La prostitución vista a través del arte, la música y la literatura.
“Hice mi fortuna durmiendo, pero no sola”. Carolina Otero
La prostitución, tema tabú y socialmente polémico, desde tiempos remotos ha seducido las más diversas manifestaciones artísticas. Desde la Biblia hasta la actualidad ha inspirado canciones, pinturas, novelas, óperas, películas, documentales y fotografías, entre otros. El tema abordado en el presente artículo es a propósito del 2 de junio cuando se conmemoró al Día Internacional de la Trabajadora Sexual. Algunos creerán que la fecha es nueva, pero no lo es, ya que desde 1975 tuvo su origen en Francia cuando un grupo de este sector vulnerable se manifestó derivado de sus condiciones laborales.
La Real Academia Española define Trabajadora Sexual como la persona que mantiene relaciones sexuales a cambio de dinero. Estas mujeres también reciben distintos apelativos peyorativos como putas, rameras, meretrices, cortesanas, damas de compañía, etc. Puta es diminutivo de prostituta y es una palabra proveniente del latín prostitutus: pro, delante de y stitutus estar: Estar delante de, estar expuesta en público.
Hablamos de tiempos remotos y es aquí donde reconocemos la presencia del tema de la prostitución en el arte a partir de la era Cristiana, aunque el tema ya se había tratado en la cultura griega, romana y respectivas mitologías. La Biblia documenta el pasaje de cuando María Magdalena iba a ser apedreada por adúltera y por quien en la actualidad reza la frase pronunciada por Jesús: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.
En su momento, el pintor barroco del claroscuro Caravaggio recibió la censura de su obra: “La muerte de la Virgen”, por tomar de modelo el cadáver de una prostituta que flotaba en el río Tíber. Por supuesto, esta no fue la única ocasión, a menudo utilizaba en sus obras religiosas a mujeres que ejercían el oficio.
Las prostitutas de siglos pasados -sin tapujos para posar sus voluptuosidades- se convirtieron en las musas de los pintores, asiduos clientes de los cabarets de la Bella Época como el Molino Rojo. Entre ellos estaban Toulouse-Lautrec quien inmortalizó a “La Glotona”, bailarina inspiradora de dibujos y pinturas; así también Picasso con “Las señoritas de Aviñón”, cuyas modelos eran prostitutas en un burdel de Barcelona o la litografía cuyo nombre alude al oficio: “La prostituta”.
Degas pintó prostitutas en diversas posturas y escenarios. Manet con Olympia. Asimismo, cuando Van Gogh se cortó la oreja corrió a entregársela a Rachel, prostituta de la que se enamoró, como prepago a sus servicios sexuales los cuales no podía remunerar con dinero.
En el campo de la ópera podemos mencionar a La Traviata, Violeta (la extraviada) de Verdi, quien fue rechazada por el padre de su amante por su oficio; o Musetta en La Bohemia, quien inspiró a Puccini a componer un vals con su nombre. No podemos excluir a Lulú de Berg, la prostituta asesinada por Jack El destripador y a Tahis de Massenet, quien es conminada a apartarse del camino del mal para salvar su alma; por mencionar algunas.
También el cine ha abordado la temática de la prostitución desde sus inicios y en el cine mexicano es recurrente. En 1931, la primera película mexicana sonora es “Santa”, nombre paradójico para su oficio de prostituta de un burdel. En 1934 se estrena “La mujer del puerto”, donde aparece Rosario, prostituta dedicada a satisfacer las necesidades sexuales de los marinos que llegan en busca de placeres tras largas travesías. Lo mismo con “La mancha de sangre” en 1937, censurada por la Liga de la Decencia por mostrar el cuerpo desnudo de Camelia, bailarina de cabaret quien disfruta de su oficio.
En la misma línea “Aventurera” con Ninón Sevilla, “Rosario” con Marga López y “Sin remitente” con Luisa Huertas. En el cine internacional recordamos a Nicole Kidman como Satine en “Moulin Rouge” y a Julia Roberts como Vivian en “Mujer Bonita”. En fechas recientes, “Gigola” y “Diario de una ninfómana”. Los filmes tocan el mismo tema desde diferentes aristas y motivaciones que llevan a las mujeres a vender su cuerpo, ya sea por necesidad, despecho o simplemente por placer.
La música mexicana ha dedicado infinidad de canciones a las mujeres de la vida galante y quien lo hizo abiertamente y sin censura fue Agustín Lara con Aventurera y Cortesana, entre muchas otras. El compositor desde temprana edad seducía a las mujeres con su piano para que se dejaran tocar. Las prostitutas siempre estuvieron presentes no sólo en sus canciones, sino también en su vida: Estrella, una de ellas, por celos le cortó la cara con una navaja. Luces de Nueva York del puertorriqueño Roberto Mendoza y Amor de Cabaret de Alberto Vídez; en fechas recientes, Mariposa traicionera de Maná y La enredadera de Kaos, todas canciones de mujeres de la noche en lupanares.
La prostitución también permea la literatura con protagonistas de grandes obras como la novela de Gabriel García Márquez: “Memorias de mis putas tristes”: Rosa Cabarcas administradora del burdel donde el protagonista conoce a Delgadina, la última de sus putas tristes. Margarita en “La dama de las Camelias” de Alejandro Dumas; Sayuri en “Memorias de una Geisha”, o las prostitutas de Vargas Llosa en “Pantaleón y las visitadoras”; y por supuesto, “Juliette” de El Marqués de Sade.
Los poetas malditos no fueron ajenos y trataron el tema en sus versos, como Baudelaire quien escribió “Las flores del mal” desde el bajo mundo rodeado de prostitutas. Maupassant en su obra las trató como heroínas, víctimas de la sociedad que no les ha abierto otras posibilidades de supervivencia, aunque sin dejarlas de considerar objetos de placer. Caso excepcional es el de Xaviera Hollander “La alegre madame”, inspiradora de varios filmes y quien después de años de ejercer la prostitución se convirtió en escritora de su historia, además de empresaria y productora.
Lo antes expuesto es una muestra de que lo censurable siempre encuentra acomodo. Sin duda, la prostitución es un tema dignificado artísticamente desde la mirada de los creadores de todos los tiempos, nacionalidades, edades, razas, disciplinas y formación. Ya sea por voyeurismo, morbo, curiosidad o interés, los artistas continuarán expresándose, haciéndolo más amable para la sociedad sin dejar de transgredir las conciencias de quienes denostan al oficio más antiguo del mundo.