La OSY concluye la Temporada 36 con exquisito repertorio

La temporada 2021 de la Orquesta Sinfónica de Yucatán ha terminado. Y para dar cuenta del último recital del año, Felipe de J. Cervera firma esta crónica musical del repertorio exquisito con el que despidieron el año. ¡Bravo!

La Orquesta Sinfónica de Yucatán nuevamente culminó una temporada de conciertos. La treinta y seis, nacida del esfuerzo en tiempos de incertidumbre, se mantuvo apuntalada por casi una decena de sinfonías, con saltos interesantes en el tiempo y en los estilos, abriendo paso a consagrados, pero también a algunos tan cercanos que todavía están en proceso de añejamiento. Se agradece las visitas frecuentes de Beethoven y Mendelssohn, y las (re)apariciones de Haydn, Schubert y Schumann -sobre todo este último, de clasificación “C”- en medio de otros universos, donde Mozart y Dvořák apenas emergieron. La balanza, afortunadamente, también se inclinó hacia nuestros mexicanos Márquez, Revueltas, Moncayo y Abraham -este último, orgullo de Yucatán.

Entonces llegó la fecha del cierre -el programa undécimo- y el maestro Lomónaco prescribió un repertorio de cualidades probadas: Bizet precedido y sucedido por Beethoven. El plan para salir de los escenarios en 2021, era sencillo pero poderoso. En el formato habitual, la OSY ofrecería una obertura -que para el caso fue elegida la de “Fidelio”, de la ópera homónima- luego una obra ligera o highlights de un compositor afamado -como la Suite número 1 de Carmen, insignia de Bizet- y concluir con un plato fuerte: cualquiera de las sinfonías de Beethoven, como la “Heroica”, tercera en su colección de nueve, que nos pasaría por la cara su intensa genialidad.

La dotación instrumental fue una reunión familiar completa. Allí estaban las cuerdas, frotadas y pulsadas, con el arpa en medio a la espera de bendecir el poderío sonoro, en el turno de Bizet. La densidad beethoveniana se mantuvo en un bajo perfil: mucho le costó al genio tajarle al pentagrama la intención inicial -justo lo que le deifica como compositor- para seguir siendo él pero en términos livianos. La interpretación, puntual y de buena factura, dio el chispazo para recibir el españolismo a la francesa de Georges Bizet, con una colección extraída de su Carmen -formando una primera suite- con una gama pletórica de efectos especiales, reconstrucción de aquel carácter flamenco y gitano, con cada músico ocupado en reflejar el vigor de esa ópera riquísima.

El maestro Lomónaco se dejaba guiar por la cadencia de su batuta, sumando una danza discreta mientras moldeaba -conteniendo, exhortando- a que el enorme canto mantuviera gracia y sorpresa como un mismo ingrediente. La suite, como la obertura, se llevó las palmas con el dinamismo con que fueron procuradas. Por fin, luego del respiro de algunos minutos, la orquesta reapareció con el Beethoven recio de costumbre, sin el arpa, pero con sus cuatro cornos para mantener el esmero de sus frases espesas. La combinación pasó del grito jubiloso al aire diáfano y el súbito acento.

La “Heroica” discurría con su siempre sorprendente marcha fúnebre, segundo movimiento en términos de marcada lentitud para lograr su carga emocional. Los demás movimientos, mostraron sistemáticamente el lenguaje y la actitud del Beethoven resoluto, vanguardista hacia caminos nuevos para la composición, lo que significó -cálculo exacto- un cierre amabilísimo de temporada, con todos los matices del arte musical para quienes no saben lo que pierden si se privan de escuchar. Más aplausos, el lógico homenaje al círculo virtuoso que nace de un papel mágico hasta llegar a los oídos, confirmando la calidad de la orquesta.

Vaya el agradecimiento al trabajo artístico -la parte visible…audible- por un ciclo más de belleza y sostener su relevante papel cultural como la Sinfónica de Yucatán. Vaya una dosis adicional de gratitud a quienes, detrás del telón, no ceden al riesgo ni al cansancio para dar a Yucatán el honroso nivel con que brilla. Y un aplauso de pie, por la promesa de más música. ¡Bravo!

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