Rogue One es una historia que nos regresa a esa galaxia cinematográfica con la que muchos crecimos y que seguimos amando aún ya en nuestra edad adulta. Es una película con muchos de los elementos que podían encontrarse en la trilogía original y en el Episodio VII estrenado el año pasado. Es un largometraje en el que un grupo de rebeldes y forajidos se va a enfrentar contra una poderosa maquinaria de guerra, liderada además por un caballero Sith con poderes que no tienen rival en toda la Galaxia. Aún así, ese puñado de héroes va a emplear todos los recursos disponibles para tratar de mover la balanza hacía su lado, al lado de la justicia.
Porque lo más importante en las películas de Star Wars es que van a girar en torno a un concepto que mueve y motiva a todos su personajes: la Esperanza. Esa esperanza que significaba la búsqueda de Ben Kenobi por parte de Leia Organa, esa esperanza que solamente Luke tenía en un renegado y contrabandista llamado Han Solo, la misma que Han deposita en Rey o la que Yoda comienza a tener en Luke mientras le va entrenando en los pantanos de Dagobah.
“Las rebeliones se cimientan en la esperanza”, le dice Cassian Andor a Jyn Erso mientras están por embarcarse en la difícil misión de enfrentar al Imperio. Y es precisamente en ese instante del filme cuando todos terminamos enamorándonos de ambos personajes, pues en ese momento están relacionándose de manera muy íntima con todos aquellos héroes cuyas historias conocimos antes dentro del universo de Star Wars, es en ese momento cuando Andor y Erso se convierten para el espectador en algo entrañable, en algo familiar en nuestra querencia cinematográfica.
Lo que ha conseguido Gareth Edwards no es fácil. Es la primera película de toda la serie que no gira alrededor de la familia Skywalker; es la primera en la que los Jedis no juegan un papel importante en el desarrollo de trama; vamos, es la primera en la que no vemos un sable láser en casi dos horas. Estamos ante una premisa que parte del prólogo del Episodio IV cuando leíamos en la pantalla que los Rebeldes habían obtenido su primera victoria ante el Imperio y que un grupo de espías se habían encargado de robar los planos de la nueva arma de destrucción masiva que los militares imperiales habían diseñado para sembrar el terror en la galaxia. Lo que Edwards va a contarnos es la historia de ese grupo desconocido de rebeldes que se jugaron la vida para llevar los planos a Leia y, a partir de entonces, comenzar a generar la derrota del poderoso Emperador y sus huestes fascistas.
¿Quiénes son esos héroes y cómo, sin la ayuda de algún poderoso caballero de la antigua orden lograron apoderarse de los planos? Son esos héroes anónimos que siempre hemos sabido que jugaron un papel preponderante en la historia de la Alianza y que finalmente tendrán un rostro. Conoceremos a Jyn Erso, la hija de Galen Erso (Mads Mikkelsen), el diseñador de la Estrella de la Muerte. Un científico que ha sido obligado por el Imperio para trabajar en la letal estación espacial. Jyn fue separada violentamente de sus padre, estuvo relacionada con un grupo disidente de la alianza rebelde y ha vivido gran parte de su existencia envuelta en acciones que rayan en lo ilegal.
Será rescatada por Cassian Andor, un Capitán de la rebelión entregado completamente a la causa y cuya escala de valores morales será cuestionada a partir del encuentro con la joven. Andor y Jyn van a ser el centro de un grupo que se irá formando de manera accidental pero que generará lazos de hermandad que serán necesarios para llevar a cabo la misión que no les es encomendada por el Consejo de la Alianza Rebelde, sino que realizarán porque terminan entendiendo que a pesar de los peligros que se les avecinan, apoderarse de los planos es la única posibilidad que tiene la rebelión de triunfar ante el poderoso Imperio.
La narrativa de Edwards es ágil y llena de momentos emotivos. No cae en un sentimentalismo ramplón sino que poco a poco va envolviendo al espectador para que éste acepte a personajes que recién se incorporan al universo de la saga galáctica y vaya aumentando su relación con ellos para terminar en momentos catárticos sumamente emotivos. Para ello contará con la solidez actoral de Diego Luna, cuyo Cassian Andor termina por convertirse en el personaje más importante del filme y sobre el que van a girar las motivaciones del resto de forajidos que formarán el grupo que será conocido como Rogue One. La rigidez militar de Andor va a ser transformada por Jyn y por las causas que van a llevara a la chica a envolverse en el drama de la rebelión. Esa transformación es perfectamente retratada por Luna quien entiende a la perfección que su personaje es el ancla en el desarrollo de la trama.
Felicity Jones se incorpora la universo de heroínas de Star Wars con un personaje cuya vulnerabilidad es la carta de presentación para con el ocupante de la butaca, pero también su principal argumento para poder ganarse la confianza no solamente de Andor sino del grupo entero de Rogue One. Entre ellos está K-2SO un androide imperial que ha sido reprogramado para ayudar a los rebeldes y que ha desarrollado una inquebrantable lealtad a Andor. A diferencia de otros robots de la saga, K-2SO es violento, brutalmente honesto y no tendrá duda alguna para entrar en combate. Posee cierto sentido del humor pero Alan Tudyk, quien le proporciona la voz, lo dibuja como alguien impenetrable a través de su espeluznante sinceridad. Edwards también contará con una bellísima partitura de Michael Giacchino quien tomará como referencia los temas escritos por John Williams simplemente para puntualizar que estamos ante una historia de Star Wars, pero así como toda la película, la música tendrá vida propia más allá de las partituras originales.
Al final, Rogue One resulta en todo lo que uno puede esperar de una película que forma parte del universo de Star Wars: grandes batallas tanto en tierra como en el espacio (con un montaje paralelo que le brinda a ambas gran emoción); personajes heroicos que van a convertirse en queridos por el espectador y planteamientos de orden moral que son los que mejor han funcionado como motivación para los mejores personajes de la serie; también tiene una historia que se va desarrollando con coherencia narrativa y una espectacularidad que convierte al filme en una estupenda aventura.
Rogue One es una nueva aportación a la mitología que revolucionó al blockbuster cinematográfico, pero también es una película independiente que brilla con luz propia más allá de lo que Star Wars nos había presentado antes. Es un emocionante filme de aventuras cuyo mayor mérito es que no apela a la nostalgia para tener éxito, sino que es capaz de convertirse en un nuevo y refrescante viaje cuyo destino presenta a la tragedia como parte inherente de la esperanza, conceptos íntimamente ligados, sobre todo en un conflicto que tenga como objetivo acabar con un régimen fundamentado en la tiranía. Es un viaje fantástico de la mano del lenguaje cinematográfico, de toda la tecnología que la modernidad le ha aportado, pero también de la capacidad que esta tiene para despertar nuestro más genuino asombro.
Un logro.