El cómic Superman: Red Son ha sido reeditado en formato Deluxe Edition, por lo que vale la pena visitar al viejo camarada…
Son otros tiempos. Las ucronías -ese término que comprende varias ficciones históricas y que se basa en el principio de ¿qué hubiera pasado si…?- dominan el territorio del cómic. El universo de DC y sus personajes icónicos como Batman y Superman, necesitan explorar esas otras dimensiones que proveen al imaginario del coleccionista nuevos escenarios aunque con los mismos personajes. Superman: Red Son, nace de esa premisa; a partir de la reconfiguración de la historia clásica del poderoso extraterrestre de tradicional traje rojo y azul, colores identificados con el sello de identidad norteamericana y que obedecen al periodo de su gestación: el escenario de las guerras mundiales y la definición de nuevas potencias en el orbe político y económico del siglo XX.
Del arribo de Superman al mundo de las viñetas hasta los años que transcurren del presente siglo suman casi ochenta años, y la tierra es un lugar distinto. El fantasma de la guerra sigue merodeando en su versión globalizada: las luchas a distancia, las bombas dirigidas a control remoto, las imágenes de las matanzas terroristas en las televisiones, computadoras y medios de todo el mundo, dominan las preocupaciones de las naciones modernas. Es por eso que la aparición de Superman con el martillo y la hoz en el pecho viene acompañada de una vieja pregunta: ¿Es Superman todavía un personaje rentable en el cómic?
Umberto Eco ya se había hecho la misma reflexión hace algunos lustros: “Superman, que es por definición el personaje que nadie puede discutir, se halla en la preocupante situación narrativa de ser un héroe sin adversario, y por tanto sin posibilidad de desarrollo”. Incluso el mercado norteamericano debió matar en los noventa al invencible héroe en un acto de inmolación (tan recurrente en los héroes míticos de una cultura basada en el pensamiento judeocristiano) para recuperar un poco la popularidad de una historieta cada vez más previsible y aburrida.
A principios del año 2003, Superman sufriría otra reinvención a cargo del reconocido escritor de cómics Mark Millar. La ucronía se presenta en base a lo que hubiera acontecido si el hijo de Jor-El arribase en Ucrania (en lugar de la conservadora ciudad norteamericana de Kansas) y viviese en aquel territorio, durante la consolidación del gobierno de la Unión Soviética. Esto con todo lo que implicaría la personalidad de un Superman comunista preocupado por el bienestar de la tierra y sus habitantes. A grandes rasgos, observamos que la premisa funciona gracias a la compleja historia creada por Millar y que incluye episodios donde el emblemático héroe es un autentico hijo del proletariado que llega a ocupar el control absoluto del imperio socialista y de su expansión mundial.
Bajo su liderazgo, el mundo ve con buen ánimo la adopción del sistema socialista con la excepción de dos territorios rebeldes: Chile y los Estados Unidos, que con su presidente Lex Luthor (el ser humano más poderoso de la tierra gracias a su avanzada inteligencia) se resisten a adoptar el sistema que, a cargo de Superman, luce poderoso e imparable en su búsqueda de la autentica utopía marxista donde las clases sociales han sido anuladas y donde la cooperación socialista entre naciones rinde grandes frutos. Lex Luthor es el presidente humano que insiste en luchar contra la “dictadura mundial”. Su presencia resulta paradójica toda vez que lo que busca es destruir al “extraterrestre que quiere tomar el control de la tierra” y que es ayudado por el líder de una célula terrorista, el empresario Bruce Wayne, mejor conocido en el submundo rebelde como Batman.
Las ironías resultan refrescantes en esta versión y el estupendo trazo de Dave Johnson y Kilian Plunkett crean un entorno fascinante donde los guiños aparecen al por mayor a través de reconocidos héroes como la Mujer Maravilla y Flecha Verde, reinventados en el contexto que propone el argumento. Como Superman es un gran amante de la tierra, es su mártir constante y en esta nueva versión Kal-El tampoco evade el sacrificio que implica ser dirigente y al mismo tiempo protector de los seres humanos. El final de la historia propone un escenario de espejo, donde el curso de la historia cambia y Superman nace de nuevo, pero esta vez, en un escenario capitalista. Una vuelta al inicio, la inversión de la trama.
El Superman Rojo mantiene valores políticos diferentes pero su moralidad es igual a la versión clásica; esto por un lado permite una reflexión respecto al individuo frente a los sistemas sociales en contraste con la ética. La ficción histórica de la primera parte -donde la paz mundial es posible-, resulta fundamental para conservar los parámetros a partir de los cuales la realidad es cuestionada y la determinación cristiana (entendida como el destino manifiesto o dado de antemano) tan importante en la sociedad occidental, es completamente anulada. Es curioso como este elemento político –en el cual el valor individual es reducido en beneficio de lo colectivo- se presenta en el cómic. Sus aristas y sus consecuencias son la base en la cual la trama se mantiene.
Para responder a la pregunta sobre la pertinencia de un personaje basado en un contexto anacrónico (el de la lejana y desaparecida URSS) basta comprender que el conflicto bélico de las guerras mundiales marcó la historia y el desarrollo de la cultura en las naciones del siglo XX, cuyos ecos siguen vivos en la primera década del XXI. Son otros tiempos y la historieta, como cualquier forma de expresión artística, trae a su lector nuevas reflexiones que no por la aparente politización dejan de cuestionar el origen y la estructura del mundo moderno.