Tipos de gentileza: el retorno de Lanthimos a sus orígenes

En su columna, Anahí García Jáquez reseña "Kinds of kindness", el más reciente filme del director griego Yorgos Lanthimos, quien después de la multipremiada "Poor things", ahora regresa a sus inicios dentro del cine de autor, con una historia original y una propuesta un tanto arriesgada...

Un hombre sigue al pie de la letra todas las órdenes que le da su jefe. Otro hombre desconfía de su esposa una vez que ella regresa de un viaje. Un hombre y una mujer buscan a la futura líder de un culto religioso. Todo suena muy normal hasta que deja de serlo… si es que alguna vez lo fue.

Tipos de Gentileza (o Kinds of Kindness, su nombre original en inglés) es el nuevo trabajo del aclamado director griego Yorgos Lanthimos, quien después de recoger galardones a través de Pobres criaturas (Poor things), nos trae ahora un experimento que consiste en un tríptico de historias diferentes entre sí, pero con un elemento en común: que en este caso son los mismos actores que representan papeles distintos en cada parte de esta antología. Este elenco está conformado por Emma Stone y Willem Dafoe, quienes se reúnen después de estelarizar el último filme de Lanthimos. Son acompañados por los nominados al Oscar Jesse Plemons (El poder del perro) y Hong Chau (La ballena), además de Margaret Qualley, Joe Alwyn, Mamoudou Athie y Yorgos Stefanakos.

El primer segmento se llama R.M.F. está muerto y en él, la vida de Robert (Plemons) es regida por su jefe Raymond (Defoe), quien le controla hasta el más mínimo aspecto, desde elegirle una esposa (Chau), su vida sexual, los libros que lee, entre otras cosas. Un día Robert recibe una orden muy específica por parte de Raymond la cual siente que no puede cumplir. Al sentir el rechazo de su jefe, Robert intentará arreglar la situación.

El segundo episodio es R.M.F. está volando y nos presenta a Daniel (Plemons), un oficial de policía que espera el regreso de su esposa Liz (Stone) quien se encuentra desaparecida en una expedición marítima. Una vez que ella retorna, Daniel comienza a notar comportamientos extraños en ella, tales como comer chocolate aunque ella lo odia, un crecimiento anormal en sus pies y su gato que se muestra agresivo con ella. Convencido de que es una impostora, Daniel hará todo por probar que Liz no es Liz. Y en la última parte, titulada R.M.F. está comiendo un sándwich, Emily (Stone) y Andrew (Plemons) son miembros de un culto dirigido por Omi (Defoe) y Aka (Chau), y tienen la misión de encontrar, cueste lo que cueste, a una mujer con el poder de revivir a los muertos para que se convierta en la nueva líder de esa secta.

A través de estas anécdotas, Lanthimos explora el tema del control: nos muestra a quien lo ejerce y a quien lo padece, así como los extremos a los que llegan los controladores por someter a sus controlados, quienes sienten que su vida depende de ello y en aras de continuar así, rebasan sus límites. Es de esta manera que Daniel pone a prueba la lealtad de Liz aún a costa de su propia vida, o cómo es que Emily sacrifica a su familia en aras de ser fiel a las enseñanzas del santón Omi, quien se aprovecha de la devoción de los creyentes para saciar sus instintos. Ya no hablemos de lo que es capaz de hacer Robert con tal de complacer a su exigente jefe una vez que ha perdido todo por no obedecer. Se nos habla de la flexibilidad moral, la obsesión, el egoísmo, la crueldad, la falta de escrúpulos, la búsqueda de esa sensación de estar completo, la fragilidad del ser humano y se acompaña de ingredientes tales como canibalismo, crueldad animal, suicidio, asesinato y violencia, todo ello con un toque muy profundo de absurdo.

Para esta trilogía compactada en un solo filme, Lanthimos recurre al guionista Efthimis Filippou, con quien coescribió algunos de sus filmes más renombrados como Dogtooth (que fue el que lo dio a conocer internacionalmente), The Lobster y The Killing of a Sacred Deer (sus primeros trabajos en inglés). Ambos plantean ese micro universo en el que el poder y la manipulación son el fundamento en el cual residen las conductas a veces aberrantes de los seres humanos, envueltos en esa espiral que suele ser descendente hasta llegar a la denigración; de entrada, se le hace saber al espectador que no todo será explicado, por lo que apelan a la lectura entre líneas. Para esto se utiliza un tono cómico que aligera el drama, aunque todo en un tono muy mordaz que a ratos se siente desagradable, puesto que las imágenes que lo acompañan también pueden serlo.

La fotografía corre a cargo de Robbie Ryan, nominado al Oscar por Pobres criaturas y colaborador frecuente del cineasta griego que, en esta ocasión, entrega un trabajo totalmente distinto ya que ahora los escenarios son locaciones más sencillas y hasta en exteriores, siendo Nueva Orleans la sede de la antología pero mostrando el lado menos fotogénico de dicha ciudad, por lo que podría ser cualquier lugar y no lo notaríamos. La música es obra de Jerskin Fendrix que, así como en su anterior trabajo echó mano de las cuerdas, ahora permite que el piano y los coros sean los protagonistas en piezas que se perciben a ratos medievales y a ratos modernas.

En este filme coral, donde abundan las buenas actuaciones, se destaca Jesse Plemons, quien es capaz de entregar registros únicos en cada uno de sus roles y hacer que se distinga uno de otro de manera fluida. Emma Stone comprueba una vez más el porqué tiene ya dos premios de la Academia en su haber, dejando otra muestra de su versatilidad y arriesgándose cada vez más en papeles que pueden ser controversiales y que a la vez son todo un reto actoral, como su ya muy famosa Bella Baxter.

Tipos de gentileza ha comenzado su viaje por los festivales de cine más importantes del orbe. En Cannes, donde se estrenó, se alzó con el premio al mejor actor para Jesse Plemons, por lo que desde ahora se vislumbra como un candidato a los reconocimientos que se reparten a partir de fines de este año, así que no hay que descartarlo. Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. Tipos de gentileza es un filme con una duración de 2 horas con 40 minutos que no sostiene el ritmo todo el tiempo y en el que no todas las historias tienen la misma efectividad, por lo que el espectador sentirá que sobran minutos y uno que otro segmento, además de que el sentido del humor negro e ilógico puede que no sea del agrado de todos, empezando por los críticos.

Es por ello que este filme puede sentirse como un regreso a los orígenes de Yorgos Lanthimos, quien solía hacer este cine original y provocador que dividía opiniones, donde retrataba los lados más oscuros del ser humano y por ende sacudía las conciencias con secuencias y situaciones inesperadas, las cuales suelen tener varias lecturas y no son para nada obvias, así que esta película, que reúne estas características con la particularidad de ser una comedia muy negra, podría percibirse como un lujo que se ha querido dar presentando una idea original después de dos exitosas adaptaciones. Los fans de este director lo disfrutarán y quienes no lo conozcan se darán una clara idea de qué es lo que suele tener en mente a la hora de retratar la condición humana en sus horas más bajas.

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