La conjura contra América o la actualidad de Philip Roth

Una pertinente lectura de la novela en la Era de Trump.

El pasado 2018 murió Philip Roth, uno de los autores estadounidenses más relevantes de las últimas décadas. Ganador del premio Pulitzer, y eterno presente en las quinielas por el Nobel, Roth era considerado uno de aquellos narradores, tan necesarios para las sociedades de cualquier tiempo, que logran captar la realidad y el zeitgeist cultural de su época. De modo que quería leerme alguna de sus novelas. La más famosa es Pastoral americana (1997), pero la que más se me antojaba fue La conjura contra América (2004), porque me parecía muy relevante para el clima político actual. Más de lo que me imaginaba, como descubrí al leerla.

Se trata de una historia alternativa ubicada en los primeros años de la década de 1940, en la que Charles Lindbergh gana las elecciones presidenciales de aquel año, derrotando al presidente Franklin D. Roosevelt. ¿Quién era Lindbergh? El famoso aviador estadounidense cuya mayor hazaña fue convertirse en el primer piloto en volar a través del Atlántico. ¿Por qué su presidencia habría cambiado la historia? Porque Lindbergh era simpatizante del nazismo.

Charles Lindberg con Hermann Göring.

En 1940 los Estados Unidos aún no habían entrado a la Segunda Guerra Mundial, iniciada el año anterior, y en ese país existían muchas personas y organizaciones que se oponían a esa posibilidad. Algunos eran simplemente aislacionistas que no querían meterse en problemas ajenos, pero otros eran simpatizantes del nazismo o de plano tenían nexos con el régimen alemán.  Charles Lindbergh se encontraba en algún punto ambiguo entre ellos y activamente hizo campaña para orientar a la opinión pública contra el involucramiento de EUA en la guerra. Llegó a hacer múltiples declaraciones antisemitas y racistas, visitó la Alemania de Hitler e incluso recibió una condecoración del Führer. Compartía teorías conspiratorias sobre que la guerra en Europa había sido provocada por los judíos, que ahora manipulaban a la población y el gobierno para meter a los Estados Unidos al conflicto.

Lindbergh no era el único que pensaba así en aquellos días; muchas figuras públicas prominentes declaraban abiertamente su simpatía por el Tercer Reich. Quizá el más famoso fue el industrial Henry Ford, quien publicó una gran cantidad de libelos antisemitas y conspiracionistas, y quien también recibió condecoraciones por parte de los nazis. Estos personajes jugaron con la idea de postular a Lindbergh como candidato a la presidencia.

Hasta aquí la historia real, porque el aviador nunca hizo la intentona. Roth nos plantea una historia alterna en la que Lindbergh sí fue postulado por el partido Republicano, y ganó. Pero el autor no echa a volar la imaginación salvajemente para construir una distopía nazi (por otro lado, un tropo ya bastante común en la ciencia ficción desde hace décadas), sino que basa todo lo que sucede en hechos históricos, y trata de construir, de la manera más realista posible lo que en verdad habría pasado si... Es decir, el actuar de cada personaje en la novela tiene fundamentos en sus acciones en la vida real.

Una de las ideas más brillantes que tuvo Roth fue narrar esta novela como si fueran sus memorias. Él mismo, o su versión del universo en el que ocurre la novela, es el protagonista y narrador, un niño judío de Newark, que entre los 7 y 10 años presencia junto con su familia el ascenso de la ultraderecha estadounidense. Así que Roth no sólo nos cuenta cómo habría sido la historia, sino cómo habría sido su infancia si un simpatizante del nazismo hubiera tenido el poder en los Estados Unidos en un momento crucial para el desarrollo de la humanidad.

Philip Roth.

Ahora, no se debe esperar que en esta ficción los Estados Unidos se conviertan de la noche a la mañana en una sucursal de la Alemania nazi. Como dije, el compromiso de Roth con la verosimilitud es impresionante, y él toma en cuenta diferentes factores sociopolíticos que habrían hecho de la experiencia americana algo muy diferente de lo que ocurriera en Europa. Para empezar, que las instituciones democráticas, los partidos de oposición, los líderes políticos como el mismo Roosevelt, los medios de comunicación críticos, las organizaciones civiles, etcétera, seguirían existiendo tras la victoria de Lindbergh, y que éste no habría podido simplemente establecer una dictadura fascista a su voluntad.

