CERRADO POR MUNDIAL (PARTE V)
“Las derrotas en silencio saben mejor, pensé…” –Carlos Ruiz Zafón.
Existen miles de miles de cosas que no entiendo. Hay una particular que cada vez que sucede despierta en mí una enorme curiosidad y hasta cierta indignación: la celebración de la derrota. Ver y escuchar a cientos de personas que respiran aliviados porque la Selección Nacional de Corea del Sur logró derrotar a Alemania y, con ello, permitir el paso de México a la siguiente ronda de la Copa del Mundo. Lo que realmente escapa de mi entendimiento es que asumimos la victoria de Corea como si fuera nuestra, como si el mérito haya sido del equipo que nos representa y no de otro que hizo su partido seguramente sin pensar que al ganarle a una irreconocible Alemania iba a propiciar una milagrosa calificación mexicana a la ronda de octavos de final del Mundial de Rusia. Porque aquello ha sido un milagro deportivo.
Nadie esperaba que los coreanos derrotaran a los germanos de la forma como lo hicieron. Nadie esperaba que los atacantes alemanes, aquellos que suelen pulverizar a sus rivales sin compasión alguna, llegaran a las canchas rusas sin el parque necesario para terminar sus ataques en la portería contraria. Lo que ha sucedido envuelve a esa magia tan particular que tiene el deporte de romper con todo lo que parece estar seguro.
Y México se ha colgado de eso para mantenerse con vida en el Mundial. Y ahí estamos todos celebrando el milagro, evitando mirar lo que a todas luces ha sido obvio: al tricolor le han pasado por encima unos suecos que demostraron que tal vez no estén para campeones del mundo, pero que tienen un corazón, un empuje y una determinación de la que careció por completo el TRI en la cancha de Ekaterimburgo. Pero lo anterior no tiene importancia y ahí vamos a las puertas de la Embajada de Corea en México, levantando a todos los asiáticos que nos encontramos en las calles, para “agradecerles” lo que han hecho por nuestro equipo en el Mundial. Ahí estamos, buscando la alegría que los nuestros nos han negado quizá porque de eso se trata el fútbol: de buscar pretextos para ser felices.
Pero no dejo de preguntarme qué es lo que pasaría si en lugar de festejar como sea que México no se ha quedado en la fase de grupos, decidiéramos poner los pies en la tierra, ser un poco más ecuánimes y exigirle más a un equipo que ha tenido una actuación lastimosa en la última jornada de la fase de grupos del Mundial Ruso. Quizá aprenderíamos más a valorar victorias como la que se tuvo contra Alemania, quizá entenderíamos que, contra Corea del Sur, México no fue inteligente –como alguien me argumentó encendidamente en Facebook– sino que tuvo un bajón en su juego y se limitó a hacer lo suficiente para asegurarse una victoria por lo mínimo. Y que esa baja de juego alcanzó nuevos niveles ante Suecia exhibiendo nuevamente al equipo mexicano y a su fútbol en esa maldita irregularidad que es prácticamente el sello de la casa.
Parecería que en los mundiales la Selección Nacional tiene una tendencia a rendirle culto al tristemente célebre “ya merito”, pues cuando están a punto de lograr algo trascendente, cuando parece que finalmente van a dar ese paso que distingue a los equipos grandes de los medianos, recuerdan que provienen de un fútbol que se jacta de premiar a la mediocridad en sus torneos regulares y que como resultado de ello es incapaz de dar un paso al frente.
Ante los vigorosos suecos, cuando se tenía la oportunidad de hacer historia y terminar en primer lugar de un grupo muy complicado, pasa lo de siempre, se regresa brutalmente a la realidad. Eso sí, algunos que pecan de optimistas esgrimen como argumento: “Pero Argentina hizo 4 puntos, España y Portugal 5. México hizo 6”, cierto, pero ni Argentina, ni España, ni Portugal, se entregaron como lo hizo el TRI faltando más de veinte minutos ante los suecos. Incluso la albiceleste resolvió su trámite ante Nigeria con un corazón envidiable que pudo sustituir su evidente falta de fútbol. Dependían de ellos e hicieron una gran gesta para seguir con vida. México en cambio tomó un camino diametralmente opuesto y se colgó de un triunfo ajeno para sellar su pase.
Lo que sigue quizá sea un guión que ya conocemos: un equipo grande y el adiós mundialista luego del cuarto partido. Ya no digamos la victoria, sino el empate ante los suecos pudo haber enfrentado a México contra una Suiza que sufrió en su último partido para obtener una igualada ante Costa Rica. Pero en lugar de ello, en el camino se levanta uno de los favoritos para ganar la copa y que tiene al mejor jugador del Mundial hasta el momento: Brasil y Coutinho.
En citas mundialistas México se ha enfrentado a la selección amazónica en cuatro ocasiones. Nunca ha ganado, ni siquiera le ha podido hacer un gol. En 2014, México obtuvo un empate milagroso a pesar de que Brasil avasalló a los mexicanos. Lograron el punto gracias a Guillermo Ochoa, quien tuvo una noche de auténtica inspiración y evitó que el marco mexicano fuera perforado ante un Brasil que no tenía ni al equipo, ni al entrenador que tiene para esta edición de la gran fiesta futbolera. Y además jugará sin la presión que les suponía el ser locales en un Mundial de Fútbol. En resumen, México tiene todo en su contra y en una enorme medida es responsable de su propia situación.
Dato curioso: el partido se va a jugar en la mañana del 2 de Julio. Y aunque una cosa no tiene nada que ver con la otra, no puedo dejar de pensar en la enorme coincidencia que se va a producir con ese hecho. Y es que cuando mexicanos y brasileños salten a la cancha en Rusia, el Instituto Nacional Electoral estará enfrascado en el conteo de los votos emitidos por los ciudadanos de todo el país el día anterior. Una noche antes es casi seguro que al menos tres de los cuatro candidatos presidenciales hayan afirmado ante sus seguidores que han ganado la elección.
Porque en México nadie pierde, nadie parece entender que las derrotas se comprenden mejor, se trabajan mejor, si se reciben en silencio. Nadie, y mucho menos los políticos y los futbolistas, están dispuestos a reconocer que han sido vencidos y que otro les ha ganado en buena lid. Pero esa no será la única coincidencia que se presentará el próximo lunes. Por la noche ya sabremos si el país decidió cambiar su rumbo o ha decidido que las cosas sigan como hasta ahora durante los próximos seis años. También ya sabremos si la Selección Nacional ha sido capaz de recuperarse del doloroso descalabro ante Suecia y puede despojarse de sus históricos fantasmas para dar un paso trascendente en su andar mundialista. En el primer caso todo indica que un cambio es posible. Ojalá y en el segundo también. Veremos…