Avengers: Endgame, el espectáculo final…

El cine es un arte que tiene muchas vertientes, muchas aristas. Puede ser un poderoso instrumento de denuncia social, un espejo de la sociedad en la que se produce o un medio para plantear reflexiones sobre la vida misma. También puede llegar a ser un poderoso espectáculo: con el desarrollo de la tecnología para la producción cinematográfica, el espectáculo se ha ido convirtiendo en algo que hace algunos años ni siquiera podíamos imaginar. Hoy los estudios y los realizadores tienen la posibilidad de recrear escenas del pasado o llevarnos a un imaginario futuro a través de elementos que hacen que lo que vive en la imaginación se sienta como algo posible. Contextos, ambientes, planetas, monstruos, figuras de otro tiempo, todos cobran vida gracias a los nuevos artilugios con los que los cineastas cuentan para contar sus historias.

Pero paradójicamente de nada sirve la forma sin el fondo, es decir no tiene ningún sentido el contar con un espectacular despliegue visual y sonoro si no existen elementos fundamentales dentro del lenguaje cinematográfico que sostengan esa espectacularidad. Hablamos de la historia, del guion, de los personajes y de las actuaciones. Combinar tales elementos no es una tarea sencilla. Se requiere de planeación, ejecución y mucho talento. Creo que Avengers: Endgame es una película que lo consigue. Estamos ante un gigantesco espectáculo que al mismo tiempo logra producir una particular catarsis entre espectador e historia pues se constituye en la narrativa final de una serie de historias que han logrado generar a personajes que nos importan, que hemos hecho nuestros y con los que nos sentimos identificados.

Endgame es un viaje alucinante hacía un destino que ha tardado una década en construirse. Marvel ha hecho algo que resulta único: construir un universo cinematográfico a lo largo de 22 películas ligadas entre sí. Se dice fácil, pero hay que imaginar la enorme cantidad de talento que se ha puesto al servicio de esta historia. Kevin Feige es el principal motor de este monumental engranaje. Junto a él han trabajado directores, actores, guionistas, cinefotógrafos y un ejército de personas que a la vez le han generado millones de dólares al estudio. Porque no hay que olvidar éste que es un punto realmente importante: aquí estamos ante un cine netamente comercial, cuyo principal motor es generar dólares. Sin embargo, lo que se agradece es que tal generación de dinero se ha hecho a partir de un trabajo de altísima calidad. Y ello toma aún mayor sentido una vez que uno se sienta en la butaca de una sala de cine para presenciar un espectáculo que solo puedo describir como inaudito.

Avengers: Endgame retoma toda la línea argumental planteada desde Iron Man hace ya una década. El espectador sabe desde el principio del filme que está ante el final de un camino que durante su último tramo va a presentar a héroes que están por llegar a un momento climático en su lucha por salvar al universo. Los Avengers van a tratar de vengar lo hecho por Thanos en Infinity War y recuperar aquello que han perdido. A partir de entonces lo que se va desarrollando es una historia que está llena de esos ingredientes que hacen a los superhéroes atractivos más allá de los poderes con los que la imaginación los ha dotado. Me refiero a su gran sentido humano, a su capacidad de sacrificio, a la persecución de una permanente utopía en la que la justicia debe triunfar a toda costa.

El filme encuentra desde un principio a los integrantes del poderoso equipo en una brutal lid con el dolor, con la derrota y con la pérdida. Hay un sentimiento de capitulación que va a ser revertido con la aparición de esa esperanza que nutre las ganas de comenzar de nuevo, de luchar incluso en batallas que se asumen como perdidas. Los integrantes del equipo tendrán que aprender a trabajar juntos de nueva cuenta, a constituirse en una unidad que es lo único con lo que podrán vencer a un villano que a su vez ha hecho lo que considera como correcto para salvar al universo de la depredación.

A la sazón hará su aparición la fantasía, la magia que acompaña al hecho sobrenatural de poseer poderes y el acceso a una ciencia ficticia y adelantada que permite que quienes la poseen realicen cosas increíbles. A partir de entonces desfilan por la pantalla una serie de sucesos que golpean al espectador de diversas maneras. La película tiene la enorme capacidad de acompañar a los héroes no solamente en sus momentos más épicos, sino en aquellos que desnudan sus debilidades y afectos más personales, dotando a la narración de la emotividad que se desprende de la empatía que a lo largo de toda la saga se ha ido generando entre el público y los personajes.

Anthony y Joe Russo, los directores del filme, conocen a la perfección la relación que se ha desarrollado entre los espectadores y los protagonistas de la historia y no tienen empacho alguno en explotarla hasta al máximo de sus capacidades, pero evitan caer en la cursilería para generar episodios de gran tensión dramática, entrañables, que se sienten como auténticos ganchos dirigidos a lo más profundo de los sentimientos de un público que ha esperado por mucho para llegar a este final del trayecto y al que han manipulado –en un buen sentido del término– a lo largo de toda la serie de películas para que sufra y goce aún más la conclusión de tercera fase del Universo Cinematográfico de Marvel (MCU).

Una conclusión que se da en el medio de una portentosa exhibición técnica y visual que probablemente no tenga muchos precedentes. Sí, los protagonistas tienen grandes momentos de humanidad, pero la película se regodea en sí misma al presentar secuencias llenas de efectos especiales, tanto visuales como sonoros, que la transforman en una gigantesca épica en la que está en juego nada más y nada menos que la sobrevivencia de todo el universo tal y como lo conocemos. Y una gesta de tal envergadura tiene que ser contada con la espectacularidad que así lo demanda, mostrando a los héroes en todo su poderío, grandeza y esplendor, algo que es más contundente especialmente porque están saliendo de un oscuro abismo en el que el descalabro los había sumido.

            Avengers: Endgame es una película con muchos significados para quienes hemos seguido toda la saga del MCU. Para muchos, sobre todo para aquellos que tenemos algunos años de mas, es un simbólico regreso a esos días en los que se corría al puesto de la esquina con un par de monedas en la bolsa para comprar una historieta en la que las viñetas y las imágenes nos contaban historias de hombres y mujeres dispuestos a todos para salvar al nuestro y a otros mundos, un regreso que se da con las marcadas diferencias que se dan entre dos medios diferentes de comunicación, entre dos formas diferentes de expresión artística como lo son el cine y el cómic, pero que también se produce con aquello que tienen en común: el despertar la capacidad de asombro, una capacidad a la que tal vez deberíamos acudir más para enfrentarnos con mejores herramientas al cinismo que parece acompañar cada vez con más firmeza a la realidad. Es un logro que merece ser visto en una pantalla de gran formato para poder disfrutar de una película gigantesca, memorable, emotiva, que reivindica a la vertiente que puede hacer del cine un gran y poderoso espectáculo.

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