Rosario Castellanos, una mujer en el espejo

Un ensayo de Sol Ceh Moo sobre el indigenismo y feminismo en la escritora chiapaneca. 

No fue la manzanita que todos quieren comer, pues a muchos les parecía irritante, pero ella con serenidad y entereza, se salía por caminos tangentes. Así era Rosario Castellanos, se le identifica por el manejo de la fina ironía y el sarcasmo muy bien esgrimido, tanto que no era del gusto de intelectuales que buscaban auscultar sus concreciones literarias. Sabemos que, en el circo del lenguaje escrito o hablado, para ejercer la ironía se requiere de grandes habilidades: un mal paso y la ironía se convierte en un acto de hazmerreír.

Esta característica de Castellanos explica la razón por la que se fuera por otras veredas, sobre todo cuando se le trataba de encasillar como practicante de la corriente literaria indigenista. Lo niega rotundamente, aun cuando sus mayores obras estén versadas en los indígenas de los altos de Chiapas; de la misma manera se desmarca del adjetivo del género narrativo, identificándose con el oficio de construir poesía. Tampoco aceptó el calificativo de feminista, esto en los tiempos donde el nombre no era un dolor de cabeza para nadie; en sus colaboraciones periodísticas e incluso en su narrativa dibujaba el sueño de la mujer emancipada y empoderada, aunque es en su poesía la que más se encuentra cargada de rebeldía frente a el machismo histórico. La filiación feminista de esta escritora puede ser demostrada por sus propias acciones.

En 1950, las mujeres mexicanas aún no tenían el derecho al voto; en esa misma fecha, Castellanos presentaba la tesis para obtener la Maestría en Filosofía: “Sobre la cultura feminista”. Simplemente en razón a esta tesis se le puede considerar pionera de dicha corriente ideológica y esta postura académica debería ser lectura obligada de toda mujer militante de este movimiento, muy de moda actualmente. La tesis es un trabajo cargado de ironías, de tal manera que se lograr visualizar la crítica realizada hacia la monopolización del poder en razón al género por parte de los hombres.

Ella escribe: “El mundo que para mí está cerrado tiene un nombre: se llama cultura. Sus habitantes son todos ellos del sexo masculino. Ellos se llaman a sí mismos hombres y humanidad a su facultad de residir en el mundo de la cultura…[i]. La ironía es clara al señalar que los libros, música, pinturas y otros objetos de creación artística firmados por mujeres, entraron a ese mundo de contrabando y por lo tanto perdieron su valor cultural. Aquí valdría la pena apuntar que toda semejanza con la realidad actual es pura ficción.

A Castellanos se le reconocen tres obras de valiosos contenidos en los cuales narra la situación de los indígenas chiapanecos, en especial en una época donde las políticas de etnicidad cardenista estaban en proceso de gestación:  Balún Canán, Oficio de Tinieblas y Ciudad Real. Las dos primeras son novelas y la última un libro de cuentos; estas obras tienen el tinte indeleble de la corriente literaria indigenista, en la que también figuraron dos yucatecos: Ermilo Abreu Gómez y Antonio Mediz Bolio.

En estas obras, la mujer indígena es vestida como la vulnerable de su sociedad y la de los otros, además de vilipendiada por su condición de género y su etnia, esto la convierte en un ente discriminado y minusvalorado en cualquier condición o situación. Examinando sin pudor las narraciones se siente la inconformidad de esta escritora, pero su protesta no se encuentra únicamente en este género literario, pues también surge con fuerza en su poesía, donde exacerba su malestar por la condición femenina; pero ahí en la poesía, la mujer indígena se invisibiliza al incluirla en un todo.

