¿Son mejores las mujeres?

Ilustración de Mary Grandpre.

“No porque existe el sustantivo, existe la sustancia”. Wittgenstein

Éste es el título de un libro de Sara Sefchovich (Paidós, 2011), que mientras leía hace algunas semanas, paralelamente sucedían cuatro asesinatos de mujeres en distintos lugares del país: madres, periodistas, maestras, el destino fue el mismo, morir;  y  me duele enormemente darme cuenta que la realidad para nosotras ha cambiado muy poco, aunque en el discurso se repita lo contrario. Las estadísticas son devastadoras: “De acuerdo con reportes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), del año 2000 al 2015 se cometieron 28 mil 710 asesinatos violentos contra mujeres, es decir cinco diarios” (Excelsior, 8 de marzo de 2017).

Los discursos, celebrar el Día de la Mujer y algunas políticas públicas y legislaciones no son suficientes, el problema de la violencia en México, incluso no sólo contra las mujeres, es una situación cuyas raíces están en la mentalidad, prácticas y costumbres tanto cotidianas como de las instituciones y las prácticas de corrupción y un débil sistema judicial, legislativo y educativo, porque también está en el lenguaje y en la cotidianeidad de la dinámica social y mientras eso no cambie la situación seguirá agudizándose, pese a los pocos o muchos intentos por erradicarlo.

Ilustración de Mary Grandpre.

Este libro tiene una visión objetiva y precisa del tema de la mujer y el feminismo, la pregunta sugerente del título se responde muy fácil: sí y no. Sí, porque hay mujeres que superan y son mejores en muchos ámbitos a los hombres; y no, porque también hay mujeres que por su actuar, su proceder y otros aspectos no son mejores que ellos, la cuestión es precisamente que no puede hablarse de “las mujeres” como si fuéramos un ser homogéneo sino que nos muestra múltiples facetas y opiniones con respecto a las mujeres, los estereotipos que se reproducen desde hace siglos y siguen anquilosados en nuestra sociedad mexicana, todo desde los diferentes ámbitos que nos ocupan y en los cuales, se reconoce, se han abierto brecha las mujeres a lo largo de más de dos siglos, no solas, por supuesto, también han contribuido muchos hombres a quienes también se les reconoce compartir una visión de equidad que no es más que aún un ideal en nuestra sociedad actual.

Porque más allá de la “moda” de hablar de la mujer y su condición igualitaria o su importancia y valoración en distintos ámbitos esto se reduce en estas líneas del libro: “Nadie que se precie de ser moderno puede dejar fuera de su discurso a las mujeres. Y en él debe considerarlas iguales y capaces y además decir algo de que su participación es fundamental. Hacerlo es hoy en día un barniz legitimador”, dicho en 1995, sigue siendo tan vigente y tan certero, como muchas otras ideas plasmadas en este libro que más que presentarnos un panorama desalentador por mirar que muy poco ha cambiado, lo verdaderamente relevante es que nos invita a hacer un interesante ejercicio de reflexión para autodefinirnos, para que las mujeres tomemos conciencia de quiénes somos a partir de nuestro papel en la vida doméstica, en lo profesional, en la sociedad, pero sobre todo en nuestra propia vida, dejemos de ser el “barniz” legitimador; pensarnos a nosotras mismas realmente  lo hacemos poco y por siglos nos hemos definido a partir de alguien más, se trataba de ser esposa, madre, ama de casa, amante, empleada, soltera, divorciada, profesionista o algo más, pero siempre a partir de los otros.

Ilustración de Mary Grandpre.

En este interesante recorrido que ofrece el libro por fragmentos de textos de la autora y otros que ha recopilado, nos ayuda a ampliar el panorama de la visión tan desvirtuada que existe hoy en día del feminismo, una palabra tan peligrosa y tan poco comprendida porque las mismas mujeres hemos tenido miedo de adjudicárnosla, sin embargo, poco importa si la adoptamos o no, somos mujeres y lo importante es tomar conciencia de  la situación actual que vivimos y actuar, de alguna u otra forma, aunque sea comenzando por nosotras mismas. Es en sí el libro una invitación a un despertar, a mirarnos y saber quiénes somos y a dónde queremos dirigirnos. Es un ejercicio fácil, reflexivo y comprometido a la vez. El siguiente es un pequeño fragmento de la autora:

Yo descubrí quién soy, porque nadie me lo había dicho ni parecía importar.

Soy una mujer fastidio, mujer erotismo, mujer pereza, soy una mujer maternidad, mujer insaciable, invento, fantasía, culpa, ganas y miedo.

Esa soy yo… (Mujeridades, 1979)

Ilustración de Mary Grandpre.

Y  con tintes autobiográficos y ficcionales, como podría ser el de muchas mujeres,  les comparto el siguiente:

Soy un ser humano al que le duelen las injusticias, el abuso de poder, la violencia y la impunidad; soy apartidista, pero agradecida y leal con quien me da la mano; soy sindicalista, pero en donde exista verdadero compromiso, ideología y principios, pero sobre todo gratitud; soy profesionista, para compartir experiencias y oportunidades, nunca para competir ni excluir; soy feminista, buscando la equidad, sororidad y la justicia para tener las mismas oportunidades en todos los ámbitos, seamos respetadas, valoradas y, sobre todo, se reconozca nuestro trabajo, talento y esfuerzo; soy lectora, sin prejuicios y leo todo aquello que me hace feliz, comparto libros y esa es mi auténtica vocación porque creo en un futuro mejor; soy maestra, no para enseñar sino para aprender; soy amiga, fiel y eterna,  para quien valora mi amistad, sin falsedades, envidias, hipocresías ni deslealtades; soy hija, hermana y tía para toda la vida con amor infinito; soy mamá del único ser que llena toda mi existencia y por quien vivo y late cada día mi corazón en dos cuerpos; soy mujer, buscando la autosuficiencia y autonomía; pero soy también las heridas, soledad y nostalgia que han dejado en mí personas y situaciones que quisiera borrar de mi memoria; y con todos los sueños y las imperfecciones que me definen, soy la espera de esas miradas sinceras y solidarias que comprendan todas esas contradicciones y mucho más que sencillamente soy.

Cada mujer en su esencia es única, cada una puede decir “esta soy yo”, con voz propia, pero todavía nos falta un largo camino por recorrer juntas rumbo a la verdadera equidad y respeto, no como artilugio sino como realidad, pero primero habremos de preguntarnos y respondernos ¿quién soy?

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