Mozart vuelve de la mano de Jesús Medina a la OSY

El director regiomontano Jesús Medina comandó de nuevo a la Orquesta Sinfónica Yucatán como conductor huésped, acompañado de los maestros Janet Paulus (arpa) y Miguel Ángel Villanueva (flauta), en un programa compuesto por Mozart y Richard Strauss, según escribe Diego Elizarraraz. ¡Bravo...!

Volvió el regiomontano Jesús Medina como director huésped de la Orquesta Sinfónica de Yucatán para el noveno programa de la temporada, el viernes 16 de mayo de 2025. A riesgo de asumir, percibo que hay una inclinación por parte de este entendido director por la obra de Mozart pues la última vez que tuvo ocasión de dirigir a la OSY también abrió con Mozart. En fin, al estandarte también estuvieron los maestros Janet Paulus (arpa) y Miguel Ángel Villanueva (flauta) quienes con una pulcritud excepcional interpretaron una de las tres obras programadas.

Como invitando a un microcosmos lleno de innovaciones tímbricas y estructurales, la interpretación de la Obertura El Rapto en el Serrallo de Mozart, combinó elementos exóticos – el triángulo, entre otros–, con una estructura clásica para dibujar una anticipación de los eventos dramáticos de la ópera del mismo nombre evidenciando cómo el compositor establece un nuevo paradigma en el colorido orquestal – usando palabras que el crítico musical Máximo Hernández escribe en el programa de mano–.

Desde el primer Presto, donde los platillos y el triángulo hacen las veces de puntos cardinales para orientar el devenir sonoro inicial; o en las frases descendentes en los violines del Andante, evocando suspiros y anticipando los lamentos amorosos de la ópera; o en la estratificación de las maderas soportada por los metales del segundo Presto, el conjunto guiado por una enfocada batuta nos otorgó una íntegra y densa, pero sucinta, toma de esta popular obra del oriundo de Salzburgo.

La velada continuó con lo que bien podría ser un ejercicio de exposición – en un sentido psicológico –, por parte del salzburgués con su Concierto para flauta y arpa. Ya lo escribe Máximo en el programa de mano y creo también que cualquier ser interesado en la música de este compositor puede atestar sobre la resistencia que él tenía por el arpa y la flauta. No obstante, la prolífica inventiva y genialidad de este grande de grandes logran que ambos instrumentos solistas orbiten alrededor de núcleos temáticos establecidos por la orquesta con una armónica distribución espacial donde las cuerdas creaban un campo sobre el cual Janet y Miguel Ángel trazaban trayectorias y diálogos aparentemente polarizados.

En el contemplativo Andantino central el director huésped, los solistas y la orquesta no pasaron por alto la íntima topografía de la reducida dotación instrumental creando una atmósfera que podría tildarse de acuática, con cuerdas divididas que fluían en suaves corrientes desde donde la flauta y el arpa emergían como dos voces de un mismo pensamiento musical a la par que las maderas aportaban sutiles toques de color. Intercalando la batuta y la fluidez del marcaje del compás a mano alzada, el director huésped, de la mano de los solistas, nos mostraba el tejido de una orquestación donde cada familia instrumental tiene una función específica pero independiente.

Janet y Miguel Ángel se alternaban entre pasajes de virtuosismo individual y momentos de fusión tímbrica creando combinaciones y recombinaciones constantes, casi como un caleidoscopio acústico de patrones instrumentales. Una monumental y hermosa obra, o como escribe Máximo a propósito de la función que cumple la disposición instrumental: […] completa esta belleza que subyuga el espíritu. Para el encore, los magníficos solistas tenían preparada una obra – ligeramente acuática también–, del compositor mexicano Eduardo Gamboa: Oleaje para flauta y arpa. Preciosas obras con delicadas interpretaciones. ¡Bravo y gracias, Janet y Miguel Ángel!

Terminado el intermedio, y con una dotación instrumental robustecida, el director huésped y la OSY dieron vida al viaje del alma que Richard Strauss construye en Muerte y Transfiguración. En cuatro ininterrumpidos movimientos este gran orquestador cimenta una arquitectura sonora que va desde la fragilidad hasta la trascendencia, creando un paisaje acústico que transforma un drama existencial en sonido. Inicialmente, el director huésped guio los latidos irregulares de los timbales y la cuerda picada para presentar un pulso debilitado mientras las maderas emergían como suspiros orgánicos que abrían un espacio para que los trombones crearan oscuros horizontes próximos a ser disueltos en la masa orquestal del Allegro molto agitato.

El conjunto y el avezado director ponían las espesas y polifónicas texturas de Strauss en nuestros sentidos con una fuerza confrontativa. En el Meno mosso, ma sempre alla breve el corno inglés y los violonchelos dibujaron senderos tímbricos de una característica nostalgia a la par que el arpa y las flautas creaban un estrato sonoro que fundían y redefinían la temporalidad transfigurando los temas presentados. Acercándose al final de la obra, Strauss despliega una plena orquestación donde el conjunto encabezado por los timbales y demás percusiones alteraban las trascendentes resonancias en vibraciones vivas. Al igual que se hizo para el estreno de la obra, el poema de Alexander Ritter que inspiró esta profunda obra fue impreso por entero en el programa de mano.

La velada fue la encarnación de una maestría orquestal – vehículo narrativo tanto para Mozart como para Strauss –, que evidencia la evolución de la conciencia humana, transitando del sufrimiento de un rapto a la transfiguración materializada de la complejidades de una vida en evoluciones tímbricas precisa y detalladamente calibradas. ¡Bravo, Janet! ¡Bravo, Miguel Ángel! ¡Bravo, Jesús!¡Bravo, OSY!

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