La venganza de Troya: Después de Agamenón, Orestes…

Esta producción escénica de Área 51 fue adaptada para medios digitales.

La venganza de Troya, obra de teatro cuya versión adaptada a transmisión en vivo fue presentada del 28 al 30 de junio gracias al programa federal “Contigo en la distancia”, es un trabajo plagado de estímulos, una representación que aborda la guerra de Troya para levantar un discurso actual y poderoso sobre sus ruinas devastadas.

Pero en esta actualización, también vemos un collage de propuestas que sí llegan a esbozar un universo futurizado, lleno de conspiraciones y luchas sociopolíticas, en el que trasciende la influencia de los medios de comunicación, el mundo cibernético y el hacktivismo. Vemos también un esfuerzo estético importante para adentrarnos a esta ambientación interplanetaria; porque en el montaje Troya y Grecia son planetas.

La actriz Rosa Eglantina.

La edición, el manejo de diferentes pantallas donde se transmite en vivo y tomas pregrabadas, serán el recurso para llevarnos de un lugar a otro en esta red compleja de tiempos, sucesos y espacios. Y cuando digo que este universo llega a esbozarse -y no a dibujarse-, es porque a pesar de la convención que se logra, de pronto parece que la obra no tiene ni pies ni cabeza. Es decir, entre los referentes (del mundo griego y el actual), la trama (de enredos, narraciones, discursos), los recursos de ejecución (la edición, ambientación, la dinámica de las pantallas, etc.) y los tonos actorales (de lo más chusco y fársico a lo trágico), muchas cosas se van dispersando por el camino.

Así lo considero porque realmente hubo de todo: soluciones fáciles y soluciones complejas, actuaciones entrañables y otras débiles, hubo teatro y hubo cine (y lo que está en medio), hubo escenas bien logradas y escenas que pasaron de largo, hubo discursos sólidos y discursos apenas sugeridos, hubo dioses, esclavos, conspiradores, reyes, amantes, víctimas… Pero de todo esto, lo que más relevante y conmovedor me pareció fue el efecto Fuenteovejuna, que se yergue como una bandera imperante, sobresaliendo de todo lo demás a través de la frase:

Yo maté a Agamenón

La actriz Karina Eguía.

Hermanando a las irreconciliables mujeres del mundo trágico: Clitemnestra y Casandra, en un gesto de complicidad que trasciende sus propios intereses individuales -pero que también trasciende las posiciones-, status e ideologías de las otras mujeres que las acompañan -sin saberlo- para lograr el cometido: la venganza. El rey de Micenas, asesino de su hija y causante de las desgracias de Clitemnestra y Casandra, así como de Troya, se vuelve de pronto un símbolo del patriarcado, mismo que es exhibido y derrotado a manos de la mujer.

Este asesinato y esta revelación que atraviesan las protagonistas al pronunciar la frase “Yo maté a Agamenón”, fijan la pauta para una lucha feminista en la cual se sugiere que Casandra, quien goza del don de la profecía, vaticina la llegada de Orestes. Es decir que, aventurando una suposición, quizá cuando Orestes regrese para intentar vengar a su padre, se tope con pared. Porque Electra ya no será una mujer victimizada, ya no será la enemiga principal de su propia madre, sino una mujer con una fuerza y una consciencia que se recarga sobre los hombros de las demás mujeres, una mujer de hoy, que no dudará en afirmar, si es necesario:

Yo maté a Orestes

Y las Erinias, en dado caso, en lugar de atormentar a Electra como hicieran con Orestes, la acompañarán para plantarse ante Atenea en el mítico tribunal y decirle a coro:

Yo maté a Orestes

Y Atenea, atreviéndome a seguir con esta suposición que me invita a hacer La Venganza de Troya, Atenea, pues, dirá a viva voz:

¡NO! ¡YO MATÉ A ORESTES!

 La venganza de Troya, presentada por Área 51 Foro Teatral, basada en el texto de Alejandra Serrano, es un trabajo lleno de exploraciones que llena de estímulos al espectador, que dispara miles de posibilidades fabulísticas, y que le apunta a la construcción de todo un universo ficticio y bastante complejo.

El equipo creativo estuvo conformado por Karina Eguía en la dirección y Ana Lucía Ramírez como dramaturgista. Como asistente de dirección fungió Karina Meneses y en la producción Rosa Eglantina. Las actuaciones fueron de Ana Lucía, Rosa Eglantina, Patricia Estrada, Karina Meneses y Karina Eguía.

 

 

 

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