Un paseo de la OSY por el Sena…

Bizet y Camille Saint-Saëns protagonistas en el concierto francés del fin de semana

El maestro Juan Carlos Lomónaco, que dirige a la OSY, fue breve pero explícito en la apertura del doceavo programa de la Temporada XXVII, en esta ocasión de elevado refinamiento francés. Se había convocado en la primera mitad a Georgès Bizet, célebre por su ópera Carmen, que en esta ocasión resplandecería con su Sinfonía número 1 en Do. En la segunda parte vendría la música de Camille Saint-Saëns, dueño de un repertorio impactante como la Danza Macabra o el Carnaval de los Animales. Para la ocasión fue seleccionada la Sinfonía No. 3 de su opus 78 apodada “Órgano”. Así que a través de sinfonías, cada cual a cuatro partes, Francia avasallaría con una muestra de lo más destacado de sus compositores clásicos.

Tras el instante de preparación, en que cada músico espera atento las instrucciones de batuta, siguió un primer acorde intenso y breve pero gracioso del Allegro Vivo, primer movimiento con el cual Bizet, quien únicamente vivió en juventud, comenzó a desplegar una composición emparentada con tendencias de la Viena de su época y de otras anteriores, lo que sitúa intangiblemente su sonoridad entre algunas producciones mozartianas o mendelssohnianas, eso sí, con el lirismo que expresa una tendencia nueva.

El segundo movimiento, un Adagio que debe escucharse con los ojos cerrados, no puede ser otra cosa que la belleza producida por un alma vieja. Maduro e intenso, es extraordinario lo mucho que tuvo qué decir un joven de tan sólo diecisiete años. El contrapunto entre la cuerda, con notas largas y crecientes, motivan a los metales a responder con sus poderosas voces, pero con intensidades medianas que no dejan de asombrar y de causar un sentido de reflexión, guardando las proporciones para cada subjetividad. Tercera y cuarta partes, homónimas por su ritmo Allegro Vivace, surtieron un contrapeso a lo grácil de lo ya escuchado.

El aura de epopeya del Allegro, tercero en la secuencia, avanza con paso marcial hacia una dulzura segmentada de violines, a la que metales llenos de ocurrencias, disputan el diálogo con matices que siempre convergen en un ejercicio de refinamiento. El espíritu animado conserva su consistencia en la cuarta parte con una mayor acentuación en la gracia de su melodía. De pronto los chelos y las violas replicaban la destreza de los violines, todos en curiosa pugna por un turno para decir algo admirable y vertiginoso. La riqueza de aquello semejante a una danza perfecta, ejecutada magistralmente por la OSY, deja al descubierto que los límites no fueron parte en la vida breve del gigante francés Georgès Bizet.

La nueva disposición de instrumentos tras el intermedio, dio acceso a nuevos protagonistas. El piano, una nueva configuración en clarinetes y metales favorecieron la participación del órgano con el maestro Rafael Cárdenas Morales, solista invitado por cuyo instrumento se dio identidad a la sinfonía. La veleidosa composición de Saint-Saëns, presenta su primer movimiento Adagio – Allegro Moderato, de una capacidad introductoria cautivante y sorpresiva que a una señal, un conato de Schubert fue la impresión reiterada en toda su extensión. En realidad tiene un espíritu mixto. Irisada de Bach, a veces de Respighi, el primer movimiento, con una personalidad poderosa, no llega a permitir que se perciba el paso del tiempo.

El movimiento segundo, Poco Adagio, describe melodías de conclusiones insospechadas. Caben perfectas en la tonalidad menor de su factura. Es cuando tiene aparición el órgano, aderezo de proporciones mesuradas, que no como elemento protagonista. Eso llegaría después, pero antes habría que disfrutar el Allegro Moderato – Presto, tercer episodio de la sinfonía, una gala para magnificar el carácter de su discurso, mediante una grandiosidad de recursos, como el piano a cuatro manos y unos cornos que sin poderlo evitar, elevan la emoción al punto de parecer un llamado a la valentía por algún asunto de salvaguardia nacional.

La obra, en este punto, había demostrado las palabras iniciales del director: el propio compositor estaba consciente que no podría componer nada igual después de esta sinfonía. La doble cualidad de casi todos los movimientos, comenzar siendo una cosa y transformándose en otra, hizo que la orquesta, en el cuarto final Maestoso – Allegro, mediante síncopas y polifonías, modificó su nivel de tal manera, creciendo a proporciones que hacen imaginar cuánto Wagner hubiera deseado rubricarla en su catálogo.

Gratísimo haber escuchado la belleza en la ejecución de estas obras ambiciosas, prolongadas no en la duración de escena, sino como favoritas del acervo personal. ¡Bravo!

Si te lo perdiste, en el siguiente enlace puedes mirar el concierto completo:

https://www.facebook.com/OrquestaSinfonicadeYucatan/videos/1375307092515320/

 

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