José Areán y la OSY lucen con Mozart, Grieg y Schubert

En sus conciertos del fin de semana, José Areán y la Orquesta Sinfónica de Yucatán, como era de esperarse, lo hacen de nueva cuenta y rinden una magistral interpretación de tres obras icónicas del repertorio orquestal, según la crónica musical de Diego Elizarraraz. ¡Bravo...!

El concierto del viernes 7 de junio dio inicio con Mozart, un músico que para una buena mayoría es el más famoso de todos los tiempos, y con sobrada razón. Esta obertura, a la vez cómica y dinámica, interpretada en un tempo ni muy rápido ni muy lento para la pequeña sala, me ha parecido como una fotografía instantánea de la rutilante, efervescente y contestataria obra: Las Bodas de Fígaro, la cual, desde su estreno bajo la batuta del mismo Mozart ha cautivado el espíritu de compositores, poetas y líderes militares por igual.

Cuentan que Napoleón dijo sobre ella que era la revolución en acción; Haydn escribe: escucho esta obra en sueños; y, Brahms nunca perdía oportunidad de hablar de ella, sentenciando en una ocasión: cada número (acto) en Fígaro es un milagro, me rebasa cómo alguien puede crear algo tan perfecto. Cuán fácil me es empatizar con estos comentarios, si bien no escuchamos el resto de la obra, el intercambio del tema entre familias orquestales –ligero pero excitante–, los interludios del fagot y la cuerda o los tumultuosos tutti sí nos permitieron escuchar el indescriptible ingenio del compositor. No por nada en ocasiones es considerada la mejor ópera de todos los tiempos.

Siguió una selección de danzas de las suites orquestales 1 y 2 del noruego Edward Grieg. De las ocho danzas, la OSY y su director interpretaron seis. Las cuatro danzas de la Suite 1, y dos ‘inserciones’ de la Suite 2. El viaje simbólico y tímbrico al que conducen estas obras comenzó con La mañana, una jovial y tranquila danza donde la flauta y el oboe revolotean con la melodía. Continuó con La muerte de Asae, un desgarrador movimiento construido con una textura homófona en la cuerda… Una música lastimera, lúgubre.

Después, las dos inserciones del Op. 55, donde la OSY vívidamente nos transportó a geografías remotas. En la primera: Danza Árabe, las flautas y el Piccolo preludian una danza llena de ‘volteretas’ rítmicas apuntaladas principalmente por el triángulo y demás percusiones agudas. En la segunda: Peer Gynt de regreso a casa –que, si no me equivoco, es la más breve de este opus–, Grieg representa al tempestuoso mar que atraviesa el personaje de la historia, sirviéndose de cromatismos en los alientos con fuertes y perfectas intervenciones de los metales y la percusión.

Regresamos al Op. 46, con el juguetón scherzo La danza de Anitra –que Grieg pide ser interpretado a tempo di mazurka–, característico por la cuerda picada que da expresión y movimiento. Por último, En la gruta del rey de la montaña, la última danza dotada de una melodía que va transformándose y tornándose más agresiva en cada reaparición. Un bárbaro control de la OSY y su magnífico director para este enorme crescendo (no escrito) que va desde el inicio hasta el final de la danza con los estruendosos platillos.

La Sinfonía No. 8 ‘Inconclusa’ en Si Menor de Schubert cerraba la velada. Un tanto complicado para mi escucharle y describirle, no por la exquisita interpretación sino por las múltiples aristas desde donde puede escucharse y describirse. Si acepto las hipótesis de que esta sinfonía es una metáfora de la vida del compositor, me será difícil articular palabra… ¿Cómo hablar de vidas ajenas?

Si comparto cómo me refleja esta intrigante manera suya de construir música, tal vez hable de afectos que tienden a vincularse con ruinas, fragmentos o incluso muerte. En cada caso, decidir qué decir/hablar sobre una obra, es un tema… Ya decía un famoso personaje: ¡Ahí está el detalle, Chato!

José Areán y la Orquesta Sinfónica de Yucatán, como era de esperarse, lo hacen de nueva cuenta y rinden una magistral interpretación de tres obras icónicas del repertorio orquestal ¡Bravo! ¡Gracias, OSY!

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