En sus tres narraciones arriba señaladas como indigenistas o tal vez neoindigenistas -para no herir susceptibilidades-, afloran las mujeres con su carga ganada en razón al sexo. La mujer blanca, la india, la niña, la india mimetizada como blanca, las desvalidas, madrotas, amantes y esposas, todas tienen lugar en personajes femeninos con nombres ficticios, en donde se esconden rostros consuetudinarios. Ninguna de ellas conoce la felicidad, ya que el amor es un sucedáneo de un condimento con mal sabor; todas ignoran en dónde está la puerta para escapar. Estas mujeres perdidas para el amor real, recuerdan a Emil Cioran:

La única originalidad del amor es que hace la felicidad indistinta a la desdicha

Los atributos literarios de esta escritora avecindada en Comitán, Chiapas, lugar de nacimiento del excelso poeta Jaime Sabines, son poseer una escritura nítida, como un largo sueño lúcido, en donde el lector puede sentir el frío aire que viene de las montañas, así como el clamor de las mujeres frente a la prepotencia de los blancos y los indios occidentalizados. Penetra en las miserias de los indígenas Chamula embrutecidos por el alcohol presente en todo el trayecto de sus vidas, así como el fanatismo abocado en un sincretismo religioso demostrado en todas las ceremonias en honor a los miles de vírgenes que les permiten seguir viviendo.

 

Pero todo esto no la convence de tener una narrativa indígena, dado que ella siente que no encaja en esa corriente y además critica a quienes se consideran indigenistas:

Unos de los defectos principales reside en considerar al mundo indígena como un mundo exótico en el que los personajes, por ser las víctimas, son poéticos y buenos… los indios son seres humanos iguales a los blancos, solo que colocados en una circunstancia especial y desfavorable. Como son débiles pueden ser más malos”, le confiesa a Emmanuel Carballo y abunda en su consideración sobre las obras de los escritores indigenistas: “Suponen que como el tema es noble e interesante, no es necesario cuidar la manera como se desarrolla. Como refiere siempre sucesos desagradables, lo hacen de un modo desagradable: descuidan el lenguaje, no pulen el estilo… Ya que pretenden objetivos muy distintos, mis libros no se pueden incluir en esta corriente”.[ii]

Años después de la entrevista concedida a Carballo, en el cono sur en forma asincrónica, aparecen dos obras indigenistas que desmienten la apreciación de Castellanos: el escritor peruano José María Arguedas publica “Río Profundo”; con algunos años de diferencia, aparece la novela “Huairapamushcas” (Hijos del viento), del ecuatoriano Jorge Icaza; ambos trabajos novelados son consideradas obras maestras del indigenismo. Castellanos, Arguedas e Icaza comparten el hecho de provenir de familias blancas acomodadas, con acceso a estudios universitarios y que todos en su infancia estuvieron en contacto con pueblos originarios.

Ricardo Guerra y Rosario Castellanos.

Indigenista, irónica, sarcástica, feminista, académica y otros atributos que le endilgan a Rosario Castellanos, eran demasiadas esencias como para no caer en los brazos apasionados del amor. Al final, ella sucumbe en la pasión del amor, de un amor infausto como el personaje de sus novelas. Confiesa el nombre de su único amor: el filósofo Ricardo Guerra Tejada (1928-2007). Alrededor de ese amor se tejen encuentros y desencuentros, ya que, siendo ambos viajeros del mundo, casi no tenían puntos de confluencia. En las cartas de Rosario escritas a su esposo -del que se divorciaría tres años antes de su muerte accidental en Israel-, puede sentirse la fatalidad de ese amor:

Mi vida, te quiero mucho. No he querido a nadie más que a ti. Me siento muy culpable y muy estúpida por haber echado a perder una relación que pudo haber sido, si no feliz, por lo menos no tan desdichada porque yo siempre, quería otra cosa, comerte, devorarte, no sé qué. Que me dieras todo lo que falta y no me puede dar nadie: seguridad, anestesia de ese sentimiento de que estoy de más, de que estorbo, de que cualquiera me supla y con mejoría…”[iii] La lectura esas ciento once cartas dejan ver a una mujer en la que se despedazaron muchos de sus dogmas al ser blanco de un amor desventurado. Quizá Rosario Castellanos leyó a Nietzsche cuando escribía “el amor no es ciego, sólo está cegado por la pasión que lleva dentro”.

Al final, leer a Castellanos es el ejercicio de echar una mirada a un mundo que persiste -e insiste- en salvaguardar los cambios sustanciales.

CITAS  BIBLIOGRÁFICAS.

[i] Castellanos Rosario. Sobre la cultura femenina. Fondo de Cultura Económica, 2005, p. 98

[ii] Carballo Emmanuel. Protagonistas de la literatura mexicana. Letras Mexicanas. 1986. p, 519-533

[iii] Castellanos Rosario. Cartas a Ricardo. CONACULTA, 1995

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