Los cómics de Joni B o el cinismo cursi

“Maldito planeta azul” es un tomo compilatorio de Joni B. Puedes adquirirlo aquí.

A pesar de estar en nuestro idioma, el cómic latinoamericano es un gran desconocido fuera de sus países de origen. Gracias a la globalización del internet podemos acceder a obras frescas de autores que seguramente serán consagrados en los años venideros, aunque de momento únicamente sean de culto. Ese es el caso de Joni B, cuyos cómics van del realismo mágico al realismo sucio, detallando la necedad de la vida en países tercermundistas.

¿Quién llamó tintos?

Joni B es un ente misterioso que ha sabido mantenerse anónimo incluso en internet, donde lo más que puede encontrarse es que tal vez su apellido sea Benjumea y que procede de Colombia, donde radica y vive de la enseñanza superior. Tal anonimato podría ser una intención del autor por dejar que sea su trabajo el que hable, haciendo a un lado el protagonismo típico de los artistas, que mucha a veces intentan superponer su persona por sobre su obra. En el caso de Joni B se agradece que sean sus dibujos y letras los que hablen, pues no sólo tienen una voz poderosa, sino que apelan a una cotidianeidad con la que fácilmente se puede identificar cualquier latinoamericano, lo que comprueba que a pesar de las diferencias regionales, nuestras realidades no son tan diferentes como la publicidad quiere hacernos creer.

Y es justo la publicidad uno de los ingredientes del ¿éxito? del autor, pues ha optado por la independencia editorial, sabiendo que la publicación en blogs de internet y fanzines le generaría una fama más sincera que aquella apoyada por las editoriales multinacionales. Perteneciente a una generación  nihilista, donde incluso el nombre real puede ser descartado, se ha movido en el subterráneo, autopublicándose o colaborando en colectivos afines a su manera de pensar, lo que complica obtener copias físicas de su trabajo. Afortunadamente, y como buen comunista, lo ha hecho accesible en su blog podriaserquesi.blogspot.mx de manera libre para que todo aquel interesado pueda conocer sus historietas.

Aquí en la lucha, moliendo duro.

Lo primero que salta la vista al conocer su trabajo es la sobrada importancia que le da al amor. Lo que no es de extrañar dado que es el sentimiento, querámoslo o no, que domina todas nuestras pasiones. El amor, que muchas veces es confundido o se mezcla con el sexo, es el vaso comunicante en el grueso de la obra del colombiano, aunque muchas veces retratado de una manera cínica, que pone en perspectiva nuestras propias ideas sobre el tema. Si bien sus cómics son personales e íntimos, y en ningún momento pretende aleccionar, lo cierto es que es fácil identificarse con algunas de las situaciones que plantea, pues, como ya dije, son situaciones comunes a toda persona que viva en un país al sur de los Estados Unidos: falta de trabajo y, por ende, de dinero; amor o sexo por conveniencia, discriminación por ser autóctono, desidia hacia la comunidad y una falta de identidad que se traduce como un desapego hacia la normalidad.

Todo lo anterior se envuelve en un dibujo sencillo, cotidiano, sobrio, donde el lenguaje del cómic no tiene mayor pretensión que ilustrar lo que con palabras saldría sobrando. El trazo de Joni B no va más allá de una narración a segundo nivel (el primero siendo los diálogos) pero tampoco requiere ser más minucioso, pues de esa manera refleja una mentalidad latinoamericana, tercermundista y sobajada, pero a pesar de ello sus dibujos son atractivos, pues en su simpleza radica su poder.

Tiene más patas que un chance.

