Un disco al revés…

CRÓNICAS MELÓMANAS XVIII.

La semana pasada fui a la reunión de la generación que algunos ex compañeros organizan cada cinco años. Hacía mucho tiempo que no iba a estas reuniones. Creo que dejé de ir hace como 20 años. La verdad es que esta ocasión tuve ganas de ver a los viejos compañeros y una que otra amiga con la que tuve alguna relación. Ya me habían advertido que Bertha iría luego de ausentarse el mismo tiempo que yo. Tal vez el saber que la volvería a ver después de muchos años me animó a asistir a la fiesta.

Cuando entré a la casa de Fernando, el anfitrión de este año, vi a Bertha al fondo de la estancia donde se encontraban todos los invitados. Luego de saludar a cada uno y contarles la brevísima historia de los últimos años de mi vida, por fin logré llegar hasta donde se encontraba Bertha. Los dos nos saludamos efusivamente, como si no nos hubiéramos visto en 20 años. Yo le conté la misma historia que les repetí a todos los que había saludado y ella me dijo que había enviudado y se había retirado de toda vida mundana. Se hizo muy religiosa, tanto que ya iba a misa los domingos.

Yo la conocí cuando era una rockera insurrecta. Por eso me extrañó que se hubiera vuelto conversa. Ya no escuchaba más rock porque su confesor le había advertido que muchos discos incluyen mensajes satánicos. Así que dejó el rock y las zapatillas de lentejuelas y, en su lugar, tomó el rosario y ahora se pone a rezar todas las noches antes de dormir. Yo traté de convencerla de que tales mensajes ocultos no eran satánicos ni tampoco celestiales. Insistí en hacerle ver que los mensajes eran una ocurrencia de los rockeros. Entonces ella me miró algo incrédula pero con un atisbo de fe en lo que yo le decía.

Antes de que terminara la reunión, le propuse a Bertha que, si ella estaba de acuerdo, le visitaría para llevarle algunos discos estigmatizados y escuchara los supuestos mensaje satánicos y se diera cuenta que no eran tales. Después de pensarlo un poco, por fin aceptó, y quedamos en vernos en su casa esta semana. Así que hoy acudí a casa de Bertha, y cargué unos discos con mensajes ocultos que pueden ser escuchados al girarlos al revés. Llevé el Led Zeppelin IV, que incluye Stairway to Heaven, la canción que contiene un mensajito escondido; el disco The Wall, de Pink Floyd, que trae la pieza Empty Spaces, donde hay un largo mensaje oculto, y también el álbum blanco de los Beatles y uno de Queen, The Game, que ambos contienen canciones con mensajes.

Luego de tocar el timbre de su casa, Bertha abrió y de inmediato me invitó a pasar a la sala de su casa, donde ya tenía preparada una botella de vino y la tornamesa para poner los discos. Yo abrí la botella, en tanto que Bertha puso el disco de los Beatles, claro, después de santiguarse. Luego de servir las copas que estaban en la mesita de la sala, me acerqué a la tornamesa para poner la aguja exactamente en la canción Revolution 9 y hacer que el disco girara al revés.

Cuando la aguja llegó al tramo donde está grabada una voz, escuchamos que decía: “Turn me on, dead man, and get me out, get me out [Enciéndeme, hombre muerto, sácame, sácame]”. Ya oíste, me dijo Bertha, Paul ya estaba muerto en ese entonces. Era cierto que murió. Yo intenté convencerla entonces de que esa grabación al revés había sido idea de John y el mismo Paul. Nadie murió; lo hicieron como un juego, le dije.

Para sacar a Bertha de aquel trance en que ya se encontraba, le propuse que mejor oyéramos el disco de Led Zeppelin y su mensaje oculto, para que se diera cuenta de que no sucedería nada al escucharlo. Aún con el rosario entre sus manos, ella bebió un poco de vino y al final aceptó mi propuesta. Entonces puse la aguja al final de la canción Stairway to Heaven para que, desde ahí, hiciera girar el disco en reversa.

De pronto los dos escuchamos una voz que decía: “Oh, here’s to my sweet Satan [Oh, aquí está mi dulce Satanás]”. ¡Ay, grita Bertha, tú eres satanás! Al oírla decir tremenda estupidez, solté la carcajada. ¡Ja ja ja!, no paraba de reírme. Entonces ella me clavó el crucifico en el corazón y quedé ahí tirado, desangrándome como en un rito exorcista, y sin poderle hacer ver que los mensajes sólo eran un juego.

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