Galerías privadas se adueñan de espacios públicos para beneficio de unos pocos
“La burguesía quiere del artista, un arte que corteje y adule su gusto mediocre”. José Carlos Mariátegui*
Me gustaría hablar de los favores y factores globales del neoliberalismo económico en las artes en los espacios expositivos públicos y de cómo la ciudadanía se relaciona con ellos, pero se trata únicamente de incompetencia local, de tener en puestos oficiales a gente sin formación en las artes plásticas y visuales; por ello, desconocen el área a pesar de sus buenas intenciones y cumplen de manera mediocre, hasta que un reloj descompuesto da la hora 2 veces al día.
Cuando se inauguró la Galería Municipal de Mérida -en el Museo de la Ciudad- se abrió la puerta a que los lugares oficiales en Yucatán fungieran como puntos de venta para particulares; es decir, en un acto de inconsciencia e incompetencia no separaron los intereses comerciales de los ciudadanos. Si bien hay puntos coyunturales, muchas obras y artistas no tienen como función primordial venderse para ser un objeto decorativo, sino comunicar mensajes complejos. Es común en Mérida que las galerías particulares ocupen como sitio de exposición los espacios oficiales. Esto ocurre al no tener un programa definido, menos una línea curatorial -tampoco un curador-, por eso exhiben por exhibir y muchos lugares carecen de personal. Esta situación es de los dos niveles de gobierno, tanto municipal como estatal.
Tampoco hay que confundir lo anterior con el hecho de pedir en préstamo obras para una exposición cuya temática es específica y en la cual existe una investigación y un trabajo previo llevado con seriedad, lo cual puede verse en la cédula con la leyenda “Colección privada”, o el ayudar a una asociación civil o a una causa social, lo cual es loable y encomiable, en la cual trabajan lado a lado la iniciativa privada y el gobierno para el bien común, como sucedió con la exposición “Arte Vivo Mérida 2018” inaugurada el 20 de enero de este año, en la cual crearon una sinergia de autoridades e iniciativa privada en beneficio de la Fundación México Vivo.
Pero pareciera que en la mayoría de las exposiciones institucionales se cubre una agenda por cubrirla, una inercia en el modo de hacer las cosas que lleva décadas; a veces cambian los nombres de los que dirigen, pero no los modos y las formas, lo cual es un problema sistémico que no va a cambiar por un texto y menos si toda la escena cultural piensa que está bien o solapa esta manera de hacer las cosas.
Para la iniciativa privada -que es otro ámbito- debería de crearse una ingeniería fiscal que promueva la compra de arte, la creación de una industria cultural autosustentable, que pueda crecer de manera sostenible que los artistas puedan vivir bien de esta actividad comercial; el darles espacio a los artistas es una solución estética, pero no soluciona ningún problema de fondo y forma, no se cambia la infraestructura económica para las artes. Mérida, al proclamarse como “Capital Americana de la Cultura” sin resolver lo básico de sus espacios de exhibición, se vuelve simplemente una falacia al decirlo y repetirlo, una mentira que tal vez muchos crean al ser repetida tantas veces.
En esta tema de los espacios oficiales habría que promover los valores intangibles de la cultura encima de lo comercial; no obstante, ocurre lo contrario: la galería Arte 1010, la cual no existe físicamente, ha ocupado con anterioridad el Centro Artes Visuales (29 de junio y 27 de octubre de 2017) y actualmente ocupa una sala del Centro Cultural Olimpo, con la exposición “Arte más allá de Cuba” inaugurada el 22 de febrero de 2018, que no es otra cosa que un punto de venta (al tener precio las cédulas y punto rojo las ya vendidas) y una exhibición de su catálogo comercial, con exposiciones colectivas sin un cuerpo de obra coherente, sin discurso curatorial y museográfico. Su propio eslogan así lo demuestra: Buy – Sell your art (Compra – Vende tu arte).
Habría que preguntarse cosas simples, ¿se les prestó el espacio con sólo solicitarlo? Si es así, ¿cualquiera puede solicitarlo o qué tengo que ser o hacer para ser tomado en cuenta? ¿Lo rentaron? Si lo rentaron, ¿cuánto cuesta? Al ser una galería en línea, ¿paga impuestos? O peor aún, tal vez las autoridades culturales al no tener cómo llenar una de sus salas convocó a la galería. ¿El ocupar espacios que son de todos los ciudadanos para beneficio de unos pocos está bien? La escena artística yucateca se ha acostumbrado a estos modos de hacer cultura, modos de producción que ya se han normalizado, que solamente dan cuenta de una incompetencia ilustrada creyente de que así son las cosas a nivel mundial.
Quisiera inferir que no hubo dolo en ello, sino sólo buenas intenciones; quisiera pensar que las autoridades creen que así se impulsa la venta de arte, que darles espacio a las galerías es una iniciativa que formará mercado -aunque en realidad es un placebo-. Sin embargo, la situación es grave, porque con ello fomentamos un escenario nada alentador, donde el arte local corre el riesgo de privatizarse, tal y como le pasó al Carnaval de Mérida, que hoy en día ya no le pertenece a la gente, sino a las marcas comerciales. Como he evidenciado aquí, poco a poco eso está ocurriendo en nuestros recintos culturales.
*En “El Artista y la Época” (Publicado en Mundial: Lima, 14 de Octubre de 1925).