El séptimo concierto de la XXXIX temporada de la OSY, resultó un concierto histórico, y lo es por varias y fundadas razones. Por vez primera en sus diecinueve años de historia, nuestra orquesta presentó, en un solo programa, la obra de un compositor yucateco vivo, ya antes había interpretado “Tribu” del inmortal Daniel Ayala; tuvo un concertista al que sentimos profundamente nuestro, como lo es Yohualli Rosas; y el concierto fue conducido por la diestra y calificada batuta de Alejandro Basulto, tan yucateco como la desparecida y entrañable “Mueblería de la 40”, que fuera fundada por su abuelo.
El concierto, en su totalidad, rezumó espíritu yucateco de principio a fin, fue de una calidad excepcional, y terminó con una larga y sonora ovación de pie, de todo el público que llenó la sala de conciertos del Palacio de la Música, y que, salió muy complacido de haber comprobado que, Yucatán es tierra de grandes músicos, y que, tenemos una gran orquesta que puede ser plenamente yucateca, con un poco de esfuerzo y buena voluntad, que se conjugaron en este programa.
Antes del concierto, el director invitado Alejandro Basulto, dio una documentada plática sobre los autores y obras que se escucharían en la sala de conciertos. Por boca de Alejandro nos enteramos de que, Vassili Kalinnikov, es un compositor ruso, postromántico, injustamente olvidado, pues después de escuchar su obra, nos parece que está a la altura de los más grandes del romanticismo ruso. Por otro lado, Mario Castelnuovo-Tedesco, resulta ser el maestro de los grandes compositores de la música para el cine, hizo más de cien obras, y su concierto para guitarra es una obra que hace creer en el espíritu humano.
Por último, se refirió a Pedro Carlos Herrera, que es mucho más que el director y arreglista de la Orquesta Típica Yucalpetén. “Es un gran compositor de música de concierto de excelente calidad”, dijo con gran seguridad y entusiasmo. Siguiendo la costumbre que la pandemia impuso, el programa constó de tres obras: El prólogo del ballet “Canek” de Pedro Carlos Herrera, el Concierto para Guitarra No. 1, de Mario Castelnuovo-Tedesco, y la Sinfonía No. 1 en Sol menor, del ruso Vassili Kalinnikov.
El prólogo del ballet Canek, de Pedro Carlos Herera, es una obra de gran fuerza, tiene un profundo carácter descriptivo y en ella se deja sentir el espíritu del Nacionalismo Mexicano. Su orquestación es muy rica y grandilocuente, el autor saca muy buen partido del uso de los metales, que son los que imprimen un brillo sin par a la obra. La obra tiene acentos que son muy decisivos, y provienen del xilófono, el pícolo y los timbales, que, con sus partes en solo, ponen los cambios más significativos a la obra. La fuerza de la obra va siempre en ascenso, se va desbordando con fuerza y nos lleva a un final sonoro y brillante. Estalla con gran fuerza la primera ovación del concierto. El autor está presente, y al ponerse de pie, el respetable le brinda una tremenda ovación, más que merecida.
A Yohualli Rosas ya lo habíamos escuchado como concertista, interpretando obras de Roberto Abraham. Egresado y con posgrado de la ESAY y, además maestro en el CEMUS y la propia UNAY, nos dejó un gratísimo sabor como intérprete de este brillante Concierto para Guitarra No. 1, de Mario Castelnuovo-Tedesco. El concierto consta de tres movimientos: Allegretto, Andantino alla Romanza y Rítmico e Cavalleresco. La obra está llena de una fuerza alegre y arrolladora.
El primer movimiento, es un desborde de alegría en el que el solista aborda rápidas y alegres notas, así como virtuosos punteos, los violines primeros abordan delicado pasaje que el corno acentúa, el solista responde con rápidos acordes; flauta, clarinete, fagot y oboe arman un rico concertante al que se une el solista, las cuerdas inician alegre pasaje que da paso a las alegres cadencias que adornan ricas armonías, el solista dialoga con las cuerdas y ejecuta nuevas vibrantes y delicadas cadencias, ejecuta nuevos diálogos con las cuerdas, entra el tutti también con alegría y nos lleva a alegre final.