El salto a la fama del autor se dio con la historieta Supermán, donde nos narra las vicisitudes de una persona con superpoderes crecida en Colombia. A decir del autor, sería muy difícil que una persona así se convirtiera en superhéroe, pues antes se dedicaría a satisfacer su necesidades personales que a salvar el mundo, tal vez debido a que los latinoamericanos estamos tan jodidos que si pudiéramos volar lo primero que haríamos sería huir de nuestros países. Esto no significa que los superhéroes deban ser caucásicos, pues ello sería otorgarles una superioridad moral que claramente no poseen, es simplemente una visión cínica y real de qué haría alguien con los poderes de un dios: primero velaría por sí mismo, luego por los suyos y, si queda tiempo, tal vez por el resto del mundo. Eso si no lo rechazan por ser diferente.

Supermán no sólo es una deconstrucción de los superhéroes, es también la manera de hablar de ellos con una conciencia de clases –en el sentido marxista- pues el personaje principal, junto con sus amigos Linterna Verde y Lex Luthor, son conscientes de la opresión en la que viven, donde un sistema totalitarista intenta acabar con ellos, sabiendo que si tuvieran las ganas podrían derrocarlo. 

Curioso que el sistema tenga miedo de unos personajes que han sido tan acostumbrados a la mala vida, que realmente no les importa la situación social del país (que, como he venido diciendo, puede ser Colombia, Guatemala o México, realmente no hay diferencia), a ellos les basta con tener su pan y circo, y su ira es desatada justamente cuando se les niegan esos derechos básicos. Se tiende a creer que Watchmen o The Ultimates son las únicas deconstrucciones válidas dentro del género de los superhéroes, pero Joni B realizó una dentro de un contexto netamente latinoamericano, lo que la vuelve todavía más valiosa para los lectores al sur del imperio.

Esa vieja sí que es guapachosa.

Otra de las historietas ya clásicas del autor es Los Evasores, donde los zombis sólo son el pretexto para mostrar la idiosincrasia latinoamericana en un desastre de proporciones bíblicas. El título puede hacer referencia a todos los personajes de la corta historia, pues de alguna forma evaden sus responsabilidades: el grupo de amigos que pretende ir de fiesta en fiesta durante el apocalipsis zombi, el personaje central que gusta de evadir la diversión por considerarla demasiado sobrevalorada, el gobierno que es incapaz de hacer frente a la infección y miente sobre ella (curioso que recuerde a los “disidentes” de la película Juan de los muertos. Para los gobiernos latinoamericanos, incultos a todo nivel, los zombis son una afrenta la sistema, cuando ellos mismos han sido sus creadores), o los mismos zombis cuya condición los convierte en verdaderos evasores de todo, hasta de la vida misma.

La historia central de Los Evasores puede parecer sin sentido, incluso superficial, pero su profundidad radica en los diálogos con los que el autor fabrica el universo donde se desenvuelve la narración. De nueva cuenta el cinismo cobra un papel importante, demostrando que llevado al extremo es tan pernicioso como la indiferencia, o mejor dicho, el hipercinismo no se diferencia de la indiferencia (valga la redundancia).

Es importante recalcar el tema del cinismo en la obra de Joni B porque muchas veces se confunde con soberbia. En el caso de sus cómics, el cinismo no es más que la respuesta a un sistema donde por más que se cambien cosas el statu quo siempre se mantiene. La realidad latinoamericana es una carrera de la reina roja donde ni la aparición de superpoderosos ni la irrupción de una infección de caníbales logran alterarla, he ahí el poder de las dictaduras perfectas, las dictablandas, del clero y los medios de comunicación a su servicio y de la desinformación de la gente que, en su lucha por tener su pan y circo diario, no se da cuenta que ha olvidado sus superpoderes para convertirse en zombis.

Bueno, se me van bajando del bus aquí todos.

Mafalda es el cómic quintaesencial latinoamericano, pero la verdad es que es demasiado hippie para estos tiempos desenfadados y posmodernistas en los que vivimos. Joni B toma la estafeta y fabrica cómics desesperanzadores, pero llenos de verdad. Sin embargo, en algunas ocasiones deja entrever que cree en el amor, diciéndonos que no todo está perdido. Vale la pena conocerlo para ver otro reflejo de la realidad latinoamericana, ese reflejo que nunca queremos ver en el espejo.

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