De todos modos, quizá ni habría querido. Lindbergh aparece más como un “antisemita de salón” (en palabras de Von Ribbentrop, el canciller alemán) que como un nazi comprometido con el exterminio del pueblo elegido. Bajo su presidencia los Estados Unidos no habrían entrado a la guerra (habría negociado esferas de influencia con el Imperio Japonés, evitando así el ataque a Pearl Harbor), pero tampoco se habría aliado militarmente con el Eje. Tan poco cambian las cosas los primeros meses del gobierno de Lindbergh, que uno como lector empieza a pensar si el padre del pequeño Philip, que se la pasa hablando pestes del flamante mandatario, no estará volviéndose paranoico, y si en verdad no habría sido tan malo.

Es aquí donde se aprecia la agudeza del planteamiento de Roth. El problema no es si Lindbergh se hubiera convertido en un dictador o no, sino lo que su presidencia provoca en la sociedad estadounidense, pues cuando la gente elige a alguien que maneja o ha manejado discursos racistas, de alguna forma lo está legitimando. Entonces los grupos filonazis empiezan a envalentonarse; la violencia antisemita se va volviendo, de forma muy paulatina al principio, cada vez más común y más descarada. Las cosas empiezan a ponerse muy tensas y todo deriva en una situación de pesadilla. No revelo más porque no me gusta hacer spoilers.

Dije que esta novela es muy relevante en nuestra época, en la que presenciamos un ascenso de la ultraderecha y de políticos demagógicos y fascistoides. Los paralelismos entre lo que plantea la ficción de Roth y lo que ha sucedido en la presidencia de Trump saltan a la vista. Bajo la presidencia de este magnate, como en la novela, han aumentado los crímenes de odio; la derecha política (en EUA, el partido Republicano) ha ido desdibujando la frontera que la separa de la ultraderecha fascista, las teorías conspiratorias más descabelladas son legitimadas por líderes políticos, y no faltan quienes minimizan el peligro que representa el nuevo gobernante y denuestan a quienes prenden las alarmas, porque “a todo lo que no les gusta lo llaman nazi”. Hasta el slogan del movimiento encabezado por Lindbergh, “America first!”, ha sido retomado por los seguidores de Trump.

David Simon adaptará la novela a una miniserie producida por HBO.

El mismo Roth llegó a decir en un diálogo que su novela, escrita más de una década antes de la victoria de Trump, no pretendía ser una advertencia. Además, el triunfo hipotético de Lindbergh es más fácilmente comprensible que la victoria real de Trump; a pesar de su antisemitismo, Lindbergh era una figura heroica, mientras Trump es sólo un estafador.

Sin embargo, advierte Roth, lo que nos debería aterrar acerca de Trump, como a los protagonistas de nuestra novela les aterraba acerca de Lindbergh, es que con él cualquier cosa sería posible, incluso una catástrofe nuclear. Así que sí, el libro se ha vuelto tremendamente relevante. No es casual que HBO haya anunciado que próximamente producirá una miniserie basada en dicha novela (otra razón para leerla pronto). Esperemos que se sume a las excelentes distopías que ha dado esta Edad Dorada de la TV: Black Mirror, The Handmaid’s Tale y The Man in the High Castle. La ficción nos sirve para leer la realidad.

 

¡POSDATA CON SPOILERS!

Hubo un aspecto del libro que me pareció decepcionante, pero no quería hablar de él para no arruinarlo a quienes gustan de sorprenderse cuando leen. Se trata del desenlace, no de nuestros personajes principales, sino de la nación americana. Tras la pesadilla desatada por la administración Lindbergh, una acelerada serie de sucesos lleva a la caída del régimen y al restablecimiento del statu quo hacia 1942. Roosevelt recupera el poder, el Eje declara la guerra a los Estados Unidos, y de ahí en adelante toda la historia del siglo XX transcurre tal como debía.

Es decepcionante, porque Roth no se aventura a imaginar cómo se habría desarrollado la historia de una forma distinta; simplemente corrige el rumbo y ya. El año de Lindbergh en el poder no tiene mayores consecuencias en el futuro de Estados Unidos; más absurdo aún, la ausencia de las tropas americanas de Europa y el Pacífico durante un año completo (dejando a los Aliados luchando solos todo ese tiempo), no tiene consecuencias en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial; ésta ni siquiera se prolonga.

Roth creó el periodo 40-42 alternativo con un gran rigor para hacerlo verosímil, y habría sido injusto exigirle lo mismo para las décadas posteriores. Pero, en todo caso, mejor habría sido dejar un final ambiguo o abierto. En fin, nada de esto quita que sea un libro excelente, recomendable y, sobre todo, muy importante para el mundo de hoy.

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