El segundo movimiento inicia con vibrantes y alegres notas del solista, que desarrolla solo un ameno pasaje, canta la flauta y el solista responde, el corno pone acento, entran clarinete, flauta y oboe y las cuerdas hacen un pizzicato, dialogan flauta y clarinete y luego oboe y clarinete, largo y cálido, el solista aborda pasaje ligero y cantan las cuerdas con el fagot, el solista aborda delicado pasaje armónico y acordes complicados con profundo espíritu hispano que desarrolla, flauta, oboe, clarinete y fagot se integran en concertante para dar entrada al solista con las cuerdas que desarrollan alegre pasaje que nos lleva al final del movimiento.
El tercer movimiento, lo inicia el tutti con alegría y entra el solista también muy alegre, canta el fagot cálido y grave, el violín concertino hace delicado pasaje y entran oboe y fagot y luego se queda el fagot solo, entran las cuerdas y canta oboe, entra el solista con gran alegría y desarrolla alegre pasaje, dialogan oboe y solista y luego el clarinete canta con el solista un pasaje con difíciles armonías, entra el tutti y da paso a un pasaje virtuoso que interpreta el solista que retoma el tema inicial para hacer ricas variaciones de gran dificultad, entra el tutti con gran fuerza se une el solista con gran agilidad y nos llevan a sonoro y brillante final del movimiento y la obra. Estalla tremenda ovación con gritos de ¡BRAVO! Solista y director tienen que salir repetidas veces al escenario. Yohualli nos regala con un hermoso ancore que es nada menos que el Preludio No. 1 de Héctor Villalobos.
Cerró programa la Sinfonía No. 1, en Sol menor, de Vassili Kalinnikov. Como ya dijimos, éste es un autor postromántico, y por tanto es, romántico en extremo, como sucedió en España con la poesía lírica romántica, Becker y Núñez de Arce, son más románticos que los mismos románticos. Así pues, Kalinnikov, es un desborde total de emociones, de principio a fin de la obra. La sinfonía tiene cuatro movimientos: Allegro moderato, Andante commodamente, Scherzo: Allegro non Troppo y Finale: Allegro moderato. Usualmente, las sinfonías inician con un movimiento fuerte y alegre, que contrasta mucho con el segundo, que suele ser suave y hasta patético, o ser una marcha serena y formal, el tercero acostumbra ser una danza, y remata con otro movimiento alegre y muy fuerte.A
En Kalinnikov, esto no es así, las variaciones son apenas perceptibles, la obra, en su totalidad, es un desborde de sentimientos, entre los que sobresale la alegría. Los metales tienen un papel protagónico de inicio a fin; el fagot, también tiene un papel protagónico, dulce y cálido. El arpa también lleva un gran peso en la obra. La sonoridad de la orquesta, mantuvo cautivo al respetable de principio a fin. En la interpretación de esta obra, la batuta de Basulto tomó el mando total del conjunto, dejó sentir la fuerza de su conducción, y lo mejor de todo, transmitió las emociones al multicéfalo y lo metió a la magia de su conducción. Por ello, no es de extrañar que, al llegar el vibrante final de la obra, estallara una de las ovaciones más grandes de la temporada y que, ésta hubiera sido principalmente para el director.
Alejandro Basulto, dejó patente su calidad como director, y merece por mérito propio, un lugar en el concurso abierto que debe hacerse para definir la titularidad de la OSY. Este concurso no debe postergarse más allá de la finalización de esta accidentada temporada, y al iniciar la temporada XL, la orquesta debe marchar con la estabilidad y seguridad de un director transparentemente designado. Por otro lado, hacemos la observación de que, en el programa, se debió incluir una nota sobre Pedro Carlos Herrera, como compositor que formó parte esencial del programa.
Salimos del Peón Contreras con las emociones transmitidas por la batuta de Alejandro Basulto vibrando en el alma.