El miedo es lo único que borra la libertad. Mo Yan
La comunidad literaria china se cimbró en el año 2012 tras el anuncio de la academia sueca de que el Premio Nobel de Literatura sería para el polémico novelista Mo Yan. Recibiría el 10 de diciembre de ese año el galardón, decisión acogida con satisfacción por Pekín pero que suscitó duras críticas de la disidencia que acusó al literato de ser un intelectual del régimen. Mo Yan no había firmado días antes de recoger su jugoso sobre, una carta junto con 134 premios nobel de diferentes categorías, en la que se exigía la liberación del nobel de la paz, Liu Xiabo.
Al llegar a Estocolmo, Mo Yan dijo a la prensa que en todas las sociedades hay censura, y que para comenzar el galardón al que se hizo acreedor es literario y no político. Aseguró que en cualquier caso estaba claro que quienes le criticaron no han habían leído sus libros, pues según el autor sus obras están escritas desde la perspectiva del ser humano. Mo Yan no es su verdadero nombre, en realidad se llama Guan Mo Ye y él mismo cuenta que eligió este apodo que significa “no hables” para recordar los años en los que no podía expresarse. Eran los tiempos turbulentos de la Revolución Cultural.
En Rana, su obra más atractiva por el poder simbólico que representa para la política china y su marco narrativo, Mo Yan expone la problemática del control de la natalidad en su país, la política radical del hijo único, el impacto, la lucha y el choque entre las parteras tradicionales y la nueva práctica ginecológica. La tensión entre el pensamiento tradicional de corte feudal y el moderno. Más allá de su pensamiento político y su obra siempre polémica en China y en todo el mundo, hay que decir que Mo Yan es uno de los grandes novelistas contemporáneos y más que el Nobel merece ser tenido en cuenta por los lectores de occidente.
Detengámonos en Sorgo rojo, publicada en 1997, el único libro del autor chino que ha caído en mis manos tras mucho escudriñar entre los anaqueles de prestigiosas librerías y en la calle de Donceles en la Ciudad de México, y su parecido con Cien años de soledad del también Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez. Sorgo rojo, que fue publicada en español y que se hizo famosa por la adaptación cinematográfica hecha por Zhang Yimou, ganadora del Oso de oro en el Festival de Berlín en 1988, se tradujo al español a partir de su publicación en inglés de Howard Goldblatt por Ana Poljak en 1992, año de la primera edición.
Ambientada en la provincia de Shangdong, Sorgo rojo es una novela, al igual que Cien años de soledad, que versa sobre la familia, el mito y la memoria, en la que fábula e historia se unen para crear una ficción cruel (sabemos cómo se las gastan los orientales para imprimirle drama a sus relatos). La narración cuenta, a lo largo de cuatro décadas de la historia de China, la conmovedora vida de tres generaciones de una estirpe. Al igual que el Nobel colombiano, Mo Yan, seduce al lector con las desventuras del comandante Yu Zhan’ao y de su amante, una joven obligada a casarse con el hombre que su padre ha dispuesto, un viejo leproso pero muy rico que posee una destilería.
“Siempre he creído que los matrimonios se conciertan en el cielo y que los destinados a vivir juntos están unidos por un hilo invisible…“, asevera uno de los personajes de la historia. El sorgo, utilizado como ingrediente de un potente vino, era en tiempos de paz, símbolo de la vida campesina. En tiempos de guerra, el centro de la lucha por la supervivencia. En Sorgo rojo, los perros tienen un lugar importante, hasta el punto de formar una sociedad paralela. Las mujeres son revolucionarias y vulnerables a la vez (como siempre, como hoy).
Mo Yan confesó en algún momento de 2012 ser un admirador del realismo mágico de Latinoamérica y de las obras de García Márquez. Además de la admitida influencia del colombiano de las mariposas amarillas en su obra, Mo reconoce que autores como el peruano Mario Vargas Llosa y el mexicano Juan Rulfo dejaron huella en los escritores chinos de su generación. Sin duda, sus historias se ocultan tras la capa del “realismo mágico chino”. Mo Yan se siente libre como los perros de Sorgo rojo que duermen sin miedo bajo la mirada de sus amos. Se sienten libres como Mo Yan: el miedo es lo único que borra la libertad.