Seduce la OSY con la ópera “Don Giovanni”

Crónica de la función inaugural en Mérida.

“Don Giovanni” llega a ser difícil de creer: ¿Por su carga de arte e intelecto? ¿Por la espléndida puesta en escena? Indudablemente. ¿Por el portento que es Mozart? Desde luego que sí. “Don Giovanni” es un universo de virtuosismos enmascarados –como el protagonista– que utiliza pasiones y delirios para dar un gran mensaje general; o varios, conforme la trama evoluciona. Es un canto a la libertad y a la honestidad –de ser como se es– y a la vida. Gerardo Kleinburg* califica esta obra “tan elaborada y gigantesca como una catedral”. Y no le falta razón. Es de mucha complejidad definirla. Es impresionante. Fue compuesta con el estímulo del éxito artístico, una bisagra substancial en la vida de Mozart, situándose entre Viena y Praga. La ocasión de su estreno fue el lunes 29 de octubre de 1787: cuatro años, un mes y siete días previos a su sensible fallecimiento.

Su trascendencia dentro del catálogo mozartiano la hace lucir como una gema grande, emitiendo sus brillos intensos desde el día del estreno y hasta el sol de hoy. Con ella, Mozart sigue su costumbre de conmover al público. Genera impulsos sentipensantes, inherentes de todo ser humano. Puede volcar un conjunto de atributos –y lo hace– que son como la colección acumulada desde sus primeros años. Se destacan el asombro, la sorpresa, la empatía –con la que uno siente quedarse atónito–, el temor, la alegría. Mozart los usa como aderezo y logra, como nadie, la trascendencia. Desde muy pequeño sabe captar la atención, así que todo se le da, de lo más natural. Junto a Lorenzo da Ponte, ingeniero literario, ex sacerdote y hombre de amplia cultura, concertó su colosal capacidad musical.

 

La trama

Inicia “Don Giovanni” como novela policíaca. Impulsado por su desmedido interés romántico, ha transgredido la decencia de una casa –la del Comendador– derivando en el asesinato de este en plena calle. Doña Anna pide a Don Ottavio justicia por la muerte de su padre. Siendo su prometido, jura que la cumplirá. Mujeres de diversas edades y estatus sociales –maridos incluidos– son los afectados por estas andanzas de Don Giovanni. Se cuentan por miles, si se considera la graciosa interpretación que Leporello hace del Aria del catálogo (Madamina, il catalogo è questo)** para informar a doña Elvira, la clase de truhán que es su patrón.

La sucesión de escenas intercalan picardía y desconsuelo, conmoción y algarabía. Hay un momento de serenata; más de una confrontación airada contra Don Giovanni, que sigue ejerciendo sus capacidades de casanova; una confusión de identidades, hasta un baile de máscaras, en el que Mozart traspone su gracia habitual a niveles más altos, a través de una sinfónica contrapuesta en dobles melodías y múltiples recursos vocales, con el único afán de expresar el gozoso momento de fiesta. Aquellos abatidos por la liviandad de Don Giovanni, se van organizando para aprehenderlo. Nunca lo logran. Finalmente se trata del ascenso y la caída del inmoderado, más que del acecho para castigarle. Su decadencia llega por medios sobrenaturales. El Comendador reaparece y la escena final es una gloria, de las más poderosas, en la Historia de la Música.

 

La puesta en escena

Sucedió una especial convocatoria de expertos. El teatro cantado también requiere escenografías, iluminación, vestuario; y para “Don Giovanni” no hubo limitación de recursos y menos, del ingenio. Los mejores llegaron y fueron equipando el descomunal sistema para una preciosa, excelente presentación. Ragnar Conde, director de escena, tuvo la fortuna de aunar a Peter Crompton. Su diseño de escenografía, dotada de efectos cinematográficos, hizo mancuerna con la iluminación de Carlos Arce, que pintaba una atmósfera sublime, encuadrando el drama y la comedia. Brisa Alonso e Ilka Monforte crearon el vestuario y el maquillaje respectivamente, con la precisión que les otorgan sus largas trayectorias y talentos.

Se concatenó, para los personajes principales, un grupo de voces privilegiadas, matizadas y perfectas: María Caballero (Doña Anna), Alejandra Sandoval (Doña Elvira), Ariadne Montijo (Zerlina) –conquistas de Don Giovanni, todas ellas-. También Esteban Baltazar (Masetto), Leonardo Sánchez (Ottavio), José Luis Reynoso (Comendador) –antagónicos a Don Giovanni, todos ellos. David Echeverría fue Leporello, el sirviente de Don Giovanni y Tomás Castellanos, interpretó el papel que da nombre a la ópera. Bajo la conducción de María Eugenia Guerrero, el Taller de Ópera de Yucatán aportó dos docenas de voces de sopranos, contraltos, tenores y bajos ensamblados a la exquisitez en los momentos más vistosos de la producción.

“Don Giovanni” encierra un conjunto de moralejas. A la desaparición del personaje central, se transforma el ímpetu de las vidas que tocó, ahora a una nueva existencia desangelada y gris. Nunca más tendrán la motivación que Don Giovanni les daba. Mozart lamenta y se expresa por la ausencia de aquel a quien todo debe, desde su formación humana y artística, hasta el pensamiento de sus últimos años. Es decir, a su padre.

Fue el broche de oro para una temporada idéntica a un alhajero. De enero a junio en este año electorero dos mil dieciocho, el público de Mérida recibió una gran dosis de belleza. La Orquesta Sinfónica de Yucatán tiene la costumbre de hacer magia que muchos confunden con música. En esta ocasión, la calidad de W. A. Mozart fue su principal aliciente. Su meta fue alcanzada y vuelta a alcanzar a cada compás dirigido por el maestro Juan Carlos Lomónaco. El público, aplaudiendo de pie, lo confirma todo. ¡Bravo!

* https://yucatancultura.com/musica/gerardo-kleinburg-merida-don-juan/

** “Señorita, el catálogo es este”.

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4 Comments

  1. says: Mario Alberto Campos*Arteaga

    Excelente narración de la personalidad de “Don Giovanni” muy acertada y adecuada, también quiero comentar la magnifica descripción de la puesta en escena de la ópera. Muchas felicidades por el artículo meticulosamente redactado.

  2. says: Mariana Vela

    ¡Excelente artículo! Como siempre la Orquesta Sinfónica de Yucatán creando magia para nuestro hermoso estado. Felicidades al maestro y a todo el elenco que hace posible contar estas maravillosas historias con arte.

  3. says: Juan Avilés

    Excelente crónica, maestro.
    No solamente hace una descripción narrativa y musical de una obra tan compleja como lo es una ópera. Además nos da el contexto histórico en la que se desarrolla y los detalles de la vida de su genial creador. Definitivamente es el equivalente actual de la reseña de un crítico acerca de una película candidata al Óscar.
    La puesta en escena fue óptima con los recursos disponibles; vestuario, iluminación y actuaciones de calidad.
    Y por último, pero no de último, la música. Solamente diré dos ingredientes: Juan Carlos Lomónaco y la OSY. No hay más que agregar. La mancuerna perfecta para una noche de estrellas.
    Qué bueno que Mérida tenga estos banquetes a su alcance.
    Estaré al pendiente de su próxima entrega, don Felipe.
    Así disfrutaré la experiencia al doble.

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