Los juegos de la luz II: el colonialismo europeo en París

Members of the South Sudan team pose after they defeated Puerto Rico in a men's basketball game at the 2024 Summer Olympics, Sunday, July 28, 2024, in Villeneuve-d'Ascq, France. (AP Photo/Michael Conroy)
"Al celebrarse los juegos olímpicos en París, la presencia de atletas representando a países africanos toma singular relevancia, pues existen heridas que no han cicatrizado; en la ceremonia de inauguración, la delegación argelina arrojó rosas al Río Sena. Un acto de reivindicación y uno de los más políticos que se hayan hecho en la apertura". David Moreno

“Estoy totalmente en contra del colonialismo. Estoy a favor de la libertad de todo el mundo. Incluso de la de los franceses, y con eso no estoy diciendo que me caigan especialmente bien los franceses…” Romain Gary

             Francia fue – y de alguna forma lo sigue siendo – una de las potencias coloniales más brutales de la historia. Su dominio fue particularmente violento y genocida en África, donde llegó a dominar a unos 20 países: es decir, casi el 35% de todo el territorio africano estuvo bajo el yugo de París durante unos 300 años. La violencia se extendió incluso hasta mediados del siglo XX con la guerra de independencia argelina, una terrible confrontación que costó la vida a casi un millón y medio de personas.

Hace unos años se hizo viral un video del popular conductor estadounidense Trevor Noah, titular del programa llamado “The Daily Show”. Él felicitó a los jugadores de la Selección de Fútbol Francesa que había ganado el mundial de Rusia en 2018 haciendo alusión a su origen africano: “Felicito a África por haber ganado el mundial”, dijo Noah, lo que motivó una rápida respuesta del entonces embajador francés en Estados Unidos, Gerard Araud, quien dijo que “al llamarlos africanos usted está negando su francesidad”, Noah, afroamericano, respondió: “lo estoy diciendo para incluirlos en mi africanidad, ¿por qué no se pueden ser ambas cosas?”. La reacción del embajador francés denotó dos cosas: por un lado, la insistente idea de un sector de la población francesa de negar toda relación con África, sobre todo si ésta trae consigo logros individuales o colectivos que provocan que la nación europea destaque y, al mismo tiempo, el carácter colonial que aún posee ese mismo sector francés.

Al celebrarse los juegos en París, la presencia de atletas representando a países africanos ha tomado una singular relevancia pues existen heridas que nunca han cicatrizado. Durante la ceremonia de inauguración de los juegos, la delegación argelina arrojó rosas al Río Sena. Lo hicieron como un homenaje a sus compatriotas franceses arrestados y asesinados en 1961 y cuyos cadáveres fueron arrojados a las aguas del Sena. Una matanza que las autoridades francesas negaron hasta el año 2021. Fue un acto de reivindicación y uno de los más políticos que se han hecho durante una ceremonia de Inauguración de Juegos Olímpicos.

Las consecuencias del brutal colonialismo francés y europeo en África aún se sienten en regiones que son política, social y económicamente inestables, precisamente por los enfrentamientos entre sus ciudadanos, los cuales tienen en buena medida su origen en las barbaries cometidas y permitidas por los europeos en sus territorios. Son naciones jóvenes cuyos recursos han sido saqueados y cuyo desarrollo está más retrasado que el de otras regiones del mundo. Pero hay dos cosas que el colonialismo nunca pudo quitarle a África: el orgullo y atleticismo de sus habitantes. La combinación de ambos ha producido estupendos y dominantes campeones olímpicos y los africanos comienzan a destacar en deportes en los que no habían tenido presencia olímpica y mundial, eso a pesar de los pocos recursos que las naciones africanas le destinan a la práctica deportiva. Un ejemplo de lo anterior es la selección varonil de básquetbol de Sudán del Sur.

Sudán del Sur obtuvo su independencia en año de 2011. Fue colonia británica y perteneció también a Egipto. La independencia la obtienen luego de la que la región que hoy lo conforma, decidiera separarse de Sudán mediante un referéndum. Una de las razones por la cual sus habitantes decidieron convertirse en independientes fue la religión, pues mientras en el norte la mayoría es musulmana, en el sur predominan las denominaciones cristianas. Al final, la historia de Sudán del Sur no es muy diferente de la de otras naciones africanas: ha padecido guerras, hambre y pobreza.

En Sudán del Sur no existe ni una sola cancha de básquetbol techada; aún así, se las han ingeniado para producir estupendos basquetbolistas. Uno de ellos fue el legendario y ya fallecido Manute Bol quien jugó varias temporadas en la NBA y aunque lo hizo cuando la nación no era aún independiente ésta le reconoce como uno de sus grandes atletas. Pero a pesar de contar en su historia deportiva a una leyenda como Manute Bol, armar una selección y que además ésta pueda ser competitiva ha sido todo un reto, un reto que ha tomado con gran espíritu deportivo otro de los mejores basquetbolistas que ha dado Sudán del Sur: Luol Deng. La historia de Deng es la historia de muchos africanos, en algún momento tuvo que irse con su familia al exilio orillado por la situación política que imperaba en su nación. Huyó a Londres donde comenzó a practicar el básquetbol, ahí fue detectado por un buscador de talentos norteamericano y llevado a los Estados Unidos, en donde se convirtió en un jugador muy regular hasta llegar a la NBA en donde jugó 15 temporadas.

Representó a la Gran Bretaña en los Juegos Olímpicos de 2012 pero nunca olvidó que sus raíces no estaban a las orillas del Támesis sino en algún desértico lugar de Sudán del Sur. Deng terminaría convirtiéndose en el presidente de la Federación de Básquetbol de Sudán del Sur. El ex basquetbolista realizó una detección de talento espectacular y junto al entrenador norteamericano Roger Ivey ha logrado armar un equipo realmente competitivo que tiene un objetivo muy claro: hacer de Sudán del Sur un referente del baloncesto africano y mundial. “Somos un grupo de gente a la que la victoria solo importa por lo que supone para nuestra nación. No se trata de baloncesto, se trata de Sudán del Sur”, dice claramente Luol Deng.

Los sudsudaneses llegaron al Mundial de la Especialidad el año pasado y lograron calificarse a los Juegos Olímpicos. Antes de la competencia parisina pusieron en aprietos al poderoso equipo norteamericano y ya en los juegos despacharon a una experimentada selección de Puerto Rico y compitieron contra el “Dream Team 2024” con mucha gallardía y coraje. Mientras escribo esto aún les falta jugar un partido en la ronda de calificación en contra de Nikola Jokic y el gran equipo serbio. Una buena actuación puede meterlos a los cuartos de final de la competencia. Sería muy lindo verlos en esas instancias, aunque ya su presencia en los Juegos es un logro. Un logro que se une al de otras y otros atletas africanos que llegan a los Olímpicos para demostrar que sus naciones están listas para sacudirse los últimos vestigios del colonialismo europeo y que esto suceda en París hace que cada presentación, cada triunfo, cada victoria de una o un deportista africano adquiera una connotación reivindicativa sumamente especial.

P.D. Ha terminado la carrera olímpica del gran Rafael Nadal. Deportista ejemplar al que París ha adoptado como uno de sus hijos favoritos. El tenis y el deporte en general le rinden hoy un gran y merecido homenaje.

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