto, el maestro y la flautista lograron poner a la audiencia de pie en una merecidísima ovación.

Debido a inexcusables motivos tuve que escuchar la primera obra: Tierra de Temporal, detrás de las cortinas del espacio que separa al auditorio de las puertas de entrada. Desde este umbral pude percibir la fuerza de la tierra mexicana de la que habla el crítico musical Máximo Hernández en el programa de mano. El corno inglés, que brota de una lírica cuerda, augura un fluido y potente devenir que Moncayo prepara – como un gran conocedor de las complejidades instrumentales –, para mostrarnos la potencia de la orquesta en los primeros minutos. A mi escucha – como he dicho, siempre aprendiz –, las decisiones compositivas evocan un oleaje en tres momentos. Un vaivén apuntalado por los alientos y sostenido en todo momento por una sólida cuerda que hace las veces de motor de reacción.

Los tres temas emergen con dejos de un evidente nacionalismo, nada distinto al resto de sus obras orquestales como Bosques o el famosísimo Huapango, aunque ciertamente más cantábile y emotivo que estas. Tanto en el característico impulso rítmico del Allegro para el segundo tema, como en el plañidero movimiento del Andante para el tercero, la obra parece rezumar el alma de un compositor al cual percibo que todo aprendiz en este país estudiamos con detenimiento… Y en mi caso, no sin un paradójico orgullo por compartir la nacionalidad. La obra concluye con el retorno del primer tema en dos configuraciones orquestales que culminan en el rapto de un breve y conciso tutti.

Manteniendo la tónica de compositores mexicanos y trasladándonos a este siglo, el concierto siguió con una obra del poblano Eduardo Angulo que trajo afectos barrocos modernizados – parafraseando a Máximo –. La dotación instrumental es ligera, no por nada lleva el título de Concierto Grosso para flauta y pequeña orquesta, y la disposición de los movimientos guiña las suites barrocas, intercalando movimientos rápidos y no tan rápidos, aunque todos ellos alegres sobremanera. Ya lo decía Andrea en la invitación al concierto en redes sociales: es una obra que puede ser sumamente virtuosa… Y, ¡cómo no! Componer al estilo barroco es algo que puede muy bien intimidar a quien escribe este breve recuento.

Con la jocosa Entrada, la ligeramente lastimera Pavana para algunos difuntos, el animado y algo marchante Huapango Bacorro, el alborozado Minueto con Alzheimer, el brioso e intenso Chachatango o la dinámica y sumamente eficaz La graciosa huída, los maestros Andrea y Alejandro demostraron el sesudo control y dominio interpretativo que posee esta productiva – que a veces pareciera imparable –, orquesta. Terminado el jolgorio y los correspondientes aplausos, Andrea nos regaló un encore de un tema y dos variaciones del famosísimo tema principal de Carmen de G. Bizet. Un bello recuerdo de la última gala que tuvo la orquesta.

Después del intermedio, y con una extraña solemnidad, siguió la Sinfonía No. 7 de Beethoven. Esta obra que Wagner llama: la apoteosis de la danza, y que dudo que necesite introducción, es otro de los experimentos beethovenianos que despliegan el espectro orquestal como pocas obras del repertorio. Las transiciones entre movimientos que Alejandro gestiona con firme estabilidad, o el pensamiento que podría tildarse de dialéctico – por las conversaciones entre y dentro de familias; como la melodía entre violas y cellos del Allegretto –, o la definición estructural que dan los metales entre los gestos pastorales de los alientos, sugieren una divina inspiración – escribe Máximo – traída al presente por una sesuda batuta y unos extraordinarios intérpretes.

Para este que escribe, la energía expresiva de la obra permeó en los presentes creando una sensación de un profundo y sublime orden. Sin mucho más que añadir a lo que en redes sociales publican y lo que en el programa de mano escriben, el retorno de la orquesta con estas interpretaciones testamenta el vigor que este asombroso conjunto ha urdido con el paso de los años. ¡Bravo, Andrea! ¡Bravo, Alejandro! ¡Bravo, OSY!

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