Spike Lee en guerra contra el racismo sistémico: “5 Sangres”

Da 5 Bloods está disponible en Netflix.

El hombre es el lobo del hombre. Plauto

“5 sangres” (Da 5 Bloods, 2020), la más reciente producción del director norteamericano Spike Lee, se estrenó a nivel mundial el 12 de junio directamente en la plataforma de Netflix, lo cual coincidió con la coyuntura política de las protestas contra el racismo desencadenadas en todo el mundo a raíz del asesinato de George Floyd en Mineápolis, Minesota, acontecido el 25 de mayo, lo cual puede parecer deliberado y oportunista, cuando más bien su aparición es oportuna y pertinente.

La filmación terminó a mediados del 2019, por lo que temáticamente, aunque se entronca con ese hecho, en realidad aborda una vez más la discriminación de la gente de color en EUA a partir de la óptica característica de su realizador,  por lo que no constituye de ninguna manera un comentario fílmico al respecto -aunque bien se le podría dar esa lectura-. Esta advertencia es necesaria en el caso de que durante su visionado se pretenda encontrar una alusión directa a ese crimen de odio en particular. Dicho lo anterior, la premisa es la siguiente:

Cuatro afroamericanos veteranos de la guerra de Vietnam, regresan al país para saldar dos deudas con el pasado: exhumar y rescatar los restos de Norman (Chadwick Boseman), caído en combate y quinto miembro de la compañía de los “Sangres”, como ellos se autodenominan fraternalmente; pero también desean encontrar un botín de oro con el que el gobierno de los Estados Unidos pensaba sobornar a sus infiltrados vietnamitas, el cual estos 5 amigos expropiaron para sí mismos, como restitución por todas las injusticias que los negros han sufrido en un país por el que lucharon y en el cual nunca han sido bienvenidos.

Más de cuatro décadas después, este es su propósito. Una vez en Saigón (hoy, Ho Chi Minh), se les une el hijo de uno de ellos para emprender la aventura. Hasta aquí el relato oscila entre la comedia negra y el género de aventuras, regodeándose en el exotismo y a la vez mostrando el Vietnam actual, donde el capitalismo campea a sus anchas. Todo lo anterior intercalado con material de archivo, con un pretendido afán documental e informativo que interrumpe la fluidez de los diálogos en favor del dato histórico, un esfuerzo relevante, por supuesto, pero que entorpece la narrativa.

Una vez rumbo al corazón de la oscuridad en la selva, a través de varios flashbacks que se intercalan, se nos cuenta de manera paralela su último encontronazo con el Vietcong, en el cual pierden a su compañero y entierran el tesoro; estas elipsis cronológicas también sirven para realizar un símil con la actualidad, en el cual las rencillas y traumas de guerra no han sido superadas no sólo entre ellos, sino tampoco su animadversión hacia la población local, cuya mera presencia todavía despierta las heridas del conflicto bélico.

Por otro lado, es interesante el trazo de los personajes, cuyas contrapartes del pasado se muestran idénticas a las del presente. Pero pronto el tono del filme cambia y el argumento se dispara en muchas direcciones y en subtramas que no tienen cierre -o justificación-. La tragicomedia se vuelve una parodia grandilocuente que no tiene asidero, ya que transita entre varios subgéneros sin un tono o discurso claro (excepto la evidente crítica social y de la política norteamericana).

Entre sus múltiples guiños, abunda en homenajes a cintas de corte bélico (Apocalipsis ahora, Pelotón, Nacido el 4 de julio) o de aventuras, como El tesoro de la Sierra Madre. Lo que sí es de agradecer es que presenta personajes contradictorios y por ello no deja títere con cabeza, pues parece querer decirnos que la discriminación se encuentra en el sistema, y que sin importar la tez de piel o nacionalidad, el odio hacia lo diferente es parte intrínseca del ser humano.

En el apartado visual destaca, ya que la fotografía y la edición presentan un montaje atractivo al combinar los videos históricos en blanco y negro con una brillante paleta de colores,que sirve para reforzar la ambientación contemporánea en contraste con las escenas de acción de los setenta, con una textura granulada en tonos mate, planos de cámara en mano y steadycam, que remarca la diferencia cronológica entre el presente y los recuerdos de los soldados. Los efectos especiales, en cambio, no buscan el realismo, sino que enfatizan que estamos presenciando una farsa cinematográfica.

No obstante estos aciertos, el guión y la dirección parecen salírsele de las manos a Spike Lee, donde a pesar de su experiencia en representaciones históricas (Malcolm X, Blackkklansman) y en grandes elencos (Do the right thing, She´s gotta have it), se muestra incapaz de manejar una puesta coral con un ensamble de actores poco carismático y que sólo en breves momentos brillan individualmente.

La presencia del actor francés Jean Reno es un desperdicio de sus capacidades histriónicas al encarnar a un villano acartonado, y el único de los protagonistas que a duras penas sostiene la tensión dramática es Delroy Lindo, especialmente durante su transformación arquetípica del antihéroe; esto, aunado al excesivo metraje de 154 minutos, deriva en una trama sin pies ni cabeza salpicada de una dosis “tarantinesca”: efectista, ultraviolenta y absurda, como todas las guerras.

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